Jitka Vynšová, una artista de las flores
En pleno viaje conoció a alguien que se ofreció a hacerle de guía personal en Argentina. Y la atracción fue tan grande que no tuvo más opción que mudarse a ese país en el que ya lleva diez años viviendo. Eso sí: para combatir la nostalgia, a Jitka Vynšová se le ocurrió crear un emprendimiento de arreglos florales que, entre otras cosas, le permite colaborar en eventos de la embajada checa en Buenos Aires.
En el año 2013, Jitka Vynšová tenía muchas ganas de viajar y dos posibles destinos: África y América del Sur. Pero como le daba miedo visitar sola entornos tan lejanos, decidió concentrarse en recorrer durante tres meses solo Argentina, un país que la atraía hacía tiempo por lo que había escuchado sobre la Patagonia y Tierra del Fuego. En la ciudad de Bariloche, sin embargo, sucedió algo totalmente inesperado: conoció a un argentino y la magia, tal como ella misma dice, hizo que empezaran a cambiar todos sus planes.
“Fue muy mágico porque él no hablaba inglés ni checo y yo en aquel momento no hablaba ni una sola palabra de castellano, entonces fue medio como señas y risas y luego yo continuaba mi viaje al norte. Y ahí nos animamos un poco a mandar mensajitos y después me invitó a la Ciudad de Buenos Aires y se ofreció como guía personal”.
“Siempre me encantó la floristería y buscaba algo que me conectara de vuelta a lo mío”.
Cuenta Jitka que su pareja le mostró lugares tan interesantes de Buenos Aires que, en el año 2014, se terminó mudando. Hoy tiene muy en claro que ella estaba más dispuesta a vivir en Argentina que él en República Checa. Sin embargo, trata de viajar cada año porque extraña mucho a su familia, amigos, y el contacto quizás más directo con la naturaleza que suelen tener los checos, aunque un punto a favor que le reconoce a Buenos Aires en ese sentido es que determinadas plantas que en Chequia son de interior, en su actual hogar crecen en los jardines y se utilizan como plantas ornamentales sobreviviendo incluso durante todo el invierno.
“Yo, originalmente, estudié paisajismo y jardinería y siempre me encantó la floristería y esa cosa elegante de las flores y buscaba algo que me conectara de vuelta a lo mío: el verde, las flores y todo eso. Y cuando conseguí la residencia permanente decidí probar abriendo mi negocio porque extrañaba cierto estilo que dan las flores y me extrañaba que no hubiera tantas flores acá. Luego nació mi hija y me di cuenta de que era algo manejable llevarlo a cabo si uno tiene familia y decidimos abrir mi monotributo y ahí nació Poupie flores”.
En checo la palabra poupě significa pimpollo de flor. Es decir que Jitka solo sacó el diacrítico para que sus clientes supieran cómo decir ese nombre y le resultara más familiar. También la intención era que el público local se empezara a involucrar un poco con la naturaleza. Cuenta que antes vivían en un edificio bastante alto y durante la pandemia solían subir al décimo piso para respirar un poco y ahí descubrió que la vista era puro cemento, edificio tras edificio, y a veces no se veían ni siquiera árboles. Es decir, que también para liberarse un poco del peso del hormigón, decidió armar su pequeño mundo floral en un taller ubicado en su propia casa en el barrio porteño de Villa del Parque. Nacida en la pequeña ciudad checa de Krupka, Jitka asegura que toda su vida había tenido un jardín, desde la primavera hasta el otoño.
“Y las flores me conectaban de vuelta con algo que acá extraño porque la ciudad es puro cemento y nunca duerme y además cuando hago flores, por ejemplo, para la Embajada Checa en Buenos Aires, es como que estoy volviendo a algo checo mío y puede sonar medio raro, pero salen hermosas decoraciones porque me acuerdo de los colores, tonos, texturas y me siento que estoy ahí de vuelta en medio de esos paisajes, es muy raro”.
Flores con conciencia ecológica
A pesar de ser aún pequeño, su emprendimiento requiere distintas ocupaciones: hace jardinería clásica en algunos parques de la ciudad, prepara ramos privados de cumpleaños y aniversarios y hasta realiza arreglos florales para eventos oficiales de embajadas, restaurantes y hoteles. Para eso se inspira en algunos conceptos de colegas checos: trabaja con flores de temporada y nunca compra de más, es decir, busca tener conciencia ecológica. En ese sentido, explica que una de las mayores dificultades de su trabajo radica en que el público suele querer las flores de un día para el otro, mientras que su estilo de trabajo implica que los pedidos se hagan, por lo menos, con tres días de anticipación. Por otro lado, asegura que, a la hora de comprar flores, en Argentina existe mucho más contacto con el proveedor, mientras que en su país natal las compras suelen resolverse mediante pedidos por internet y envíos a domicilio.
“La mayoría de los floristas que conozco van a elegir sus flores al mercado y tienen un contacto con la persona en cuestión, y eso es algo que al principio me sonaba medio raro, pero ahora me acostumbré y es muy lindo ver a la gente y preguntarles cómo están o si venden mucho hoy y esas cosas”.
El proceso a la hora de recibir un encargo implica, en primer lugar, hacer todas las preguntas que hagan falta al cliente para entender bien el pedido, luego ponerse a pensar de antemano la combinación de tonos, colores y texturas y, por último, estar dispuesto a cambiar todo sobre la marcha. Porque, según ella misma cuenta, una vez que llega al mercado de flores prioriza las especies más frescas y, por lo tanto, muchas veces cambia de idea mientras camina por los pasillos del predio porque, a veces, las flores que había pensado comprar no coinciden con la temporada y, por lo tanto, no se encuentran disponibles.
El palacio de las flores
Afirma Jitka que el mercado de flores más grande de Europa está en Holanda y tiene hasta trencitos que transportan los productos mientras el comprador se sienta como si estuviera en un teatro. Pero volviendo a las diferencias entre el mercado checo y el argentino, aclara que a este último puede ir el público en general, mientras que al checo solo van los trabajadores registrados en el rubro. En lo que respecta a los distintos ejemplares, considera que existe una flor cuya accesibilidad distingue también ambos mercados.
“Los tulipanes. En Europa los tulipanes explotan en su época: incluso los tienes en supermercados y cada paquete vale solo dos o tres euros, mientras que en Argentina es un producto súper lujoso y, en su momento, la flor más cara de todo el mercado. Eso me sorprende porque para mí los tulipanes son las flores de la primavera, pero si son tan accesibles en Europa es justamente porque en Holanda se producen mucho y hay tanta cantidad que el precio baja, mientras que acá en Argentina no hay muchos proveedores”.
Otra cuestión que la sorprende es que haciendo tanto calor desde noviembre hasta abril, las florerías de Buenos Aires sean simples puestos en las calles que mantienen la mercadería a la intemperie: en contacto con el sol, el asfalto y el smog de los autos. También dice que los trámites son mucho más difíciles en Argentina que en Chequia, a tal punto que antes de encarar cualquier registro o vencimiento considera necesario acumular mucha energía positiva para no sucumbir a las dificultades burocráticas, aun cuando el trato de las personas suele ser muy cálido y amable.
Flores para Havel
“Representar a mi país, mostrar a otra gente nuestra cultura y hacer eventos a los que vienen personas de otras embajadas es para mí un orgullo”.
Pero los obstáculos que debe enfrentar ni siquiera empañan un poco las grandes alegrías que le depara su emprendimiento. De hecho, una de las grandes satisfacciones que le ofrece Poupieflores a Jitka es poder colaborar con frecuencia en varios eventos de la embajada de su propio país en Argentina, donde saben apreciar su trabajo y la consideran lo que en verdad es: una artista de las flores.
“De hecho, hubo un evento este mismo año el 10 de abril, justo el mismo día en que yo cumplía exactamente diez años viviendo en Argentina y estaba trabajando para un evento en la Embajada checa, al que después también asistí y me invitaron para festejar. Fue increíble porque armé un arreglo que personalmente me gustaba mucho y estaba colocado en uno de los salones de la embajada al lado de la foto del presidente Václav Havel y no lo podía creer, me emocionó, porque tener la posibilidad de hacer cosas así y representar a mi país y mostrar a otra gente nuestra cultura y hacer eventos a los que vienen personas de otras embajadas es para mí un orgullo”.
Cuenta Jitka que suele representar los colores de la bandera checa con flores como rosas rojas, acianos y gerberas. Por suerte, se trata de tres colores que, en su opinión, combinan muy bien. Porque tal como sucede con tantos otros aspectos de la vida, ella es consciente de que cada ramo de flores debe tener armonía, contraste y una estructura bien pensada en la que lo pesado se pueda fundir con lo suave para generar no solo un buen aroma sino también sensación de frescura y placer a la vista.