Se cumplen 65 años del genocidio de los judíos checoslovacos de Auschwitz
En julio de 1944, más de 6.500 judíos checoslovacos fueron exterminados en el campo de concentración de Auschwitz. Fue el final para el conocido como ‘campo familiar de Terezín’ habilitado en Auschwitz-Birkenau, con los miles de deportados desde el campo de concentración de Terezín, en tierras checas.
En la noche del 10 al 11 de julio, con el envío a las cámaras de gas de 3.000 mujeres y niños, comenzó la última de las oleadas de exterminio para acabar con los judíos checoslovacos en Auschwitz. Durante la noche siguiente, el mismo destino esperaba a 3.500 presos más. El ‘campo familiar de Terezín’ quedó vacío.
Sin embargo, los deportados de Terezín a Auschwitz habían gozado desde su llegada de privilegios con respecto al resto de los reclusos. Podían seguir utilizando su ropa de civiles, no se les afeitó la cabeza, y las familias podían permanecer unidas. Aún hoy no se ha encontrado explicación para este trato preferencial a los judíos checoslovacos, como explica Vojtěch Blodig, director adjunto del Monumento de Terezín.
“Los historiadores aún discuten sobre eso. Puede que este campo familiar estuviera preparado para permitir una eventual visita de un observador de la Cruz Roja, por ejemplo”.
Pero la Cruz Roja no llegó a pedir ninguna visita y los responsables del campo decidieron liquidarlo. Las matanzas masivas empezaron en marzo de 1944. En total, de las 17.500 personas que habitaron el campo, sobrevivieron 1294. Toman Brod, es uno de ellos. Un milagro, como él mismo lo llama, hizo que el conocido como ‘el ángel de la muerte’, el médico nazi Josef Mengele, famoso por sus crueles experimentos con humanos, librara de las cámaras de gas a unos 90 muchachos, entre los que él se contaba. Brod describe aquel momento.
“Estaba allí con unos chicos que todavía no teníamos los 16 años, la edad que los nazis consideraban mínima para trabajar. Uno le pidió a Mengele que le diera una oportunidad para vivir. Empezamos todos a comportarnos como si estuviéramos sanos, queríamos aparentar optimismo, que éramos fuertes”.
Algunos historiadores consideran que el capítulo del ‘campo familiar de Terezín’ en Auschwitz debería ser más conocido. Michal Frankl, por ejemplo, lo achaca a un etnocentrismo de la sociedad checa, y denuncia que los manuales de texto o libros de historia, por lo general solo se ocupan de la persecución a los checos y la resistencia al poder nazi.