Chequia festeja su Día Nacional y visitamos Obecní dům, la cuna del estado independiente checoslovaco
La Casa Municipal de Praga no solo es una joya del art nouveau, sino que también fue el lugar donde, el 28 de octubre de 1918, se proclamó la independencia de Checoslovaquia. Desde entonces, ha sido testigo de los momentos más cruciales de la historia checa, desde la ocupación nazi hasta la era comunista, y hoy en día sigue siendo un símbolo vivo de la cultura y la identidad nacional. En el Día Nacional de Chequia, los invitamos a recorrer su historia.
El 28 de octubre de 1918 es una fecha imborrable en la memoria colectiva del pueblo checo. En este día, después de siglos de dominación extranjera y años de lucha política y cultural, Checoslovaquia emergió como un nuevo estado independiente. En el corazón de este hito se encontraba un edificio que no solo representaba la identidad nacional checa, sino que también había sido el epicentro de la vida cultural y política de Praga: la Casa Municipal, conocida en checo como Obecní dům.
Este edificio, que se había inaugurado solo seis años antes de la proclamación de independencia, en 1912, se convirtió en un símbolo de esperanza y resistencia para los checos. En su diseño, sus ornamentos y su papel cultural, la Casa Municipal encarnaba el espíritu del renacimiento nacional checo, lo que la convirtió en el escenario perfecto para anunciar al mundo el nacimiento de un nuevo país.
Según Tomáš Bílek, quien fuera manager del espectacular café que se encuentra hoy dentro del edificio, los cimientos de esta construcción se remontan a épocas muy antiguas.
“Originalmente se encontraba aquí la Corte Real, donde vivían los reyes checos. Hasta después de varios siglos la sede real se trasladó al Castillo de Praga. Más tarde surgió aquí un cuartel. Y después, cuando los habitantes de Praga desearon construir su propia casa representativa, derrumbaron el cuartel y construyeron este edificio”.
El contexto de la independencia checoslovaca
La Primera Guerra Mundial (1914-1918) fue el catalizador de la desintegración del Imperio Austrohúngaro, una entidad política que había dominado gran parte de Europa Central y del Este durante siglos. Al igual que muchas otras naciones bajo el control del imperio, los checos y eslovacos habían estado luchando durante años por mayor autonomía y derechos. Aunque las tierras checas, especialmente Bohemia y Moravia, gozaban de cierto desarrollo industrial y económico bajo el imperio, las tensiones nacionalistas eran palpables.
Las raíces de la independencia de Checoslovaquia se remontan a mediados del siglo XIX, cuando los movimientos de renacimiento nacional checo comenzaron a tomar forma. En ese tiempo, intelectuales y líderes culturales como František Palacký y Karel Havlíček Borovský habían abogado por una mayor autonomía para los checos dentro del Imperio Habsburgo. Sin embargo, sus esfuerzos fueron limitados por la represión política y cultural impuesta por Viena.
Bílek señala que, entre cafés y pasteles, el espíritu independentista cobró la fuerza necesaria para llevar a cabo los cambios que exigía la sociedad.
“En las salas de la Casa Municipal prácticamente fue fundada la República Checoslovaca en 1918. No tenemos documentado qué personajes acudían regularmente a este local. No tenemos en las mesas escrito: aquí solía beber café el fulanito de tal. Pero naturalmente todos los personajes muy importantes de la vida política y cultural de entonces solían venir acá. Aunque no dispongo de la información concreta”.
Con el estallido de la Primera Guerra Mundial, la situación cambió drásticamente. Los checos, como parte del ejército austrohúngaro, se vieron obligados a luchar en nombre de un imperio que muchos ya no consideraban suyo. Esta situación fomentó aún más el sentimiento nacionalista entre los soldados y la población civil. Mientras tanto, en el exilio, líderes como Tomáš Garrigue Masaryk y Edvard Beneš trabajaban incansablemente para obtener el apoyo de las potencias aliadas para la creación de un estado checoslovaco independiente.
Para 1918, el Imperio Austrohúngaro estaba al borde del colapso. En Praga, la situación era tensa, pero el Comité Nacional Checoslovaco, formado en 1916, estaba listo para actuar. Este comité, compuesto por figuras prominentes del movimiento nacionalista checo como Alois Rašín, Antonín Švehla, Karel Kramář y František Soukup, había estado preparando el terreno para la independencia. Y el lugar elegido para la proclamación de este nuevo estado fue la Casa Municipal.
El 28 de octubre de 1918: La proclamación en la Casa Municipal
En la tarde del 28 de octubre de 1918, los miembros del Comité Nacional Checoslovaco se reunieron en la Casa Municipal de Praga para hacer pública la declaración de independencia. Era un momento histórico que cambiaría para siempre la configuración política de Europa Central. En el balcón del Obecní dům, los líderes nacionalistas se dirigieron a una multitud emocionada que había llenado las calles de Praga.
Vlastimil Ježek, experto en el tema, expresa que, si bien el proceso independentista fue largo, la Casa Municipal siempre albergó entre sus salas, mesas y frescos espectaculares, toda la acción política que daría por resultado un cambio histórico.
“El 6 de enero de 1918 fue firmada en este edificio la llamada Declaración de los Reyes Magos, en la que un grupo de políticos checos por primera vez expresó su convicción de que Checoslovaquia debía ser independiente. Más tarde, en abril de ese mismo año, el respetado escritor nacional Alois Jirásek presentó desde el escenario de la Sala Smetana de ese edificio un juramento nacional de los literatos checos. Y el 28 de octubre, en otro de los salones locales inició sus labores el llamado Comité Nacional Checoslovaco. Y también precisamente en este edificio representantes del imperio Austro-Húngaro entregaron el poder sobre los territorios checos y eslovacos al mencionado comité”.
El acto no solo marcó el fin del dominio austrohúngaro sobre las tierras checas y eslovacas, sino también el comienzo de una nueva era de autodeterminación para el pueblo checo. En su discurso, Alois Rašín, uno de los principales arquitectos de la independencia checoslovaca, declaró que el pueblo checo y eslovaco ahora eran libres para forjar su propio destino. La emoción en las calles era palpable, y la Casa Municipal, decorada con banderas y emblemas nacionales, se convirtió en el símbolo del renacimiento de una nación.
Este momento fue solo el principio de una serie de desafíos para el nuevo estado. En los meses y años siguientes, Checoslovaquia enfrentaría tensiones internas y externas, incluidas disputas territoriales con sus vecinos y problemas de cohesión nacional entre los checos y eslovacos. Sin embargo, el 28 de octubre de 1918, fue un día de júbilo y esperanza, un día en que el pueblo checo pudo finalmente reclamar su lugar en el mapa de Europa como una nación soberana.
La construcción de la Casa Municipal: un espacio para la cultura y el orgullo checo
La Casa Municipal de Praga no solo es un emblema arquitectónico del estilo modernista y art nouveau de principios del siglo XX, sino también un símbolo tangible del renacimiento cultural y político de los checos. La decisión de construir este monumental edificio en el sitio del antiguo Palacio Real de Praga fue una declaración de intenciones por parte de la burguesía checa: querían un espacio que reflejara el florecimiento de su cultura y su creciente influencia política.
Según nuestra consultada experta Anna, quien se especializa en historia y monumentos de Praga, el surgimiento de este edificio tuvo que ver, en gran parte, con una competencia que existía en época entre la población originalmente checa y la alemana.
“En el momento en que los alemanes abrieron la nueva ópera, que hoy es la Opera Estatal de Praga, que al principio era la Opera Alemana de Praga los checos buscaban una respuesta. Llegó la decisión de construir la Casa Municipal que iba a ser una casa representativa y ceremonial con muchas salas que no solo servían para conciertos o bailar, sino también para eventos políticos y ceremoniales”.
La Casa Municipal fue concebida como un centro cultural que no solo albergaría conciertos y exposiciones de arte, sino también eventos políticos y sociales. Los arquitectos Osvald Polívka y Antonín Balšánek colaboraron con algunos de los artistas más destacados de la época, incluidos Alfons Mucha, Jan Preisler y Josef Václav Myslbek, para crear un edificio que fusionara las tradiciones artísticas checas con las tendencias modernistas europeas.
Una mezcla de estilos
El estilo arquitectónico de la Casa Municipal es una mezcla de art nouveau y elementos decorativos historicistas, que incluyen referencias a la historia y la mitología checas. El art nouveau, con sus líneas curvas, motivos florales y ornamentación exuberante, era el estilo artístico de vanguardia en Europa en ese momento. En la Casa Municipal, este estilo se utiliza para expresar no solo el esplendor estético, sino también el espíritu de una nación que estaba emergiendo con una nueva identidad.
La decoración interior del edificio está repleta de simbolismo nacional. En el salón principal, conocido como la Sala Smetana, se pueden ver murales y esculturas que representan momentos clave de la historia checa, como las leyendas de los antiguos reyes de Bohemia y la fundación de Praga. Estas representaciones visuales no solo eran un homenaje a la historia del país, sino también un recordatorio constante del potencial de su futuro.
Un espacio para la vida política y social
Desde su inauguración en 1912, la Casa Municipal se convirtió en un punto de encuentro clave para la vida cultural y política de Praga. Los cafés, bares y salones del edificio se llenaron de artistas, intelectuales y políticos que discutían el futuro del país. En este espacio, las ideas nacionalistas tomaron forma, y los debates sobre el destino de las tierras checas fueron una constante.
Uno de los aspectos más destacados de la Casa Municipal es el Bar Americano, que en su momento fue uno de los primeros en introducir el cóctel como bebida de moda en Praga. Este espacio no solo era popular entre la élite política y cultural de la ciudad, sino que también simbolizaba la apertura de Checoslovaquia hacia el mundo exterior, especialmente hacia las influencias occidentales, en un momento en que la modernidad era el objetivo de la nueva república.
El impacto de la ocupación nazi en la Casa Municipal
Apenas dos décadas después de la proclamación de la independencia de Checoslovaquia, el país se enfrentó a una de las pruebas más duras de su historia: la ocupación nazi. En 1938, con la firma de los Acuerdos de Múnich, las potencias europeas permitieron la anexión de los Sudetes, una región de Checoslovaquia poblada mayoritariamente por alemanes, al Tercer Reich. En marzo de 1939, las tropas de Hitler ocuparon el resto de las tierras checas, y el país fue disuelto formalmente para dar lugar al Protektorat Böhmen und Mähren (Protectorado de Bohemia y Moravia).
Durante este sombrío período, la Casa Municipal, al igual que muchos otros símbolos de la cultura checa, cayó bajo el control de las autoridades nazis. Aunque no fue destruida físicamente, su función y significado cambiaron radicalmente. El edificio, que durante años había sido un bastión del orgullo nacional y cultural checo, fue utilizado por las fuerzas de ocupación para sus propios fines. Muchos de los espacios que antes habían sido el epicentro de la vida cultural y artística de Praga se convirtieron en oficinas y espacios administrativos para los nazis.
Obecní dům se convirtió en un lugar silencioso y sombrío durante estos años. La vibrante escena cultural que había caracterizado al edificio en los años previos a la guerra se desvaneció, y los artistas e intelectuales que solían reunirse allí se vieron forzados a huir al exilio o, en muchos casos, a enfrentarse a la represión del régimen nazi. Algunos de los artistas y figuras políticas clave que habían contribuido a la creación y consolidación del estado checoslovaco fueron detenidos, deportados o ejecutados durante este periodo.
Sin embargo, incluso en medio de la ocupación, la Casa Municipal seguía siendo un símbolo de resistencia para muchos checos. Aunque los nazis intentaron borrar los vestigios de la identidad checa del espacio público, el Obecní dům seguía de pie como un recordatorio silencioso del pasado glorioso de la nación y de su potencial para un futuro libre. Durante estos años, la Casa Municipal fue testigo del sufrimiento y la represión, pero también de la esperanza persistente de los checos de que un día su nación renacería.
El resurgimiento tras la guerra y la llegada del comunismo
La liberación de Checoslovaquia en mayo de 1945 trajo consigo un breve respiro de esperanza. Con la derrota de la Alemania nazi, el país volvió a tomar el control de su destino. En las calles de Praga, incluida la Plaza de la República, donde se encuentra la Casa Municipal, las multitudes celebraron la caída del régimen nazi y el regreso de la libertad.
En el período inmediato posterior a la Segunda Guerra Mundial, la Casa Municipal intentó recuperar su estatus como el principal centro cultural de Praga. Se reanudaron los conciertos en la Sala Smetana, y los cafés y restaurantes del edificio volvieron a llenarse de artistas, intelectuales y ciudadanos comunes que buscaban dejar atrás los horrores de la guerra. Sin embargo, esta época de optimismo duró poco.
En 1948, Checoslovaquia sufrió un golpe de Estado que llevó al poder al Partido Comunista. Este evento, conocido como el Golpe de Febrero, marcó el inicio de más de cuatro décadas de dominio comunista en el país. Bajo el régimen comunista, la Casa Municipal, al igual que muchas otras instituciones culturales y políticas de Checoslovaquia, fue nacionalizada y pasó a estar bajo el control del estado.
El valor de esta joya arquitectónica era verdaderamente invaluable, ya que, como no comenta nuestra experta Anna, además de su belleza, representó un verdadero prodigio de la innovación.
“Era un edificio muy moderno. Por ejemplo, casi en la entrada encontramos dos ascensores. Eran quizá los dos primeros de la ciudad de Praga. Funcionan hasta hoy día, pero no todos pueden utilizarlos, porque uno es el ascensor del presidente y el otro del alcalde. También había climatización y calefacción central, que siguen funcionando. Había una lavandería a vapor, había máquinas italianas para hacer café y por supuesto, máquinas para hacer hielo para las bebidas, que era algo muy revolucionario”.
El régimen comunista veía la cultura como una herramienta de propaganda, y la Casa Municipal no fue una excepción. Aunque continuó siendo un centro de actividades culturales, su papel cambió drásticamente. Los eventos celebrados en la Casa Municipal ahora estaban estrictamente controlados por el estado, y las expresiones artísticas debían alinearse con las directrices del realismo socialista, la ideología cultural oficial del régimen.
A pesar de estas restricciones, la Casa Municipal nunca perdió por completo su simbolismo nacional. Para muchos checos, seguía siendo un recordatorio de la independencia y la libertad que habían logrado en 1918. A lo largo de los años, artistas y ciudadanos continuaron viendo el Obecní dům como un faro de esperanza, aunque bajo la sombra de la opresión política.
La Revolución de Terciopelo, que tuvo lugar en noviembre de 1989, marcó el fin del régimen comunista en Checoslovaquia y el comienzo de una nueva era de libertad y democracia. Este movimiento pacífico, liderado por figuras como Václav Havel, trajo consigo una oleada de cambios en todo el país, y uno de los objetivos principales fue restaurar el patrimonio cultural y arquitectónico de Checoslovaquia, que había sido descuidado durante las décadas de dominio comunista.
La Casa Municipal fue uno de los primeros edificios en recibir una restauración completa. A principios de la década de 1990, se inició un ambicioso proyecto de renovación para devolver al edificio su esplendor original. Los arquitectos e historiadores que participaron en el proyecto se enfrentaron al desafío de restaurar no solo la estructura física del edificio, sino también de revivir su significado cultural como un espacio de libertad y creatividad.
Los fondos para la restauración estaban completamente justificados, ya que, según la especialista Anna, el edificio cuenta con, posiblemente la mejor acústica del país.
“Hay quien dice que tiene la mejor acústica de la ciudad. Hay un órgano Art Nouveau, de los más grandes del país. Cada año se hace un festival de música de órgano. Pero el festival más importante, que empieza cada año el 12 de mayo en la Casa Municipal, es sin duda, la Primavera de Praga, con la sinfonía ‘Mi Patria’ de Smetana”.
El proyecto de restauración, que duró varios años, implicó la renovación de los magníficos interiores art nouveau, incluidos los murales de Alfons Mucha y las esculturas que adornaban la Sala Smetana. Además, se repararon los elementos decorativos dañados y se modernizaron las instalaciones para adaptarlas a las necesidades contemporáneas, sin comprometer la integridad histórica del edificio.
La reapertura oficial de la Casa Municipal en la década de 1990 fue un momento de gran orgullo para los ciudadanos de Praga y de toda la República Checa. El Obecní dům recuperó su lugar como uno de los edificios más importantes de la ciudad y como un símbolo de la resiliencia del pueblo checo a lo largo de los siglos.
El Obecní dům en la actualidad: Un centro cultural vibrante
Hoy en día, la Casa Municipal sigue siendo uno de los principales centros culturales de Praga. Su magnífica Sala Smetana alberga algunos de los conciertos de música clásica más importantes de la ciudad, y el edificio en su conjunto es un destino turístico popular para quienes desean sumergirse en la rica historia y cultura de la República Checa.
Además de su función como espacio para eventos culturales, la Casa Municipal también alberga restaurantes y cafés que han sido restaurados a su antiguo esplendor. Entre ellos destaca el Bar Americano, que ha recuperado su fama como uno de los lugares más elegantes de Praga para disfrutar de un cóctel, al igual que lo era en los años previos a la Segunda Guerra Mundial. Los visitantes pueden disfrutar de una experiencia gastronómica rodeados de la impresionante decoración art nouveau que caracteriza al edificio.
Martin Pánek, uno de los dueños del grupo que hoy administra el local, explicó a Radio Praga Internacional que el Bar Americano está en vías de recuperar su antiguo esplendor.
“Este es un tesoro nacional y debe mantenerse tal cual se lo ve, podemos confirmar que se ha respetado su estructura porque tenemos fotos antiguas del bar y hoy se ve casi igual. Sabemos que este lugar era elegido por actores, políticos y otros personajes famosos. Ahora, la gente está empezando a volver al bar. No quiero dar nombres, pero algunos políticos, actores y celebridades ya han vuelto a pasar por aquí. Poco a poco, el bar está volviendo a ser lo que era”.
Entre tanto peso del nacionalista, cabe preguntarse por qué este bonito bar fue denominado “americano” y no “checoslovaco”. Panek nos ofrece la respuesta.
“Se llama bar americano por dos razones. La idea de bar americano data del siglo XX y viene de los ideales del llamado Nuevo Mundo, representado por entonces por Estado Unidos. Este movimiento se vincula con el proyecto de establecer nuestra república y la creciente devoción por las ideas de la democracia, que tomaron fuerza en los EE. UU. Por esta razón se lo llamó American Bar. Y la segunda razón por la que es considerado un bar americano tiene que ver con su estilo, que es muy similar a los bares de Chicago. Casi todos los bares en Chicago se veían de este modo, con un interior con sofás negros y mesas negras, y también los característicos azulejos negros”.
Cada 28 de octubre, en el Día Nacional de la República Checa, la Casa Municipal se convierte en el epicentro de las celebraciones. La Plaza de la República, ubicada frente al edificio, se llena de actividades conmemorativas que celebran el aniversario de la proclamación de la independencia de Checoslovaquia en 1918. En este día, el Obecní dům no solo es un recordatorio de la historia pasada, sino también un símbolo de la continuidad y la fuerza de la nación checa.
Un símbolo eterno de la independencia y la cultura checa
Más de un siglo después de su construcción, la Casa Municipal sigue siendo un símbolo poderoso del orgullo y la identidad checa. Su historia está intrínsecamente ligada a los eventos que definieron la creación del estado checoslovaco en 1918, y su resiliencia durante los períodos de ocupación nazi y régimen comunista demuestra la importancia de la cultura y el arte como herramientas de resistencia.
El edificio no solo ha sobrevivido a los vaivenes políticos de la historia checa, sino que también ha continuado siendo un espacio donde el arte, la música y la historia convergen. Para los checos, la Casa Municipal es más que un edificio; es un recordatorio de su lucha por la libertad y su compromiso con la preservación de su patrimonio cultural.