Petr Fejk: “El zoológico es un marketing que busca salvar la naturaleza”
Entre 1997 y 2009 Petr Fejk se encargó de transformar el jardín zoológico de Praga en uno de los diez mejor cuidados del mundo y en el segundo lugar más visitado del país después del Castillo de Praga. Sin embargo, para conseguirlo tuvo que sobreponerse a los problemas heredados del socialismo y las terribles pérdidas de las inundaciones en 2002. En esta entrevista, reconoce que muchas veces tienen razón quienes están en contra de los zoológicos, aunque al mismo tiempo explica los motivos que podrían justificar su existencia.
Alguien que sí supo aprovechar la disponibilidad de tiempo, quizás el único punto positivo entre todos los inconvenientes y traumas que supone la pandemia, fue Petr Fejk quien, durante más de diez años, entre 1997 y 2009, fue el director del jardín zoológico de Praga y logró convertirlo en uno de los diez mejores del mundo y el segundo lugar más visitado del país después del Castillo de Praga. Justamente, esa experiencia es la que decidió contar en Cómo se hace un zoológico, el libro que acaba de publicar y distribuir de forma absolutamente independiente.
“Escribir la primera mitad del libro me llevó más de siete años mientras que la segunda mitad la hice en apenas dos meses y medio porque estuve encerrado en casa a raíz de la pandemia y me dije que ya era momento de terminarlo”.
Él mismo se encarga de llevar los ejemplares al domicilio de cada lector. Y si bien se trata de su primera experiencia editorial, Fejk estudió, en realidad, historia y literatura. Sin embargo, considera que a la hora de ganar el concurso para dirigir el jardín zoológico de Praga venir de otro ámbito significó más bien una ventaja porque, por ese entonces, la institución estaba llena de zoólogos y, sin embargo, padecía una profunda crisis heredada de la época socialista.
Hoy entiende que no se trataba solo de un tema económico sino de toda una postura acerca de cómo dirigir un zoológico y tratar a los animales que, en su opinión, antes solo eran vistos como objetos de colección. De hecho, explica que, en el caso de los pájaros exóticos, solo se buscaba tener una pareja en jaulas muy bajas y prácticas para facilitar el trabajo de crianza y limpieza. El problema es que no eran hábitats convenientes para esas aves ni tampoco, según indica, algo atractivo para el público. Es por eso que, apenas se convirtió en director, Fejk propuso instalar un sitio mucho más amplio donde pudieran dejar volar a los pájaros, aunque asegura que esa idea fue tomada casi como un atentado por quienes pretendían controlarlo todo.
“Si había cierta cantidad de pájaros ellos querían que todos, el cien por ciento, llegaran a la vejez y murieran de muerte natural pero justamente eso no es posible en un mundo natural”.
La idea de Fejk era, entonces, darles un margen de libertad aunque eso implicara cierto riesgo. Es decir, si bien con ese cambio quizás solo llegaban a la vejez siete ejemplares, en épocas anteriores los diez pájaros que cumplían el ciclo vital ni siquiera aprendían a abrir las alas.
Cuenta Fejk que para inspirarse visitó alrededor de doscientos zoológicos de todo el mundo. Asegura que el de Praga es una especie de compilación de los lugares que más le gustaron: especialmente los buenos zoológicos de países similares en tamaño como Holanda o Suiza. De todas formas, afirma que su preferido es el zoológico de Doué-la-Fontaine en Francia. Justamente por destinar a los animales un hábitat más natural, a tal punto que, en su opinión, los visitantes muchas veces tienen la sensación de que no se trata de animales en cautiverio. Si bien Fejk reconoce que no pudo lograr del todo esa impresión en el zoo de Praga sí se considera un pionero en dejar que la gente pudiera pasear cerca de los animales, dejándolos entrar a los pabellones de pájaros o caminar entre los monos.
Respecto a quienes se oponen a la idea de cualquier zoológico más allá de sus condiciones Fejk dice que es necesario debatir con esas personas porque, en gran medida, tienen razón. Incluso reconoce que en la misma idea del jardín zoológico hay una gran contradicción que es la de encerrar a los animales salvajes. Por lo tanto, asegura que debe haber una razón de peso que justifique su existencia: no entretener a la gente sino salvar a las especies en peligro de extinción o aquellos animales que ya no pueden sobrevivir en condiciones naturales.
“Y el otro argumento, en mi opinión, aún más importante es formar al visitante porque el gran responsable del rumbo que toma el planeta no es otro que el hombre”.
En ese sentido, Fejk opina que los zoológicos que realmente valen la pena son los que tienen como objetivo devolver a la naturaleza a los animales criados en el zoológico o, al menos, destinar parte de sus ingresos a organizaciones que protegen la naturaleza. Sin embargo, aún más importante es para él influir en la manera de pensar de la gente: enseñarles más sobre los animales y lograr que modifiquen su actitud hacia ellos y el medio ambiente en general. Fejk resume la idea al definir al zoológico como un marketing destinado a salvar la naturaleza y, justamente, ese cambio de paradigma es lo que celebra haber logrado implementar en el jardín zoológico de Praga.
“En ese sentido creo que nosotros hicimos un buen trabajo: pasamos de trescientos mil visitantes al año a un millón cuatrocientos mil, y llegamos a recaudar casi dos millones de euros solo en donaciones”.
Sin embargo, Fejk reconoce que esos objetivos los alcanzaron solo en los últimos años de gestión. Explica que los primeros cinco años de los trece que estuvo como director se mantuvo ocupado tratando de modificar la conducta heredada de la época socialista, casi sin poder generar dinero y sin una cultura de servicio. Y justo cuando empezaban a generar un cambio considerable llegó la inundación de 2002, que originó una crisis aún más profunda: la muerte de 134 animales, daños materiales que ascendieron a casi dos millones de euros y, por supuesto, perjuicios morales y en la imagen de la institución ya que, según cuenta Fejk, mucha gente empezó a criticarlos con dureza por no haber podido salvar a los animales.
“Pero también tuvimos suerte porque, por ejemplo, llegué a asegurar el zoológico solo un año antes de las inundaciones”.
Fejk cuenta aún con asombro que esa suerte es totalmente mensurable: el zoológico pagó menos de 40 000 euros por el seguro y la compañía le devolvió 6 500 000 euros. Lo notable es que obtener un contrato de seguro había sido precisamente uno de los objetivos de su mandato: al haber tantos espacios distintos en un jardín zoológico no se trata de un trámite sencillo. Fejk afirma que la solidaridad de los checos fue clave para salir en solo tres años de la gran crisis de las inundaciones y conseguir el éxito posterior. De hecho, cuenta que por ese entonces hubo muchas historias de animales que se volvieron un emblema para la sociedad como, por ejemplo, Gaston, un león marino que fue arrastrado por el agua y nadó por los ríos Moldava y Elba hasta Alemania donde finalmente murió de agotamiento. Ese fue, en particular, un año de mucho aprendizaje, aunque aclara Fejk que, durante todo su mandato al frente del zoológico, acumuló un gran conocimiento sobre el reino animal. Por ejemplo, afirma que las jirafas no tienen el cuello alto para alimentarse. Explica Fejk que la verdadera razón genética es la lucha entre los machos: el cuello y la cabeza es su arma y el que gana se queda con la hembra. Sin embargo, el tamaño de ese cuello termina siendo tan exagerado que se vuelve muy peligroso frente a los predadores. Pero, por supuesto, ese no es el único dato que lo sorprendió.
“Lo más interesante que aprendí acerca de los animales durante mis años de director del zoológico fue algo que me dijeron los herpetólogos: durante la incubación depende de la temperatura si de un huevo nace una hembra o un macho”.
Es decir que si la incubación duraba treinta días ellos tenían que generar la temperatura exacta el quinto día, ni un día antes ni un día después. Explica que era necesario tener en cuenta esa información porque la cría debía ser equilibrada. Por último, Fejk afirma que gracias a su trabajo llegó a la conclusión de que si un animal no le parece interesante a alguien es, simplemente, porque no lo conoce lo suficiente.