Se acaba de traducir al checo la novela Elena sabe, de Claudia Piñeiro
Casi en simultáneo al estreno de su película en Netflix, la novela Elena sabe, de la escritora argentina Claudia Piñeiro, fue traducida al checo por Jana Novotná, que se desempeñó como agregada cultural en España luego de la Revolución de Terciopelo. En esta entrevista, tanto la autora como la traductora nos adelantan sus impresiones sobre la historia de una mujer que busca esclarecer la muerte de su hija mientras padece los embates del Parkinson.
Aunque lleva toda la vida trabajando con el idioma español, Jana Novotná confiesa que, en realidad, ella quería estudiar persa, pero explica que no pudo hacerlo porque las vacantes eran muy pocas y, en la época del comunismo, muchas veces no alcanzaba con tener las mejores calificaciones. Graduada con una tesis sobre la novela picaresca española cuenta que, justo en 1968, empezó a trabajar en la redacción española de la Agencia de Prensa Checoslovaca (ČTK), donde muy pronto entró en contacto con la disidencia checa repartiendo volantes y armando periódicos clandestinos. Poco después trabajó también como presentadora del grupo Linterna Mágica, lo cual le permitió viajar, por ejemplo, a México y Cuba durante la década del setenta. Y todo eso fue alimentando, de algún modo, su vocación de traductora.
“Mi trabajo de traductora, de alguna manera, coincide con mi vida política. Yo siempre había querido traducir libros, lo cual no era tan fácil, pero tuve la suerte de que el primer libro que traduje fue Cinco horas con Mario, de Miguel Delibes, que después se convirtió en uno de mis autores favoritos. De él después traduje El disputado voto del señor Cayo y luego, por supuesto, a otros escritores”.
Si bien la traducción empezaba a convertirse, entonces, en una de sus principales tareas, revela Jana Novotná que, con la única excepción de Los santos inocentes, otra novela de Miguel Delibes publicada originalmente en 1981, todos sus trabajos fueron quedando suspendidos luego de decidir convertirse en una de las signatarias de la célebre Carta 77.
“Y a mí me pareció completamente natural tener que firmarla, aunque mis amigos de Carta me decían: ‘Jana no la firmes, te necesitamos porque tú puedes viajar todavía, puedes ayudarnos’. Pero yo creía que no podía dejar a la gente que estaba en la cárcel sola, entonces firmé la carta inmediatamente en el año 77 y eso significó que me echaran de todos los trabajos, naturalmente”.
Sin embargo, inmediatamente después de la Revolución de Terciopelo, esos mismos amigos con los que repartía periódicos clandestinos y libros en ediciones samizdat, muchos de los cuales habían estado varios años presos, le propusieron a Jana Novotná asumir el cargo de agregada de Cultura y Educación en la Embajada en España, teniendo en cuenta sus aptitudes, su dominio del idioma y su interés en esa cultura. Y aunque estaba en juego un rotundo cambio de vida, asegura que no dudó en aceptar llevar a cabo ese mandato que duró casi cuatro años y tuvo también algunas complicaciones.
“Fue algo maravilloso por un lado, pero para mí que tengo una disciplina, digamos, alemana, me decía cómo este país puede desarrollase, si, por ejemplo, tenía una cita en el Ministerio de Cultura a las diez y a las doce, en el de Educación, me decían ‘pero ahora tenemos una pausa, vamos a tomar un café’. Yo organizaba muchas exposiciones y hasta último momento nunca tenía la seguridad de que todo estuviera listo, pero de alguna forma siempre salía. Pero la verdad es que, al cabo de los seis primeros meses, yo me quería volver porque no podía trabajar... A pesar de que amo España, amo la cultura española y tenía muchos amigos, la diferencia cultural era muy grande”.
En esa misma época, se animó a traducir al español, gracias a la supervisión de un amigo, cuatro libros de Václav Havel, a quien recuerda como la persona que abrió a su país las puertas del mundo, generando una gran admiración también entre los españoles. Ya de regreso a Praga, además de trabajar, por ejemplo, como secretaria en el Senado, Jana Novotná se dio el gusto de seguir traduciendo. En especial a autores españoles como José Jiménez Lozano, ganador del Premio Cervantes en el año 2002. Y, de a poco, también a algunos autores latinoamericanos como Isabel Allende, Marcos Aguinis y Andrés Neuman.
Praga como prioridad
“No conozco Praga y me encantaría conocerla, es de esas ciudades que están en el pendiente”.
Claudia Piñeiro
Afirma Jana Novotná que toda esa experiencia previa la animó a aceptar la propuesta de traducir un libro, en su opinión, complejo como Elena sabe, de Claudia Piñeiro, una de las autoras argentinas más destacadas en la actualidad. Muchas de sus obras fueron adaptadas al cine y, en efecto, casi en simultáneo a esta traducción al checo, se estrenó una película en Netflix basada en esa misma novela que también puede verse en Chequia, al igual que la serie El reino (traducida al checo como Jeho Království) que la autora escribió junto al realizador Marcelo Piñeyro. Es decir que, aunque no le faltan las ganas de hacerlo, sus obras llegaron al país antes que ella.
“No conozco Praga y me encantaría conocerla, es de esas ciudades que están en el pendiente y cada vez que voy a Europa por otro motivo de trabajo trato de ver si me puedo estirar para ir a Praga. Me pasa que en todos los viajes que hice no podía llegar. Pero voy a confesar otra cosa: la única vez que podía haber llegado porque estaba más o menos cerca, hacía tanto frío en Praga que eso me acobardó, porque Buenos Aires es una ciudad donde no hace tanto frío y realmente sentí que iba a ser muy difícil recorrer la ciudad con temperaturas tan bajas. Pero lo tengo como prioridad máxima y en cuanto pueda estirar alguno de mis viajes para conocer esa ciudad lo voy a hacer porque no solo tengo este deseo hace mucho sino que mi pareja me insiste todo el tiempo porque él si la conoce y cada vez que viajamos a algún lado me dice ‘tienes que conocer Praga’”.
Traducida a más de treinta idiomas, con varios premios y diez novelas en su haber, asegura Claudia Piñeiro que llegar con sus libros a nuevos países siempre es para ella un motivo de alegría y el caso concreto de esta traducción al checo, por supuesto, no es la excepción.
“Todos los lectores son distintos y, a su vez, todos compartimos muchas cuestiones en común, más de lo que pensamos. Entonces, cuando empiezan a llegar mensajes de gente que está leyendo en otros idiomas, en otros países y en otras ciudades y que se sienten identificados con la historia, por ejemplo, de Elena, una mujer que tiene Parkinson, cuya hija apareció muerta y quiere averiguar qué pasó y, sobre todo, tiene que lidiar con ese cuerpo que solamente funciona con las pastillas que toma... creo que son historias que empiezan a recorrer muchos lugares comunes: la ancianidad, el desamparo, la soledad… Son lugares comunes en ciudades donde la población es mayor, donde hay mucha soledad en algunos sectores y edades, y donde se puede generar una muy buena identificación con lo que le está pasando al personaje”.
Un problema cada vez más urgente
“Para muchos yo creo que será muy útil ver cómo se lucha contra el Parkinson, que es un tema del que no se habla mucho”.
Jana Novotná
Por su parte, la traductora Jana Novotná coincide con la autora en que la modalidad con que la novela aborda un tema no tan tratado en la literatura puede llegar a generar mucho interés entre los lectores checos.
“Para muchos yo creo que será muy útil ver cómo se lucha contra el Parkinson, que es un tema del que no se habla mucho y mucho menos desde el lugar de la heroína de un libro y la verdad es que deberíamos hablar de Alzheimer, Parkinson, que será un problema cada vez más urgente”.
Del mismo modo, destaca Novotná que, pese a estar enferma y haber perdido nada menos que a su hija, Elena no se siente sola y, de hecho, se sigue mostrando ante los demás y ante ella misma como una mujer fuerte, lo cual no deja de verlo como un mensaje de que, incluso en esas circunstancias, siempre es posible sobreponerse. Al mismo tiempo, afirma que eso se va fundiendo con el impacto que, a lo largo de su búsqueda, va generando en Elena todo aquello que quizás no conocía tan bien de su hija. Y así como durante su mandato como agregada cultural en España experimentó muchas diferencias culturales, Jana Novotná revela que, también en este caso, le costó descifrar algunas cuestiones muy argentinas como, por ejemplo, la palabra “posta”, aunque asegura que lo más difícil fueron
“En cada traducción una se pregunta si al lector checo no le pueden molestar las frases larguísimas y hasta algunas editoriales incluso piden dividirlas un poco para una mejor aceptación del público checo, pero yo siempre pienso que se trata de algo inherente en este caso a la autora, a su estilo, y por suerte en la editorial aceptaron dejarlo así”.
Concluye aliviada Jana Novotná que el único cambio que propuso la editorial y ella aceptó está inspirado en la traducción de esta novela al inglés: utilizar la letra cursiva para diferenciar los diálogos del pensamiento de Elena. Algo que, a su modo de ver, no afecta para nada el estilo de la autora y facilita, a su vez, el trabajo de los lectores.