Un delito importado

Un hombre bien vestido merodea cerca de un cajero automático. Un transeúnte le observa y después de unos minutos decide llamar a la policía. Los agentes que acuden al lugar descubren que el sospechoso trataba de poner en práctica un sofisticado plan para robar los cajeros automáticos en el país.

Esta introducción, que más recuerda una novela policíaca que el inicio del espacio dedicado a la economía, responde a un hecho real que tuvo lugar en la República Checa.

Grupos de hampones internacionales han tratado de robar los cajeros automáticos utilizando sistemas para descifrar las contraseñas que emplean los usuarios de las tarjetas de crédito.

Los expertos en la materia advierten que se trata de un problema a nivel mundial. En la República Checa el robo de tarjetas de crédito, y el abuso de las mismas por parte de segundas o terceras personas se incrementó a partir del año 2000.

Si en ese año los policías tuvieron que atender unas 700 denuncias, el año pasado ya fueron más de cinco mil las denuncias por robo o abuso de las cuentas con tarjetas de crédito.

En el episodio que narrábamos al principio, el hampón había instalado un sistema capaz de leer la banda magnética de la tarjeta de crédito, y con una minicámara colocada sobre el panel de números podía leer el PIN, o contrasena que el usuario marcaba.

La persona retiraba el dinero, sacaba la tarjeta y sin sospechar nada se marchaba, y hasta tiempo después descubría que de su cuenta había desaparecido parte o todo el dinero.

Gran alarma provocó el anuncio dado a conocer por la prensa de que varios clientes de Ceska Sporitelna, una de las instituciones bancarias más populares del país, habían sido atracados de esa forma.

El atraco resultaba difícil de comprobar ya que el delincuente no había dejado huellas, ni había existido contacto directo con la persona afectada, el cliente denunciaba que de su cuenta desaparecía dinero, que se extraía de los cajeros automáticos.

Gracias al sofisticado plan, los delincuentes podían falsificar la tarjeta. Se descubrió que una tarjeta con banda magnética virgen es un artículo que se puede comprar fácilmente.

Se descubrió que en muchos casos se ultilizaban tarjetas de las que se usan en clubes, o bien de las que extienden algunas tiendas a sus clientes, o simplemente tarjetas de promoción. Dichas tarjetas se alteraban para robar.

El "modus operandi" de los delincuentes era colocar en los cajeros un artefacto que pasara desapercibido por el usuario, éste de hecho introducía su tarjeta en un lector de bandas magnéticas que copiada la información de la tarjeta y la minicámara filmaba la contrasena que la persona tecleaba.

Es por ello que el "ladrón digital" tenía que permanecer cerca del cajero para, una vez hecha la copia, retirar sus artilugios, y llevarse consigo la codiciada "presa".

La Policía checa desactivó a una importante banda de falsificadores de tarjetas de crédito y atracadores de cajeros automáticos. Se trataba de personas procedentes de los Balcanes, y todo parece indicar que son delincuentes nómadas que se desplazan por varios países europeos.

"A la hora de marcar su contraseña coloque su mano sobre el tablero para ocultar los números. En caso de que note cambios inesperados o algo extraño en el cajero automático, no lo utilice", estas son las recomendaciones de la Policía checa para todas las personas que utilizan los servicios de los cajeros automáticos.