Se cumplen 100 años del nacimiento de Rudolf Vrba, el hombre que escapó de Auschwitz y documentó sus horrores
Este año marca el centenario del nacimiento de Rudolf Vrba, uno de los pocos en escapar de Auschwitz. Sus testimonios sobre el exterminio de judíos allí se convirtieron en prueba crucial de los horrores del campo de concentración.
La historia de Rudolf Vrba es una de muchos obstáculos, pero también de coraje y determinación. En abril de 1944, se convirtió en uno de los pocos que lograron escapar de Auschwitz junto a su amigo Alfréd Wetzler. Para ello, los compañeros aprovecharon un nuevo sector del campo que todavía estaba en contrucción y se vigilaba sólo por el día. Los dos jóvenes se escondieron durante tres días bajo una pila de madera para luego huir del campo.
Poco después, ambos compañeros redactaron un informe de 40 páginas describiendo detalladamente todo sobre Auschwitz desde su llegada al campo en 1942. En el año 2000, Vrba dio una entrevista para la Radio Checa, donde habló sobre su plan de fuga.
“No me parecía que mi plan de escape no tuviera ninguna esperanza. Los alemanes creían firmemente que habían creado un sistema impecable. Y yo traté de encontrar su punto débil. Había un montón de intentos de fuga y procuré aprender de esos intentos fallidos, que terminaban en la horca”.
Nació como Walter Rosenberg el 11 de septiembre de 1924 en Topoľčany, Checoslovaquia (hoy día, Eslovaquia). Con la invasión de Checoslovaquia por la Alemania nazi de Hitler, la vida de muchos judíos, incluido Vrba, se complicó. Vrba empezó a experimentar sus primeros casos de discriminación a los 15 años, cuando fue excluido de la preparatoria donde estudiaba en Bratislava. Esto, entre muchas otras restricciones para los judíos, lo obligó a continuar su educación en casa, así como a comenzar a trabajar como obrero.
Después, en 1942, Vrba se enteró de los planes de las autoridades eslovacas de enviar a los judíos a “reservas” a Polonia. Ya que se planeaba mandar primero a los jóvenes, Vrba, que tenía 17 años entonces, trató de unirse al Ejército Checoslovaco en Inglaterra para evitar ir a Polonia. Sin embargo, al cruzar la frontera con Hungría, fue detenido y enviado al Campamento de Transición de Nováky, del que procuró huir, pero sin éxito. Más tarde, lo deportaron al campo de concentración de Majdanek y luego a Auschwitz, donde el destino lo juntó con su compañero de fuga Alfréd Wetzler.
“Me deportaron a Auschwitz desde Trnava. En total, 643 hombres habían sido enviados al campo. Conocí a Wetzler cuando ya solo quedábamos con vida sólo tres de nosotros. El tercero estaba a punto de morir. Así que, junto a Wetzler éramos los únicos sobrevivientes de la ciudad. Lo conocía de Trnava, pero ya que era seis años mayor que yo, jamás habíamos hablado antes. No obstante, confié en él y él confió en mí. Si bien Auschwitz era un lugar bastante peligroso y propicio para la desconfianza, algunas personas confiaban en sí mutuamente”.
Precisamente esta confianza permitió a Rudolf Vrba y Alfréd Wetzler realizar en 1944 lo que sólo un total de cinco judíos pudieron conseguir: huir de Auschwitz sin ser atrapados para refugiarse posteriormente en Eslovaquia, pocos meses antes de que comenzara el Levantamiento Nacional Eslovaco. Allí, ambos testificaron, por separado, ante el Consejo de Judíos Eslovacos sobre el exterminio en los campos de concentración. De hecho, este no fue el primer informe de este tipo. Anteriormente, por ejemplo, el Informe de Karski sobre el Gueto de Varsovia o el del capitán Witold Pilecki también revelaron los horrores de Auschwitz. Sin embargo, el informe Vrba-Wetzler era mucho más completo que los anteriores, ya que contaba con información más precisa con mapas detallados, descripciones de los hornos crematorios y estimaciones del número de muertos, que confirmaban la gran amplitud del genocidio.
El documento rápidamente dio la vuelta al mundo, pues, alcanzó el Vaticano, también pasó por las manos de Churchill y Roosevelt y hasta apareció en la BBC. Más adelante, a muchos le pareció extraño el hecho de que los Aliados no hicieran nada para frenar estas mostruosidades. Sin embargo, Vrba, en su entrevista para la Radio Checa en el año 2000, explicaba que no se puede entender la historia siempre a través del prisma de la contemporaneidad. Según dijo, la intención detrás de aquel informe era, ante todo, advertir a los judíos húngaros que fueran a ser deportados para que pudiesen tomar las medidas necesarias.
“No deberíamos contemplar todo esto desde un punto de vista contemporáneo. Un poco antes de nuestro informe, el 6 de junio, sucedió el desembarco de los aliados en Normandía que marcó el comienzo de la liberación de Francia y Europa. Los diputados británicos debatieron nuestro informe a finales de junio. En diciembre, los aliados se enfrentaron al Ejército nazi en Bélgica y por poco perdieron. En seis meses, tampoco habían avanzado mucho y batallaban por cada centímetro. Entonces, me imagino que enviar aviones así de lejos, a Polonia, y bombardear las vías de tren debía ser difícil. Pero, si aun así lo hubieran hecho, los alemanes, con la enorme cantidad de mano de obra que tenían, hubieran reconstruido las partes destruidas”.
La misión intrépida de los jóvenes judíos eslovacos probablemente salvó la vida de cerca de 120.000 judíos húngaros de los campos de la muerte. A pesar de la respuesta un poco tardía de la comunidad internacional, la presión por parte de diversos líderes mundiales sobre el regente húngaro Miklós Horthy, supuso finalmente el final de las deportaciones.
Después de la redacción del informe, Rudolf Vrba se unió a los partisanos eslovacos, acompañado también por su amigo Alfréd Wetzler. Luego de la guerra, Vrba decidió estudiar en Praga y se convirtió en un brillante bioquímico. Egresado en 1956 de la Academia de Ciencias checoslovaca, partió a Londres donde obtuvo la nacionalidad británica. Posteriormente, Vrba se mudó a Vancouver, donde se dedicó a la enseñanza y murió en 2006. Participó también en varios proyectos relacionados con su experiencia en los campos de concentración y su fuga.
Muchos dirían que la hazaña de Rudolf Vrba fue gracias a su intrepidez. Sin embargo, en aquella entrevista para la Radio Checa, el propio Vrba acotó que, “Todos tienen miedo y el valiente es el que lo vence. Pero no tener miedo es una estupidez, ya que lo que eso significa es que uno no conoce el nivel del peligro al que se enfrenta”.