Puente de Carlos: exposición al aire libre del barroco checo
El puente de Carlos, construido a mediados del siglo 14 sobre el río Vltava, es hoy en día una atracción turística de primera magnitud. También en la Edad Media el puente de 516 metros era considerado por los viajeros como la obra más grandiosa de la capital checa y un portento de la técnica. A principios del siglo 18 rejuveneció y se engalanó con una admirable decoración de estatuas barrocas que hasta hoy en día dejan maravillado a todo visitante que recorra esta primorosa galería al aire libre.
El puente de Carlos fue construido para enlazar la Ciudad Vieja de Praga con el Castillo, sede de los reyes checos. Por las piedras seculares de esta animadísima arteria pasó la Historia con mayúscula.
Por el puente de Carlos huyó en 1620 de Praga Federico del Palatinado, elegido rey checo por los rebeldes estamentos checos, tras perder al frente de las tropas protestantes la funesta Batalla de la Montaña Blanca, librada en los alrededores de la capital checa con las huestes católicas. La derrota dejaría al reino checo a merced de los Habsburgo.
En una torre que guardaba la entrada al puente de Carlos desde la Ciudad Vieja de Praga se exhibieron desde 1621 las cabezas de los dirigentes decapitados de la insurrección contra los Habsburgo...
Los enfrentamientos entre protestantes y católicos en el reino de Bohemia fueron el detonante de la Guerra de los Treinta Años que en la primera mitad del siglo 17 asoló el continente europeo. Casi al término de la contienda, en 1648, el puente de Carlos fue escenario de combates entre las tropas suecas y los praguenses.
En el año revolucionario de 1848, estudiantes armados combatieron en una barricada situada al pie de la torre del puente de Carlos, en la margen de la Ciudad Vieja de Praga.
El comandante militar de Bohemia, el príncipe Alfred Windischgrätz, ordenó bombardear Praga y los obuses dañaron ocho estatuas del puente de Carlos.
A lo largo de la historia, el puente tuvo que hacer frente también a los elementos naturales desencadenados.Desde el siglo 14 hasta la actualidad la obra del emperador Carlos IV sufrió en cinco ocasiones grandes daños, causados por crecidas del río Vltava. Las más detalladas informaciones de que se dispone son las relacionadas con las crecidas de 1784 y 1890.Sin embargo, el daño no procedía de las propias aguas sino de lo que amontonaban alrededor de los pilares:bancos de hielo y troncos de árboles.
En 1784 causaron catastróficos daños al puente precisamente los bancos de hielo. Un pilar y una garita militar construída sobre él se derrumbaron y en las turbulentas aguas perecieron cuatro soldados.
La crecida de 1890 fue una de las mayores catástrofes naturales que jamás afectaron a Praga y al puente de Carlos.Troncos de balsas obstruyeron los arcos del puente, causando el derrumbe de dos pilares y tres de los 16 arcos.
El visitante que hoy en día recorre los 516 metros del puente de Carlos tiene la impresión de contemplar una singular exposición al ire libre del barroco checo. Las estatuas y grupos escultóricos barrocos que coronan los pilares fueron instalados en el puente entre 1683 y 1713.
Todavía a principios de los años 80 del siglo 17 los pilares del puente estaban prácticamente desnudos, con excepción de unas almitas, un crucifijo y una estatua del caballero Bruncvík, dañada por el bombardeo sueco de 1648.
En 1683 fue instalada en el puente una estatua en metal de San Juan Nepomuceno del escultor Jan Brokoff. Fue una manifestación de fe en la santidad del mártir que en aquel entonces ni siquiera estaba beatificado.La estatua con una auréola de estrellas se convirtió en un símbolo muy popular que se difundió rápidamente por todos los confines del mundo.
Tras el grupo escultórico de la Piedad de Jan Brokoff, de 1695, fue colocada en el puente la estatua del patrono checo, San Venceslao, con ángeles. Su autor fue el italiano Ottavio Mosto.
La idea de decorar el puente con una galería de estatuas surgió, al parecer, a principios del siglo 18. El núcleo de esta exposición al aire libre del barroco checo fue creado en un tiempo récord: en tan sólo 8 años.
Entre 1706 y 1714 fueron instaladas en los pilares 26 obras consideradas las mejores de toda la decoración escultórica del puente de Carlos.
Uno de los más espléndidos grupos escultóricos del puente de Carlos fue esculpido en 1710 por Matyás Bernard Braun. Está dedicado a la monja cisterciense Santa Luitgarda. Rezando, la santa tuvo la visión de que Cristo bajó de la cruz y que le ofrecía sus llagas para que la monja las besara.
Matyás Bernard Braun plasmó esta visión en piedra partiendo de un dibujo del pintor checo Petr Brandl. En ninguna de las obras plásticas del puente de Carlos se refleja de manera tan honda el espíritu del baroco como en la expresión arrebatada de Santa Luitgarda.
Otro sobresaliente escultor barroco checo, Ferdinand Maxmilián Brokoff, creó para el puente de Carlos los grupos escultóricos de San Francisco de Borja, San Vicente Ferrer y San Procopio...
El grupo escultórico de San Ignacio de Loyola, de 6 metros de altura, cayó posteriormente en las aguas crecidas del río Vltava. Pero fue rescatado y hoy en día esta reliquia forma parte del lapidario de la capital checa.
A Ferdinand Maxmilián Brokoff se debe también la obra escultórica más popular del puente de Carlos que representa a San Juan de Mata, S. Félix de Valois y San Iván. Los dos primeros santos son fundadores de la Orden de los trinitarios que rescató del cautiverio otomano a 400 mil cautivos cristianos.
En la parte inferior del monumento se contempla una prisión con figuras de cristianos, custodiados por un perro y un turco que encarna la indiferencia ante el sufrimiento de los cautivos.
Un escultor francés comparó el puente de Carlos con su hueste de santos al mítico centauro, mitad hombre, mitad caballo. Pues también en el puente de Carlos su base gótica y las estatuas modeladas por el espíritu barroco forman un conjunto singular y único.