Un puñado de leyendas sobre la colina de Landek

La colina de Landek

En Moravia del Norte, sobre la confluencia de los ríos Odra y Olza se alza una colina que desde hace siglos lleva el nombre de Landek, del alemán "Land - Ecke", un rincón de la tierra. A primera vista esta colina cubierta de hierba, arbustos imposibles de atravesar y bosques no explorados, que se encuentra al mismo margen de la metrópoli de Moravia del Norte, Ostrava, no parece muy interesante. Pero basta servirse de un poco de imaginación, abrir viejas crónicas y sumergirse en anales históricos para que se abra ante Uds. un mundo de leyendas e historias misteriosas.

Venus de Petrkovice
Hace 22 mil años un artista prehistórico elaboró en Landek del mineral de hierro, hematites, una estatuilla de una mujer. La figura, de 4, 6 centímetros de altura, fue llamada Venus de Petrkovice, según el pueblo situado al pie de Landek. Su forma, parecida a las obras cubistas, recuerda el cuerpo de una mujer joven y delgada. Ello la distingue de las típicas venus corpulentas del Paleolítico. La estatuilla, a la que le falta la cabeza, fue descubierta en 1953 por el arqueólogo Bohuslav Klíma, y hoy en día se encuentra en la caja fuerte del Instituto Arqueológico de Brno, en Moravia del Sur.

Este capítulo de la historia de Landek es bien conocido, pero hay otros que se desvanecen en tinieblas. Como el siguiente ...

En tiempos remotos se encontraba en la colina de Landek un castillo de piedra. Vigilaba un importante camino mercantil que pasaba por la denominada Puerta Morava hacia la vecina Polonia, uniendo el Mar Báltico con el Mediterráneo.

Eran los caballeros los que debían ofrecer protección a los comerciantes que cruzaban la región. Sin embargo, los caballeros de Landek fueron hombres de otra índole. En vez de proteger a los mercaderes, los atracaban y robaban.

El último caballero de Landek no fue una excepción, e incluso superaba a sus antecesores. Con sus compañeros asaltaba con frecuencia también a los habitantes del pueblo de Koblov, que había crecido en las laderas de Landek, y a las chicas más guapas las secuestraba llevándoselas a su castillo.

Un día volvió a celebrarse en una pradera a orillas del río Odra detrás del pueblo de Koblov una fiesta local.

La música sonaba y todos los jóvenes bailaban. Sólo una muchacha se mantenía aparte dirigiendo su mirada hacia el camino que subía a Landek.

Era la hija de un labrador rico de Koblov. No lo había confesado a nadie, pero desde hace tiempo se reunía a ocultas con el caballero de Landek. Conocía su mala fama, pero su corazón le decía que era el hombre justo para ella. Hoy debía venir para pedir su mano.

Y lo divisó. Todos permanecieron en silencio. A caballo se acercaba el señor de Landek. Bajó directamente delante de su amada, y juntos se dirigieron a la casa de la chica. Allí la fiesta estaba en su apogeo. La cerveza corría a mares y los hombres jugaban a los naipes.

"¡Padre!, este es mi novio", dijo la muchacha. La respuesta fue violenta. El padre se puso a gritar y regañarla, echando a la joven de casa. La muchacha tomó sus cosas y se fue.

Al día siguiente el padre enfurecido se fue a quejar ante los señores de la tierra que le habían secuestrado a la hija. El caballero de Landek escuchó la noticia de que lo buscaban y escapó del castillo. Su amada se quedó sola.

Según la leyenda, el ejército capturó al joven caballero en Polonia, y como escarmiento para todos los demás, lo ahorcaron en el árbol más cercano. La joven no volvió nunca más a casa. Permaneció con recuerdos de su amor en el castillo abandonado que poco a poco se convertía en ruinas.

En las puntas de los árboles en Landek pueden escuchar hasta hoy su llanto triste, pero a ella misma no la verán nunca. En primavera aparecen en los prados de la colina florecillas blancas. Son las lágrimas de la muchacha infeliz.

El castillo de Landek fue fundado probablemente alrededor del año 1253 por el rey checo Premysl Otakar II, después de una invasión devastadora de turcos. En el año 1518 quedaba del castillo una mera ruina.

No únicamente en las leyendas los amores acaban con una tragedia. En 1912 se disparó un tiro en Landek una pareja joven cuyo amor estaba prohibido: la hija de un rico comerciante judío, Donatha, y un ciudadano ordinario, Urbancík.

Según otra leyenda, el último señor de Landek fue muy tacaño. Tanto que no quería pagar ni los tributos obligatorios. Los recaudadores volvían del castillo con las manos vacías, porque el noble nunca estaba en casa y se escondía en los alrededores.

Un día, otra vez llegaron en vano, pero la hija del señor les reveló de buena voluntad, sin presintir nada, cuando su padre debería regresar. Los recaudadores llegaron a la hora indicada. Fue al mediodía, hora del almuerzo.

Sin embargo, el señor los divisó a tiempo, cogió su dinero y las joyas, el oro y la plata, y con todo el tesoro suyo se lanzó al pozo exlamando hacia su hija horrorizada:

"¡Maldita seas, hija descastada! Te maldigo para siempre. ¡Que no encuentres nunca la calma y que nadie te quite el aspecto inhumano!".

En ese momento la tierra se estremeció y el castillo con los tesoros restantes se hundió. La muchacha se convirtió en un jabalí que aparece los domingos de pasión en el lugar donde se encontraba el castillo.

En la boca sujeta una llave ardiente. El que logre quitarle la llave, salvará a la muchacha convirtiéndose en dueño de los tesoros perdidos de Landek. ¡Pero desgraciado sea el que no lo consiga! A éste el animal lo hará trizas.

Sin embargo, en Landek viven o vivían también otros seres sobrenaturales. En el molino de Koblov se instaló un ondino. La molinera solía prepararle cada día una rebanada de pan untado con mantequilla y un paquete de tabaco.

Un día un joven mesero cambió su pan seco por el destinado al ondino. El ondino se sintió muy ofendido. Desde ese momento visitaba el molino sólo por la noche, haciendo a propósito tanto ruido que el molinero se vio obligado a mudarse a la casa de su vecino.

Poco después llegó al molino un muchacho, pidiendo al molinero si podría pasar allí la noche. El molinero consintió con mucho gusto, pero le advirtió sobre el ondino.

"¡No se preocupe, yo sé cómo darle una lección!", contestó el muchacho. Tomó prestado el violín del molinero, y por la noche se puso a tocar una melodía muy hermosa.

No tardó mucho y apareció el ondino. Llevaba un traje y un sombrero, ambos color verde, con una pluma larga. Se sentó para escuchar la música. Al cabo de un instante, pidió al joven que le enseñara a tocar. El muchacho miró las garras en las manos del ondino, y rechazó el deseo afirmando que podría perjudicarle las cuerdas. Pero quizá sería posible si se las dejara limar. El ondino estuvo de acuerdo.

El joven le sujetó las manos en un tornillo cortándole no sólo las garras, sino también los dedos. Luego llamó al molinero, y éste le dio al ondino una paliza. Por fin, el ondino logró escaparse de la trampa, prometiendo a los dos una cruel venganza.

El molinero estaba muy contento y remuneró bien al muchacho. Pero, pasados algunos días regresaba de visita, y vio al ondino esperándolo en el puente cerca del molino. El molinero asustado desenganchó el caballo y en el timón del carro simuló el sonido de la lima.

Nada más escucharlo, el ondino saltó al agua sin volver a emerger. Al día siguiente, la familia del molinero lo vio mudarse. El ondino tuvo en total 44 carros llenos de equipaje y se iba hacia el este. Pasaba directamente por campos y prados sin dejar huella.

El molino de Koblov fue fundado en el siglo 16 por los jesuitas. Durante la Guerra de los Treinta Años encontraron refugio en él daneses y suecos. Se dice que en 1683 se alojó en el molino el rey polaco Jan Sobieski, que estaba en campaña de ayuda a Viena, ciudad sitiada por los turcos. Más tarde pernoctó en el molino la emperatriz María Teresa de Habsburgo durante una inspección de la región. Este acontecimiento fue grabado en una viga del molino.

A principios del siglo 19 el molino se convirtió en domicilio de soldados franceses. El último propietario fue Max Oletzký, a quien el molino le fue confiscado en 1945. Hoy el edificio está abandonado y perdido en una vegetación densa.