Una sastrería a medida de la belleza de Malá Strana
Fundada en 1991 por Vladímir Zach, hace más de un cuarto de siglo que el pintoresco local de la sastrería Zach y Cía. contribuye a mantener la magia tan especial del barrio de Malá Strana. En esta entrevista, la actual dueña de una de las últimas sastrerías tradicionales de Praga nos cuenta los secretos de un oficio casi en extinción que tiene a su cargo una noble tarea: garantizar nada menos que la elegancia de la ciudad.
En pleno barrio de Malá Strana, entre cafecitos, embajadas y palacios, hay una tienda muy especial que hace ya un cuarto de siglo contribuye a mantener la magia de la zona y a la que, a su vez, le sienta muy bien el encanto histórico del barrio. La sastrería Zach y Cía., fundada en 1991 por Vladimír Zach, estaba ubicada, al principio, en la calle Josefská, en la misma casa donde vivía su dueño. Seis meses después se trasladó a la calle Klárov y desde 1992 se encuentra en un encantador local en Újezd 41. Es decir, que siempre perteneció a Malá Strana. Por su parte, Zach ya está jubilado y, aunque tuvo tres hijos, ninguno de ellos siguió sus pasos. No obstante, el negocio sigue por suerte en pie gracias a la labor incansable de Dana Johanidesová.
“Yo comencé a trabajar con él como empleada y, con el tiempo, pasé a ser su socia. Cuando el señor Zach se retiró hace un año, me entregó el negocio. Fue bueno que la sastrería se llamara Zach y Compañía y no Zach e Hijos, porque de ese modo pude continuar con el nombre”.
Más allá de las modas pasajeras
“Trabajo en uno de los lugares más bonitos del planeta, y eso lo compensa todo”.
Dana Johanidesová
Dana comenzó a trabajar en la sastrería cuando solo tenía 21 años y, desde el 2009, se convirtió en socia de la compañía. Como se trata de un negocio pequeño dice que, por momentos, no les resulta fácil superar algunas coyunturas económicas. Sin embargo, es la metodología clásica y artesanal de su trabajo lo que les asegura mantenerse a flote gracias, sobre todo, a la fidelidad de su clientela.
“Tenemos clientes que vienen aquí desde hace treinta años y saben que si quieren un traje para la primavera deben pedirlo más o menos en septiembre. A veces hay clientes que vienen porque necesitan un traje para una boda y nos ponen en apuros porque lo quieren en tres o cuatro meses. Para nosotros ese es un plazo muy corto y entonces tenemos que incluirlos en una lista de espera. Es decir que eso es un poco complicado, pero la verdad es que la mayoría de las veces logran convencerme”.
Dana considera que, aunque en el último tiempo impera más la practicidad que la elegancia, los checos suelen usar una ropa bastante variada, sobre todo en la zona que ella más conoce que es justamente Malá Strana, donde asegura que se ven desde chaquetas de plumas hasta botas de montaña. Sin embargo, ella misma dice que su caso es un poco especial porque hacen la ropa de un modo tradicional, lo cual quiere decir, entre otras cosas, que los trajes que se fabrican en este sitio suelen durar varias décadas, resistiendo al cambio de modas.
“Creo que es mejor cuando los clientes optan por un estilo clásico que les dure mucho tiempo, en lugar de algo ultramoderno que en tres años ya no les guste. Hoy muchas sastrerías están utilizando forros de colores y estampados en los trajes. No me opongo del todo a eso, pero siempre les digo a mis clientes: ‘Podemos poner un forro naranja que hoy está de moda, pero ¿va a querer usted tener eso dentro de diez o quince años?’”.
El trabajo en uno de los lugares más bellos del planeta
Además del aspecto clásico y tradicional de sus cortes, hay algo en el interior de este local decorado con antiguos relojes y sombreros que contribuye a trasladar a sus clientes a un pasado remoto. Como si, además de ofrecerles ropa a medida, los invitaran a viajar en el tiempo. A Dana uno de los aspectos que más le llama la atención de la zona es la estrechez de las veredas. Ella afirma que el negocio con veredas más estrechas es la heladería Angelato, que en verano, para colmo, suele tener filas larguísimas de gente. Sin embargo, la sastrería Zach no se queda, en ese sentido, atrás.
“Yo diría que tenemos el local con la segunda vereda más estrecha. A veces, tanto los clientes como yo nos encontramos esperando en la puerta a que pasen las multitudes de turistas o estudiantes. En esos momentos, me digo a mí misma: ‘esto así no funciona’. Pero luego, cuando voy caminando, por ejemplo, a la oficina de correos, pienso que, desde mi punto de vista, trabajo en uno de los lugares más bonitos del planeta, y eso lo compensa todo. El espacio aquí está un poco desgastado, es antiguo, y luchamos contra eso. Hay un poco de yeso caído que no se puede reparar del todo, pero tiene su encanto”.
Dana cree que en la actualidad existe una tendencia a comprar muchas cosas baratas que no son para nada necesarias, en lugar de comprar algo un poco más caro pero realmente útil. Además tiene la sensación de que últimamente todo es descartable. Lo cierto es que otro elemento que posiblemente favorezca a producir la atmósfera tan especial y hasta histórica del local son, justamente, las distintas herramientas que pueden verse desde el interior de la sastrería. Algunas solo están de adorno como por ejemplo un par de antiguas máquinas de coser, pero otras tienen también el talento de transportar a quienes las vean a otra época, aun cuando se siguen utilizando a diario.
“Las herramientas básicas tradicionales de una sastrería son, por supuesto, la aguja, las tijeras y el dedal. Necesitamos tener un dedal para poder trabajar con la aguja. Suena muy banal, ¿verdad? Porque, ¿qué es en sí una aguja? Pero es todo un tema porque con tantos avances que hubo comprar una aguja de calidad para coser aquí en la República Checa es hoy todo un desafío. Así que estoy contenta de que aún podamos trabajar con estos antiguos modelos que tenemos, básicamente, de los tiempos de la Primera República”.
Václav Havel y otros clientes ilustres
“Cualquiera que mire las fotos que tenemos en nuestro negocio se podrá dar cuenta de que tuvimos como cliente al señor Václav Havel”.
Dana Johanidesová
En cuanto a las principales características que debe tener un buen sastre no deberían faltar, en su opinión, la habilidad manual, un poco de intuición y mucha empatía. Ella está convencida de que el sastre debe saber ponerse en el lugar de los clientes para entender la idea de lo que quieren y recomendarles bien sin que se sientan por eso expuestos ni criticados. De todas formas, asegura que la mayoría de sus clientes son personas que saben muy bien lo que quieren. Por ejemplo, cuenta que casi desde el primer momento en que abrió, la sastrería ha recibido los pedidos de una pareja checa que emigró a Suiza durante el comunismo. Después de la revolución, fueron de visita a Praga y, desde que entraron por casualidad al local atraídos por su estética, se convirtieron hasta el día de hoy en uno de sus mejores clientes. También reciben pedidos desde el extranjero, en general de Estados Unidos, gracias al boca a boca de parejas o parientes checos. Lo cierto es que, a lo largo de su historia, la sastrería Zach ha confeccionado ropa para algunas películas, óperas y obras de teatro, además de haber tenido algunos clientes ilustres.
“No voy a decir quién ha venido aquí a hacernos pedidos de ropa, eso no se hace, pero cualquiera que mire las fotos que tenemos en nuestro negocio se podrá dar cuenta que tuvimos como cliente al señor Václav Havel. También venían el señor Schwarzenberg y el conde Hugo Mensdorff-Pouilly, nada menos que desde Boskovice”.
Cuenta Dana que, por el momento, trabaja en el negocio absolutamente sola sin ningún tipo de ayuda. Explica que hacer las primeras pruebas de unos pantalones y un chaleco puede llevarle unos dos días y medio. A veces se pasa hasta dos semanas haciendo pruebas y revela que ya tiene todo el trabajo planificado hasta los próximos dos meses. Solo en el caso de que algún cliente habitual llegara desesperado a la sastrería pidiendo algún arreglo urgente como acortar las mangas ella intentaría encontrarle un espacio pero realmente es algo difícil. En ese sentido, asegura que esos pedidos a última hora suelen deberse a las bodas y los hacen, sobre todo, los hombres que, en su opinión, suelen acordarse de la ropa tres días antes del evento, mientras que las novias suelen planificar y tener todo listo con varios meses de antelación.
El círculo de la costura
Aunque en la familia de Dana había también una destacada costurera, asegura que el descubrimiento de su oficio se lo debe, en realidad, a la responsable de un curso de costura al que asistió cuando era muy chica.
“Es cierto que mi abuela era costurera en un famoso salón aquí en Praga. Trabajaba para la Sra. Podolská, un nombre muy conocido en Praga y en todo el país. Pero debo admitir que ella falleció cuando yo tenía seis años, así que no tenía una idea clara de su trabajo. Pero en la escuela primaria, me inscribí en un taller de costura y ahí comenzó todo. Recuerdo que la maestra que dirigía el taller me dijo algo que en su momento me sonó terrible pero luego terminé entendiendo: que pensaba que sería mejor en sastrería masculina que en la femenina”.
Con el tiempo, Dana se dio cuenta de que esas palabras eran un elogio porque hoy está convencida de que es mucho más difícil hacer ropa para hombres que ropa de mujeres, a tal punto que los sastres para hombres pueden hacer también ropa femenina pero no al revés. Por otro lado, afirma que en la actualidad no existe en Praga casi ningún lugar que enseñe el oficio de sastre para hombres, por lo que ese campo del trabajo se ha estancado bastante. Por ese mismo motivo hay un día a la semana que la sastrería Zach permanece cerrada, debido a que cada martes ella misma da un taller de costura en otro sitio. Un poco para cerrar el círculo de su propia biografía y otro poco para aportar su granito de arena a evitar que desaparezca ese noble oficio.
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