Lecciones de lengua y cultura checas
Desde el año 2003, la autora estadounidense Jessica Kendall Hankiewicz vive en Praga. Y además de haber aprendido checo en solo nueve meses, no tardó en darse cuenta de que el país atravesaba, en ese entonces, un dramático proceso de cambio luego del comunismo. Por eso mismo, prometió escribir algún día un libro que ya está disponible y nos presenta en esta entrevista.
Nació en Estados Unidos, pero parte de su familia tiene raíces polacas. Llegó a Praga en el año 2003, luego de haber vivido en Inglaterra y Alemania. Desde entonces, Jessica Kendall Hankiewicz ha permanecido en Chequia, con la única excepción de unas vacaciones de siete meses en Perú. Con esfuerzo y disciplina logró aprender checo en menos de un año. ¿La receta? Solo hablaba inglés durante las clases que daba en un centro de idiomas en el que conoció a un checo que, al principio, le caía bastante mal porque la corregía mucho. Aun así se hicieron amigos y, al cabo de seis meses, empezaron a salir y se terminó convirtiendo en su marido. Con todas esas vivencias en su haber, Jessica Kendall Hankiewicz es la autora del libro Lecciones checas. Reflexiones acerca de una sociedad poscomunista que, en su opinión, refleja lo mucho que se fue enamorando. Pero no solo de su esposo, sino de la ciudad en la que vive y el país en general.
“Cuando me mudé aquí podía ver que el país estaba cambiando muy rápidamente”.
“Cuando me mudé aquí podía ver, en los tempranos años 2000 y también después, que el país estaba cambiando muy rápidamente porque venía del comunismo, pero se estaba adaptando en forma absoluta al estilo de vida occidental, su mundo y su economía, y yo pensé qué momento interesante para vivir aquí, un momento muy específico y único. Entonces, hice una nota mental acerca de lo bonito que sería escribir alguna vez un libro sobre este país y cómo ha cambiado”.
En ese libro ella no quería hablar de los sitios más turísticos ni, por ejemplo, de los restaurantes checos más populares. Tampoco de su vida privada, aunque sí menciona algunos momentos bisagra que marcaron su estadía en la ciudad, como cuando, en medio de un cine, se dio cuenta de que ya sabía checo. También al descubrir en la mesa de un bar a Václav Havel y, tiempo después, en un supermercado, al famoso actor Pavel Liška, poco después de verlo actuar en la película Pupendo.
En inglés, pero para los checos
El gran propósito de su libro era reflejar, según ella misma cuenta, la vida diaria en Praga, pero también escribir un ensayo en serio acerca de la compleja personalidad del país y qué es lo que siente un extranjero viviendo en él. Lo cierto es que, como está muy lejos de ser una guía de turismo, aunque al mismo tiempo está escrito en inglés, la recepción era uno de los principales desafíos del libro.
“El libro tuvo realmente una buena recepción, porque muchísimos checos se mostraron de inmediato interesados en leerlo, algunos turistas también, pero me sorprendió la cantidad de checos que querían saber lo que yo había escrito sobre su país”.
Aunque su nivel de checo es muy alto, Jessica reconoce que no podría haberlo escrito sola en ese idioma porque le interesa mucho jugar con las palabras y explorar los matices del lenguaje, aunque sí espera que alguna editorial se muestre interesada en traducirlo pronto al checo. Y no es difícil que eso suceda, teniendo en cuenta que su libro apunta a un público muy diverso: los turistas que deseen conocer con un poco más de profundidad el país que visitan, los expatriados que pueden sentir cierta empatía con sus experiencias y reflexiones e incluso los checos interesados en descubrir qué piensa un extranjero acerca de su país.
La singularidad de Chequia
Así como todos los procesos de la historia dejan una marca fuerte y prolongada en la sociedad, Jessica percibe la influencia actual del comunismo en la falta de disposición de la gente mayor a cambiar por el solo hecho de suponer que las cosas deben hacerse de una única manera, y eso los lleva a sostener, en su opinión, falsas creencias como, por ejemplo, que las enfermedades son consecuencia del aire acondicionado y las bebidas frías más que de los propios gérmenes. Y aunque en su libro no establece comparaciones de ese tipo, considera que Chequia no asume hoy su condición de país poscomunista de la misma forma que muchos vecinos de la región.
“Me siento realmente instalada en la vida checa, a tal punto que soy casi una local”.
“He estado en Croacia, Polonia, Eslovaquia y en Hungría y lo que puedo decir es que República Checa tiene una característica especial y es el hecho de haber progresado muy rápido, además de ser más rica que otros países. Pero no se trata solo de dinero, sino de la actitud hacia el progreso de la gente joven, sobre todo en Praga; se trata de la sensación de que, incluso en un bar antiguo, puedes pagar con tarjeta o código QR como puedes hacerlo también en Estados Unidos”.
En otras palabras, considera Jessica que Chequia es un país totalmente predispuesto a incorporar nuevos productos, gustos y hasta innovaciones tecnológicas, lo cual no deja de marcar un interesante contraste con uno de los grandes atractivos de la ciudad de Praga: el haber conservado tanto su impronta medieval como una gran variedad de estilos arquitectónicos de distintas épocas que conviven en absoluta armonía. En ese sentido, lamenta que muchas veces los visitantes de la capital checa le destinen solo dos o tres días a una ciudad no muy grande ni muy pequeña pero, sin lugar a dudas, muy compacta y repleta de atractivos.
“La ciudad tiene un tamaño perfecto y, otra vez, si eres turistas y pasas tres días aquí vas a ver el Castillo de Praga, el Puente de Carlos, quizás Petřín, visto, visto, visto. No vas a ver ningún vecindario de Praga 7, ningún parque en Praga 10 y ni siquiera la hermosa arquitectura de Vinohrady porque, probablemente, no te va a dar el tiempo para verla”.
Una de las particularidades de su libro Lecciones checas es que la autora va intercalando sus impresiones sobre distintos tópicos con varias entrevistas a locales que, de algún modo, complementan lo que ella misma va planteando. Y, a la hora de decidir, asegura que lo que más la fascinó de Praga es su belleza visual, pero también el hecho de ser una ciudad tan caminable, en contraste con la necesidad imperiosa que existe en Estados Unidos de contar con un auto.
Del poscomunismo a la comunidad
Hace siete años que Jessica vive en Bubeneč y reconoce, entre risas, que tal vez llegó un poquito antes de tiempo a ese vecindario porque tiene la sensación de que ahí vive mucha gente mayor. De todos modos está muy cómoda porque el barrio ofrece innumerables ventajas y, además, está localizado en una zona muy verde de la ciudad, a escasos metros de Stromovka, uno de los parques más grandes de Praga.
“Me siento realmente instalada en la vida checa, a tal punto que soy casi una local. Y ese sentimiento me viene sobre todo de mi vecindario, porque cada día veo a la misma gente y los mismos perros que me saludan, la comunidad es siempre la misma y yo formo parte de esa comunidad, lo cual me da la sensación de haberme establecido aquí”.
Como resultado de eso, explica Jessica que ya no tiene la necesidad de aprender una palabra nueva de checo por día ni de hacer nuevos amigos. Además de ganarse la vida como editora, destina gran parte de su energía a la escritura de su próximo libro de no ficción: un ensayo sobre la sinestesia, condición que tiene aproximadamente un 4% de la población de percibir la realidad con algunos de los cinco sentidos mezclados. Ella misma forma parte de ese porcentaje y explica que cuando escucha una voz es capaz de verla como si se tratara de una ola, mientras que cada melodía o sonido tiene para ella una textura y un color muy precisos, a tal punto que no hace mucho decidió ponerse a pintar esas sensaciones para tratar de compatirlas y darlas a conocer.
“Naces con eso, no es algo que se adquiere, tu cerebro está configurado de una forma en que los sentidos entran en contacto y se cruzan en vez de estar delimitados. Desde que eres niño tu cerebro empieza a separar los sentidos, pero en nuestro caso los sentidos los tenemos mezclados. Cada persona tiene un tipo de sinestesia distinta: algunos ven sonidos, algunos les sienten el gusto a las palabras o a los sonidos, pero todos nosotros tenemos algo en común y es el hecho de percibir con colores las letras y los números”.
Contentos con el alto nivel de vida que ofrece una ciudad como Praga, Jessica y su marido se imaginan viviendo muchos años más en Chequia. Lo único que la hace dudar un poco a ella es que tiene a toda su familia en Estados Unidos. De todas formas, está convencida de que, pase lo que pase en su futuro, jamás va a perder la profunda conexión que siente con ese pequeño país poscomunista que tanto le ha enseñado a lo largo de dos décadas.
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