Científicos de Brno ayudan a detectar el viento que viaja entre galaxias
Científicos de Brno han ayudado a encontrar la manera de detectar el viento que viaja entre galaxias. El estudio ya ha sido publicado en la prestigiosa revista científica Nature.
El fenómeno de la atmósfera galáctica ha sido tema de conversación durante décadas entre la comunidad científica. Entre galaxia y galaxia sopla un viento compuesto por partículas de gas intergaláctico. Por primera vez, un grupo internacional, entre los que se encuentran astrofísicos de la Universidad Masaryk de Brno, ha logrado desarrollar una explicación concreta y detallada sobre este fenómeno. El astrofísico Norbert Werner, de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Brno, explicó a Radio Praga Internacional lo logrado.
"El gas intergaláctico es extremadamente raro y difícil de observar. Sin embargo, gracias al satélite japonés XRISM, ahora podemos medir las velocidades de este gas. Anteriormente, podíamos determinar su temperatura, densidad y presión, pero no teníamos forma de saber cómo se movía".
El satélite XRISM se utilizó para enviar rayos X a través de su telescopio hacia un cúmulo de galaxias ubicadas en la constelación Centaurus, el cual respondió. Las partículas de gas intergaláctico fluyen de manera similar al viento en la Tierra, pero a una velocidad mucho mayor. Los científicos registraron velocidades de entre 100 y 300 kilómetros por segundo.
Detallan que el viento es capaz de transportar materia entre las galaxias, por lo que nada se aglutina entre ellas ni se forman estrellas. El siguiente paso para estos investigadores es entender cómo se forma este viento y cuál es el posible papel que juegan los agujeros negros supermasivos en el centro de las galaxias en este fenómeno.
Martin Jelínek, del Instituto de Astronomía de la Academia de Ciencias checa, explica que los agujeros negros supermasivos son especialmente grandes, con masas que son varios millones de veces la de nuestro Sol. Producen radiación y expulsan plasma. El satélite XRISM asistirá a los expertos a seguir comprendiendo el fenómeno de los agujeros negros y su papel en el flujo de este viento, dice Norbert Werner.
"Este detector voló por primera vez al espacio en 1999, pero el satélite explotó. Luego, en 2005, se lanzó otro satélite japonés con una copia de este detector, pero sufrió una fuga de material refrigerante, por lo que también fue un fracaso. El siguiente intento fue en 2016, cuando el satélite estuvo observando un solo objetivo: un cúmulo de galaxias en Perseo, pero finalmente se desintegró".
Los científicos esperan que con este cuarto intento se pueda prolongar el uso del satélite por al menos cinco años.