La muerte no abandonó el campo de concentración de Terezín ni tras el fin de la guerra

Terezín, foto: United States Holocaust Memorial Museum, Public Domain

El campo de concentración de Terezín, situado en Bohemia del Norte, fue durante la Segunda Guerra Mundial un sinónimo de sufrimiento para más de 150.000 judíos. Tras su liberación el 8 de mayo de 1945, la muerte no abandonó sus puertas, esta vez bajo la forma de una epidemia de tifus exantemático. Con motivo del 70 aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial emitimos un programa especial que les acercará los acontecimientos de la liberación del campo de concentración de Terezín, y les ofrecerá un exclusivo testimonio de una enfermera, que a finales de la contienda cuidaba de los presos.

José II
Si el emperador austrohúngaro y el fundador de la fortaleza de Terezín, José II, hubiera sabido para qué serviría la obra dos siglos después de su construcción, quizás se hubiera pensado levantarla.

Tras la ocupación de Checoslovaquia en 1939, los nazis pronto se dieron cuenta de las ventajas que la fortaleza les ofrecía para realizar sus planes de exterminio.

Los once cuarteles ofrecían espacio para encarcelar a muchas personas, la simetría de la ciudad permitía vigilarlos con claridad, la conexión de ferrocarriles facilitaba su deportación y los inmensos vallas de la fortaleza impedían que escaparan.

La decisión de convertir Terezín en un gueto judío llegó en 1941 por parte del Protector de Bohemia y Moravia, Reinhard Heydrich, unas semanas después de que tomara posesión del cargo, según relató para la Televisión Checa el jefe del Departamento Histórico del Monumento de Terezín, Vojtěch Blodig.

Vojtěch Blodig,  foto: Khalil Baalbaki,  Archivo de ČRo
“Él fue el arquitecto principal de la 'solución final de la cuestión judía', es decir, la liquidación de los judíos europeos. Estableció en Terezín un gueto para los judíos checos, de los que una gran parte fue asesinada, murió uno de cada cuatro judíos. Los demás fueron transportados a otros campos de exterminio o a campos de esclavos donde eran sometidos a duros trabajos”.

Terezín no fue establecido como un campo de exterminio, sino como un gueto para los judíos, que posteriormente serían enviados a la llamada solución final.

No había cámaras de gas, sin embargo se llevaron a cabo varias ejecuciones punitivas. Se asesinaban personas por infracciones tan banales como no haber saludado a un miembro de las SS bajándose la gorra o enviar a escondidas un mensaje a casa.

Terezín,  foto: Denisa Tomanová
Entre 1941 y 1945 pasaron por Terezín más de 150.000 judíos de siete nacionalidades europeas, de ellos aproximadamente 10.500 eran niños.

De todos los habitantes de Terezín, aproximadamente 118.000 no llegaron a sobrevivir la Segunda Guerra Mundial. A causa de las duras condiciones en el campo de concentración fallecieron más de 35.000 presos y los demás fueron asesinados en los campos de exterminio o durante las transportaciones, las llamadas marchas de la muerte.

El camuflaje de la dura vida en Terezín

Terezín,  foto: United States Holocaust Memorial Museum,  Public Domain
Los alemanes intentaban engañar al mundo, fingiendo que trataban bien a los judíos en los guetos, pero las condiciones de vida eran más que desastrosas.

Terezín estaba repleto de presos, por lo cual mucha gente se veía obligada a vivir en cobertizos y desvanes húmedos, llenos de piojos, pulgas y chinches. Además faltaba agua y la comida era escasa.

Antes de que comenzara la Segunda Guerra Mundial, Terezín contaba con unos siete mil habitantes, mientras que durante la contienda, en la época de mayor ocupación, se hallaban en sus interiores más de 58.000 personas. Cada preso entonces disponía en promedio de 1,6 metros de espacio.

Billetes de banco en Terezín,  foto: United States Holocaust Memorial Museum,  Public Domain
La Cruz Roja Internacional intentaba entrar en uno de los mayores campos de concentración nazi, pero durante mucho tiempo sin éxito.

Finalmente en 1943, los alemanes dieron el consentimiento a su visita, para la cual escogieron el campo de Terezín.

Así pues, antes de que entraran los representantes de la institución al campo, se pusieron en marcha trabajos decorativos para camuflar la vida real de los presos.

Terezín ya no se llamaba gueto, sino centro judío, las órdenes del día colgadas en las paredes empezaron a titularse avisos de autogestión e incluso se creó un banco y se emitieron billetes, que en realidad no tenían ningún valor.



Una película documental sobre la “agradable vida” en Terezín,  foto: Archivo Nacional de Cinematografía de la República Checa
Asimismo mejoró el aspecto de la ciudad. La plaza mayor, hasta entonces cerrada para los judíos, fue decorada con césped y arbustos de rosas y se construyó una sala de música y un parque infantil.

Los presos enfermos y desnutridos, cuyo aspecto revelaba la vida real del campo, fueron transportados al campo de exterminio en Auschwitz, en Polonia. De estas 17.500 personas llegaron a sobrevivir solamente 1.168.

Los nazis aprovecharon estos trabajos cosméticos incluso para rodar una película documental sobre la “agradable vida” en Terezín.

La Cruz Roja se encarga de la gestión del campo

Jiří Plachý,  foto: Dominika Bernáthová
Con la llegada del año 1945, el duro régimen en Terezín se fue paulatinamente aflojando comparado con los años anteriores, según indica Jiří Plachý, historiador del Instituto Militar Histórico de la República Checa.

“En febrero se logró expedir un transporte con cerca de 1.200 personas, que fueron acogidas por los médicos de la Cruz Roja de Suiza. En abril apareció entre los presos la noticia de que serían liberadas más personas, y así fue, ya que dieron el cese a un grupo de judíos daneses de los que se ocupó la Cruz Roja de Suecia”.

Con las sorprendentes excarcelaciones, el campo se sumergió en un caos causado por las falsas alarmas. El 11 de abril se difundió una noticia ficticia de que la guerra se había acabado, y los presos comenzaron a festejar.

Terezín,  foto: United States Holocaust Memorial Museum,  Public Domain
Los alemanes calmaron su entusiasmo, pero esta vez sin castigos para sus protagonistas, apunta Jiří Plachý.

“Después de este acontecimiento ya no hubo más represiones. A finales de la guerra los alemanes no se atrevían intervenir de una manera intensiva contra este tipo de festejos. A principios de abril incluso permitieron otra visita de representastes de la Cruz Roja Internacional, que a finales del año entraron en el campo dos veces más. El 3 de mayo la Cruz Roja se asentó en Terezín definitivamente y fue probablemente el mismo día cuando los alemanes le pasaron la gestión total del campo”.

La mayor ejecución una semana antes del fin de la guerra

Jaroslav Fiala,  foto: Archivo del monumento de Terezín
Pese a las riendas más sueltas, la mayor ejecución aun estaba por llegar.

El primero de mayo, una semana antes de que se acabara la contienda, los alemanes trajeron a Terezín una lista con nombres de 70 presos políticos, que ya pensaban que serían puestos en libertad, prosigue Plachý.

“Al oír los tiros del pelotón de fusilamiento, los presos supieron que esto era su condena a la muerte. Algunos lograron esconderse entre otros prisioneros, así que al final no fueron ejecutadas 70 personas, sino 51. La mayoría de los ejecutados eran personas jóvenes de la resistencia de izquierdas, y también un soldado checoslovaco, que luchaba en Francia y que fue capturado en 1940. La última persona fue Jaroslav Fiala, un temido confidente de la gestapo praguense, que lo encarceló para quitárselo de sus filas.”

La epidemia de tifus exantemático acaba con más vidas

Terezín,  Mayo de 1945,  foto: Josef Vosolsobě,  ČT24
El 8 de mayo Terezín fue definitivamente liberado del mando nazi, pero la muerte aun no pensó abandonar el campo. El primer caso de la tifea exantemática apareció entre los presos el 25 de abril y se cobró más de 1.500 vidas, comenta Jiří Plachý.

“El problema fue que los alemanes transportaron a Terezín a un grupo de prisioneros de un frente oriental. Durante las transportaciones los presos se contagiaron de varias enfermedades, incluidas las infecciosas. El campo de Terezín ya estaba repleto y venía más y más gente, con lo que se produjo una epidemia que mató a cientos de presos, y también mucha gente del personal médico que llegó a ayudar antes de que se acabara la guerra”.

Los judíos compartían comida con sus enemigos

Marie Bernáthová,  foto: Dominika Bernáthová
El 4 de mayo llegó a Terezín un grupo de médicos y enfermeros checos para ayudar a los presos. En la ciudad se establecieron en total cinco hospitales de campaña con laboratorios móviles, estaciones de despiojo y cuartos de baño.

Marie Bernáthová tenía 19 años cuando llegó a Terezín como enfermera. Según recuerda, sus pacientes se hallaban en un estado desastroso.

“La gente estaba en los huesos. Una habitación era para los judíos yidish y la segunda para los que hablaban francés e italiano. Entre ellos se encontraba un checo, que se mostraba muy preocupado por su familia, intentando averiguar si alguien había sobrevivido. Estaba en un estado tan crítico que no logró averiguar mucha información. También había allí un ruso que deseaba que alguien escribiera una carta en azbuca a su familia. Yo me encargué de ello y escribí unas cuantas”.

Terezín,  Mayo de 1945,  foto: United States Holocaust Memorial Museum,  Public Domain
Lo más sorprendente para Marie Bernáthová fue la actitud de sus pacientes. Tras todo el sufrimiento deparado por los nazis, los ex presos llegaron a superar el odio y ayudar a las personas en apuros. Incluso cuando venían de las filas de sus atormentadores.

“Entonces no sobraba comida para nadie. Los pacientes tenían que comer tres veces al día y cada uno obtenía unos cinco panecillos y leche. Ellos compartían esta comida con los alemanes que fueron enviados al campo para limpiar. Les pregunté por qué compartían la comida con ellos, a lo que me contestaron que habían vivido allí y sabían lo que era el hambre realmente. Me dijeron que si los alemanes tenían que trabajar allí que al menos comieran. Los prisioneros tuvieron que pasar en Terezín unos momentos terribles, cuando les daban pena incluso los alemanes. Y la misma actitud la tenía también la gente en otros hospitales. Los ex presos no querían vengarse”.

Queríamos ayudar en Praga

El Levantamiento de Praga | Foto: APF Český rozhlas
Terezín no fue el único lugar donde Marie Bernáthová ayudó. Tras el Levantamiento de Praga, desatado el 5 de mayo de 1945, partió a la capital checa para ayudar a los necesitados.

El Levantamiento de Praga fue planeado por las Unidades de la Resistencia Antinazi desde principios del mismo año.

Sus objetivo eran liberar Bohemia y Moravia del mando nazi, minimalizar los daños bélicos y defender la industria del país ante los alemanes. Al principio la iniciativa tuvo forma de manifestaciones que posteriormente desembocaron en un inmenso levantamiento.

Ferdinand Schörner,  foto: Bundesarchiv,  Bild 183-L29176 / CC-BY-SA
Praga entonces se hallaba ocupada por el ejército nazi de Ferdinand Schörner que contaba con un millón de soldados. El impulso para desencadenar las rebeliones llegó tras la orden del Gobierno del Protectorado, que mandó suspender la administración bilingüe, en checo y alemán.

La gente se puso con fervor a quitar los carteles en alemán y las banderas del Tercer Reich, desplazándolas por las checoslovacas. El 5 de mayo este entusiasmo absorbió a toda la ciudad.

Aunque las órdenes del Gobierno prohibían cualquier tipo de violencia, los alemanes dispararon a las muchedumbres. La Radiodifusión Checa emitía llamamientos al pueblo checoslovaco a que luchara contra los nazis, lo que causó una tensa lucha por el edificio de la radio, que se cobró a muchas víctimas.

En la noche del 5 a 6 de mayo, los rebeldes checoslovacos levantaron en Praga más de 2.000 barricadas. Para derrotar a los alemanes les faltaban armas más potentes, que finalmente obtuvieron de los soldados del Ejército Ruso de Liberación del general Vlásov, una unidad controvertida en la historia de la guerra.

Andréi Vlásov,  foto: Bundesarchiv,  Bild 146-1984-101-29 / CC-BY-SA
Aunque de origen soviético, el Ejército de Vlásov nació bajo la protección de Adolf Hitler. Sus soldados se opusieron al régimen de Jósif Stalin y se comprometieron a acabar con él.

Tras unas discordias dentro de la unidad, una parte del Ejército partió a Praga para ayudar a los checos.

Estos soldados ayudaron a Marie Bernáthová a llegar a la capital para que atendiera a los heridos, según recuerda.

“Nos dieron un coche de ambulancia con un chófer. Durante el camino todo estaba cerrado, había barricadas, y tardamos en llegar a Praga como medio día. Justo cuando llegamos, los soldados de Vlásov fueron expulsados de Praga. Algunos querían volver y nosotros les dijimos que no nos podrían acompañar, ya que ir armado en un coche de ambulancia estaba prohibido. Ellos se reían y nos decían que querían volver allí y ayudarnos”.

Cuidar de los rusos borrachos

Ejército Rojo,  foto: ČT24
En compañía de otra enfermera, Marie Bernáthová buscó en Praga una unidad que necesitara sus servicios médicos. Todos los centros contaban con suficiente personal hasta que llegaron al hospital de Vinohrady, donde se precisaba personal para atender unos casos curiosos.

“Necesitaban atención médica para el Departamento de Medicina Interna donde recogían a los rusos borrachos. Nadie quería trabajar allí por el comportamiento de los pacientes. Yo sabía ruso, así que cuando me molestaban, les sabía reprender”.

El cubrimiento de las huellas de las barbaridades nazis

Terezín | Foto: United States Holocaust Memorial Museum,  public domain
Tras el establecimiento de la Cruz Roja Internacional en el campo de Terezín el 2 de mayo de 1945, los nazis eran coscientes de que su poder llegaba a su final.

Muchos abandonaron el campo ya el 4 de mayo, mientras que otros intentaron cubrir las huellas de las crueldades llevadas a cabo durante la contienda, según comenta Vojtěch Blodig.

“Había dos grupos de personas. Unos querían escaparse y dejar las cosas tal y como estaban. El segundo grupo buscaba coartadas, quería limpiar las huellas, destruía la documentación y echaba la ceniza de una gran parte de las víctimas al río, pero por suerte no lograron hacer desaparecer todas las pruebas de las crueldades que llevaron a cabo durante años”.

foto: public domain
Cuando el 8 de mayo llegó el Ejército Rojo a Terezín, los alemanes ya estaban a la fuga. La mayoría de ellos sin embargo nunca ha sido castigada por las barbaridades cometidas en el campo.

Tras la liberación de Terezín, los ex presos tuvieron que permanecer durante 15 días en cuarentena para no difundir enfermedades.

Antes de ser repatriados, todos los integrantes tuvieron que pasar por una desinfección de su ropa y equipaje y someterse a minuciosas revisiones médicas tanto en el campo como después en sus ciudades.

La mayoría de los presos abandonaron definitivamente Terezín en junio de 1945. Muchos judíos alemanes, austríacos y húngaros se negaron a regresar a sus países y pidieron exilio en Estados Unidos o Palestina.

El Monumento del Sufrimiento Nacional en Terezín,  foto: Denisa Tomanová
En Terezín se halla actualmente el Monumento del Sufrimiento Nacional, cuya misión es conservar la memoria de las víctimas de la persecusión racista y política durante la ocupación de los alemanes nazis, que en total asesinaron a más de 6.000.000 de judíos y otras personas de diferentes etnias.