Se despide Konírna, una de las vinerías más tradicionales de Praga
Con un salón original de 1935 que recuerda a una caballeriza, el bar retro Konírna ofrece no solo una gran selección de vinos de Moravia del Sur sino también un verdadero viaje en el tiempo. En esta entrevista, su actual dueño Ivan Latovský nos abre, poco antes de cerrar, las puertas de uno de esos lugares donde se respira la historia.
Sucede incluso en ciudades como Praga, donde las distintas capas de la historia parecen convivir, en cierta forma, con el presente. A fines del mes de junio, cerrará una de las vinerías más tradicionales de la capital checa que, desde 1935, se ha mantenido en pie en la céntrica calle Hybernská, en una ubicación privilegiada entre la Torre de la Pólvora y la estación de trenes Masaryk. Es tan angosta su fachada que tal vez puede pasar desapercibida. Sin embargo, oculta un lugar inesperado y bastante más amplio de lo que parece a simple vista. Con carteles llamativos recuerda el año en que nació esta vinería cuyo particular nombre intenta explicar su actual dueño, Ivan Latovský.
“¿Por qué se llama Konírna (Caballeriza) este lugar? La verdad que nadie lo sabe con certeza, pero por supuesto tiene que ver con los caballos y en mi opinión es porque se relevaba a los caballos de correo en algunos de los espacios de este local antes de 1935, año en que se convirtió en una vinería”.
En todo caso, aclara Latovský que todo se veía más o menos igual cuando, en 1989, le compró las instalaciones a los herederos del primer propietario, el señor Struppl, quien, ya en la década del treinta, había conseguido las fotos, candelabros y herraduras que hacen honor al nombre de la vinería. A manera de antesala, lo primero que se ve al entrar es una charcutería con algunas pocas mesas. Luego aparece una barra muy grande y bien equipada y, recién un poco más al fondo, el interior antiguo que remite al universo de los caballos. En realidad el interior se divide, a su vez, en dos espacios: uno muy reducido pero pintoresco que suele permanecer cerrado, y el salón principal que tiene varios asientos de madera en los que caben hasta seis personas. Si bien al ingresar a este sitio, prevalece la sensación de que el tiempo se detuvo, Latovský revela que el público no suele ser siempre el mismo.
“La clientela cambia en forma constante porque ya llevo aquí más de tres décadas y quizás algunas personas vinieron aquí durante dos años seguidos, pero luego simplemente dejan de verse”.
“La clientela cambia en forma constante, sí, porque ya llevo aquí más de tres décadas y quizás algunas personas vinieron aquí durante dos años seguidos, pero luego simplemente dejan de verse o incluso más de uno también muere, si hablamos de las generaciones más grandes. Nosotros siempre los recordamos, el otro día nombramos incluso a unos diez clientes habituales que teníamos y formaban parte de una generación que ya se ha extinguido”.
Además de especializarse en vinos blancos y tintos de la región de Moravia del Sur, la vinería Konírna ofrece también algunas comidas checas típicas como guláš, codillo de cerdo y una gran variedad de sopas. En cuanto a cervezas, cuenta Latovský que prefieren trabajar con Staropramen, a tono con su naturaleza de vinería tradicional de la antigua Praga a la que, no obstante, suelen llegar también algunos extranjeros.
“Por supuesto que predomina la clientela checa, pero de vez en cuando tenemos también algunos extranjeros, por ejemplo ingleses, y recién estaban sentados unos daneses, tanto ellos como otros nos descubren porque vienen, con regularidad, al hotel de al lado”.
Además de ser un sitio ideal para quienes no sienten preferencia por los lugares modernos, a los extranjeros les atrae mucho el interior de la vinería y su especial atmósfera que, por momentos, recuerda a un decorado cinematográfico. De hecho, Latovský prestó el lugar para filmar algunos programas como la serie romántica Až po uši (Hasta las orejas) o el episodio "Es solo rock'n roll" de la famosa serie El siglo checo, en el que un joven Václav Havel recorría la vinería. Como si fuera poco, cuenta Latovský que, además del ex presidente Miloš Zeman, Konírna tuvo, entre sus clientes habituales, a un notable actor nacional que se destacó en el ámbito del teatro, pero también en el cine y la televisión.
“Al principio venía incluso el famoso actor checo Václav Voska, debido a que en el actual Hotel Central estaba el teatro Komorní, y él venía a tomar su vinito ya desde la mañana. En esa época todo era bastante distinto y la vinería estaba llena incluso a esa hora”.
“En los años de la Primera República, esto solía ser la mejor charcutería del centro de Praga. Ahora atendemos solo mi mujer y yo, pero diez años atrás tenía unos diez empleados porque, en ese entonces, no había tantos negocios”.
En efecto, desde que este comerciante nacido en Praga y orgulloso de su ciudad natal se hizo cargo de la vinería hace más de treinta años, fue testigo de muchísimos cambios que transformaron la capital checa. Así, entre múltiples cuadros y fotos que recuerdan el universo de los caballos pero también la ciudad de Praga, Latovský conserva una foto que muestra cómo era la fachada de la antigua vinería y parte de la calle en los lejanos tiempos de su primer propietario.
“En la época del señor Struppl, en los años de la Primera República, esto solía ser una famosa charcutería, no era sólo el bar de vinos. De hecho, decían que era la mejor charcutería del centro de Praga. Ahora atendemos solo mi mujer y yo, pero diez años atrás tenía unos diez empleados: dos camareros que se iban turnando todo el día, cuatro vendedores en la charcutería... Eso se terminó porque, en ese entonces, no había tantos negocios, no había nada”.
En general, mientras Margarita, su mujer, está en la barra, Latovský se encarga de servir a los clientes y también de conversar un poco con ellos, algo que suelen destacar mucho los visitantes en las reseñas positivas que dejan en internet. De algún modo, el exigente trabajo de esta pareja que, en la actualidad, atiende la vinería de lunes a viernes de 11:30 a 20:30, estaba quizás predestinado ya que se conocieron, precisamente, en un negocio.
“Bueno, yo trabajaba como gerente de un autoservicio muy grande que había en la calle Revoluční, porque yo me formé en ese terreno, y entonces mi esposa llegó para controlar si todo estaba bien. Así nos conocimos y supongo que se enamoró de mí enseguida”.
Más allá de tomarse las cosas con humor, Ivan Latovský no puede evitar sentir cierta nostalgia por concluir una tarea que le llevó buena parte de su vida. Y si bien el local, que pertenece a la Academia de Ciencias de la República Checa será reconstruido, explica que se acordó preservar para las próximas generaciones el interior original de 1935. Por otra parte, tanto él como su mujer están bastante agotados de trabajar tanto y no ven con malos ojos descansar un poco. Incluso planean hacer un largo viaje para visitar, sobre todo, algunos países de Latinoamérica y, por qué no, disfrutar ahora ellos mismos de un buen Malbec.