Trude Sojka, la pintora que sobrevivió al Holocausto gracias al arte

Trude Sojka esculpiendo, foto: archivo de Trude Sojka

La artista checa Trude Sojka desarrolló su trayectoria artística en Ecuador, tras conseguir sobrevivir en la Segunda Guerra Mundial. Una década después de su muerte, su nieta Gabriela Steinitz ha viajado a Praga para investigar sobre la vida de su abuela durante el conflicto bélico. Radio Praga ha estado conversando con ella sobre la historia y las obras de Trude.

Trude Sojka esculpiendo,  foto: archivo de Trude Sojka
Gertrud Herta Sojka, conocida como Trude Sojka, fue una pintora y escultora de origen checo, que desarrolló su carrera profesional en Quito, Ecuador, tras mudarse al país latinoamericano al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Sus creaciones, hechas con materiales reciclados y cemento, expresan de una forma única sus vivencias durante el periodo bélico, así como el amor por la cultura precolombina de su ciudad de acogida.

La vida de la artista durante la contienda mundial es un enigma tanto para los seguidores de su obra como para su propia familia. Solo se conocen algunos datos que Trude les contó en alguna ocasión, sobre todo en referencia a su infancia y juventud, y gracias a algunas averiguaciones que han estado realizando.

Su nieta Gabriela Steinitz ha viajado a la República Checa desde la capital ecuatoriana para indagar más sobre los pasos que su abuela siguió mientras vivió en Europa. La joven ha comentado a Radio Praga que espera realizar algunos progresos en su invetigación.

“Sobre todo saber qué pasó durante su vida y durante la guerra. Porque nunca nos habló de esto a sus familiares, era muy reservada en estos temas. Es un gran misterio y me gustaría poder resolver el misterio no sé si totalmente, pero al menos avanzar algo”.

La historia de la vida de Trude Sojka podría servir de inspiración para cualquier película sobre la guerra que tuvo lugar entre 1939 y 1945. Nació en Berlín en el seno de una familia judía de origen checo y debido a la profesión de su padre, que era ingeniero, vivió en varias ciudades de Centroeuropa, entre ellas Praga, donde pasó gran parte de su infancia.

Fotografía de la Familia de Sojka,  foto: archivo de Trudi Sojka
Desde muy joven se interesó por la pintura y, contra la voluntad de su padre, decidió estudiar Bellas Artes en Berlín. Poco después de finalizar sus estudios se casó con el eslovaco Dezider Schwartz y decidieron establecer la residencia familiar en Nitra. Allí estuvieron hasta 1942, fecha en la que comienzan uno de los periodos más desconocidos para la familia de Sojka, según nos cuenta Gabriela.

“En 1942 hay un gran misterio. Aparecen en una lista de nombres hacia Lublin, hacia la región de Majdanek, pero sus nombres está rayados en la lista. No hay ningún documento que pruebe qué pasó entre 1942 y 1944. En 1944 vuelven a estar en Nitra y son llevados por ser judíos a Sereď, un campo muy cerca de Nitra y después a Auschwitz por un mes”, explicó.

Durante el breve tiempo que la pintora permaneció en el campo de concentración de Auschwitz, fue apartada de su marido y nunca más supo de él. La teoría más fiable es que fuera asesinado en el campo de exterminio. Pero no fue el único familiar que perdió Trude durante ese tiempo. Su madre, su hermana Edith y su sobrino también perecieron a manos de los nazis en uno de estos lugares del horror.

Una de las experiencias más duras a las que Sojka tuvo que hacer frente en esos años fue el nacimiento y la prematura muerte de su hija Gabriele. La joven quedó encinta poco antes de ser apresada por el ejército alemán y dio a luz en el campo de Gross-Rossen en Polonia. Las condiciciones de insalubridad y la fuerte hambruna motivaron la muerte de la pequeña, tan solo dos semanas después de la liberación del campo por los soldados rusos.

El camino después de la guerra

Obra de Trude Sojka,  foto: Julia Rios
Una vez en libertad y tras haber sufrido una de las épocas más terribles de la historia de la humanidad, Trude tenía que buscar el rumbo a seguir en su nueva vida. Descubrió que su hermano Waltre había conseguido huir a Ecuador en 1939 y decidió viajar hasta allí para reencontrarse con el único familiar vivo que le quedaba. En la fábrica de artesanías que regentaba su hermano mayor, la escultora recobró su amor por el arte, según nos cuenta su nieta.

“Mi tío abuelo tenía una fábrica de artesanía que se llamaba Akjos, Sojka al revés. Mi abuela se fascinó por esto y empezó a trabajar en el arte, haciendo pequeñas artesanías para esta fábrica. Así comenzó y después poco a poco fue retomando sus costumbres artísticas que había tenido en Europa porque había estudiado arte. Descubrió esta técnica del cemento y el material recilado”, comentaba al respecto.

El descubrimiento del cemento como material para hacer esculturas fue algo fortuito. Trude volvió a contraer matrimonio con Hans Steinitz, un alemán que logró huir del campo de concentración Buchenwald gracias a una empresa algodonera.

Mientras construían su casa, se fascinó con las facultades del cemento como materia prima para originar sus obras. Era un componente similar a la arcilla, pero mucho más barato. La facilidad para moldearlo y su bajo coste, la impulsaron a utilizarlo para dar vida a sus esculturas.

Obra de Trude Sojka,  foto: Julia Rios
Además de este material de construcción, Sojka incorporaba colores y elementos como cristales a sus creaciones, añadiendo todo lo que encontraba a su mano y que podía serle útil. Esta técnica la adoptó en los campos de concentración y, para Gabriela, la entrega en el arte fue una de las razones que la mantuvo lúcida durante el Holocausto.

“Yo creo que en el campo de concentración empezó a utilizar pequeños pedazos de metal, de clavos, de vidrios… Toda clase de materiales de basura para construir algunas esculturas pequeñas. Creo que es gracias a esto por lo que logró sobrevivir, porque tenía algún objetivo, algo que le motivaba, que era el arte. Entonces cuando estaba en Ecuador también usó estos materiales mezcaldos con el cemento para hacer sus cuadros en relieve y sus esculturas”, nos decía.

La obra de la artista se ha catalogado en diferentes etapas. Su estilo, según el momento de innovación artística, se mueve entre el expresionismo alemán y la cultura precolombina. Poco después de su llegada al país latinoamericano, Sojka expresó sus vivencias en la guerra a través de sus pinturas. En ellas buscaba reflejar la angustia y la soledad de esos días, plasmando las alambradas de los campos o filas de mujeres, posiblemente en procesión hasta las cámaras de gas.

Pájaro de los Galápagos,  foto: Julia Rios
También se destacan sus labores relacionados con el arte polular ecuatoriano, que descubrió en una visita a las cuevas del Amazonas. La simplicidad y la fuerte simbología de las expresiones de pueblos como los capalas o guangalas, atrajeron la curiosidad de Trude.

Lo que más interés suscitó en ella fueron los petroglifos, grabados que realizaban los indígenas en la prehistoria y que constituyen una de las formas más antiguas de comunicación. Durante este periodo de adaptación del arte precolombino, Trude se decidió a inventar sus propios petroglifos, relacionados especialmente con el pájaro, según explicaba Gabriela.

“Muchas veces hay muchísimos pájaros. Representa pájaros porque para ella Sojka, que significa arrendajo en checo, es algo muy simbólico como la libertad y otras muchas representaciones. Estaba fascinada con este arte y trató de hacer sus propios petroglifos, sus propias representaciones de este arte autóctono”.

El pájaro tenía un significado especial para la autora, la libertad que tantas veces había deseado tras los muros de Auschwitz o Gross-Rossen. Pero no se ceñían con exclusividad a este animal. El jaguar, el mono, el sol, la luna y otras manifestaciones populares conforman el estilo más extenso de su repertorio.

Una vida consagrada al arte

Gabriela Steinitz,  foto: Julia Rios
En los años que desarrolló su carrera artística en Quito, se relacionó con pintores y escultores de la zona de la talla de Victor Mideros y Manuel Rendón. Por su extensa dedicación al arte, tras su fallecimiento en 2007, su familia decidió homenajearla conviertiendo su hogar en una Casa-Museo.

En este lugar se exponen las más de 300 obras de Trude Sojka y se realizan actividades culturales como conciertos, recitales de poesía o conferencias. El edificio cuenta con un sótano que los abuelos de Gabriela construyeron por miedo a otra posible guerra mundial. En él han ubicado un Memorial al Holocausto, con fotografías y documentos de este periodo. Para Gabriela, la iniciativa va más allá de lo meramente artístico.

“Es la casa de mi abuela, la que construyó, convertida en Casa-Museo y en Memorial del Holocausto. El objetivo es, sobre todo, mostrar las obras de mi abuela, pero también transmitir este mensaje de paz y de transmutación: llegar a la estabilidad después de haber sobrevivido a este horror del Holocausto”, declaraba sobre su función.

Terezín,  foto: Josef Vosolsobě,  ČT24
Trude Sojka no regresó nunca ni a la República Checa ni al continente europeo, pero no perdió el contacto con su país natal. Retornar a Europa en vida le hubiera transportado a los años de sufrimiento, pero volver a través de sus obras, es algo que está intentado realizar Gabriela.

“Le hubiera encantado hacer partícipes a sus compatriotas. Tenía relaciones con los checos en Ecuador y tenía mucha nostalgia de su país, pero nunca regresó. Yo creo que para ella sería algo súper importante poder regresar aunque sea espiritualmente aquí”.

Actualmente la joven está viajando por Chequia para descubrir más detalles de la vida de su abuela. Además, está manteniendo contacto con varias organizaciones para realizar una exposición de las pinturas y esculturas de Trude Sojka en el Memorial de Terezín. En total, unas 10 obras cubrirían las paredes del campo, rindiéndo así homenaje a la vida de esta artista checo-ecuatoriana.