Petra Svobodová, la carioca checa
Debido al trabajo de sus padres, pasó su infancia en países tan lejanos como Angola, Brasil, Costa Rica y México, aunque asegura que la ciudad que más la impactó fue Río de Janeiro. Hace una década volvió a instalarse en República Checa y, si bien está contenta con su vida en Praga, Petra Svobodová no quiere renunciar al sueño de vivir, en algún momento, cerca de la playa.
A diferencia de muchos checos, que suelen recorrer el camino inverso, Petra Svobodová aprendió primero el portugués y luego el español gracias a las misiones diplomáticas de sus padres. La primera experiencia fue en Angola, cuando solo tenía cuatro años. Luego de vivir doce meses en ese país, sus padres decidieron mandarla con su hermano a la casa de sus abuelos en Chequia porque, por ese entonces, había muchos conflictos sociales debido a la guerra civil. Poco tiempo después, sus propios padres fueron evacuados por el mismo motivo. Y aunque habla perfectamente español, Petra considera que su nivel de portugués es aún mayor por haber sido el segundo idioma que aprendió en su vida.
“En la escuela de Brasil a los profesores los llamabas por el nombre, era todo superrelajado”.
Petra Svobodová
“Vivimos en Angola y luego en Brasil, donde estuvimos desde mis siete a mis catorce años, pero también íbamos a República Checa para legalizar los estudios. Siempre que íbamos de vacaciones teníamos que hacer pruebas de historia checa, geografía checa e idioma checo para que fuera válido lo que aprendíamos cada año en Brasil. Luego, al volver a los catorce años a República Checa, fui a una escuela en la que se podía estudiar español y, como ya hablaba portugués y era bastante parecido, empecé a aprender también español”.
La vida en Río
Explica Petra que en Brasil vivieron, en total, siete años: cinco en Río de Janeiro y dos en Brasilia. Pero desde el principio se quedó fascinada con Río. No solo por la belleza de su playa, sino también por tratarse de una ciudad muy animada, vital y alegre, en claro contraste con Brasilia, que funciona más bien como sede gubernamental, aunque destaca que también está rodeada por una naturaleza muy bonita. Lo cierto es que el primer regreso a Chequia no le resultó nada fácil porque ya se había habituado a la forma de ser carioca.
“Por ejemplo, en la escuela de Brasil a los profesores los llamabas por el nombre, hablabas cuando querías, eran como tus amigos y siempre había proyectos en grupos y era todo súper relajado. Aquí había que quedarse sentados, en silencio y al hablar hay que levantar la mano, al profesor lo llamas por su apellido, y entonces para mí todo eso era muy diferente. Y luego también todos eran más organizados, todos llegaban a la hora. A mí también me gusta llegar puntual, pero cuando estás mucho tiempo allá pierdes la costumbre porque ya sabes que nadie va a llegar a tiempo”.
En Chequia se quedaron unos tres años hasta que ella cumplió diecisiete y volvieron un tiempo a Brasil para llevar a cabo una tarea diplomática muy puntual. Luego se mudaron un año a Costa Rica y, por último, estuvieron dos años en México, donde terminó la secundaria, un país que le gustó mucho por su gran colorido y su exquisita comida. Recuerda Petra que el último examen que tuvo que dar fue sobre historia mexicana, una asignatura difícil teniendo en cuenta que no conocía absolutamente nada acerca del tema. Y aunque hasta último momento estuvo muy nerviosa y sin saber cómo le había ido, se terminó sacando un ocho. Sin embargo, recuerda que los días previos a ese examen fueron casi una tortura.
“Recuerdo que iba andando en un taxi con mi mamá al colegio, y también iba una amiga de mi mamá que trabajaba también cerca de la embajada, y mi mamá me hacía preguntas sobre historia mexicana y yo empezaba a contestar, y luego el taxista decía: ‘Mmh, no sé si eso fue así…’. Y la amiga de mi mamá también porque le encantaba la historia. Entonces yo tenía que decir ‘¡por favor, cállense todos! Necesito saber lo que dicen los apuntes, ¡no me confundan más!’”.
Aclara Petra que esas situaciones eran muy recurrentes: debido al tránsito tan característico de México, cada viaje podía durar mucho más de una hora y, por lo tanto, no tardó en darse cuenta de que, en lo posible, debía buscar alguna actividad para aprovechar ese tiempo.
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“Creo que soy un poco más abierta que la mayoría de los checos”.
Petra Svobodová
Lo cierto es que, luego de aprobar ese examen, Petra estudió un semestre de comunicación y publicidad en una universidad mexicana. Después regresó a Chequia donde completó sus estudios universitarios y, desde entonces, vive en Praga hace ya diez años. De algún modo, siente que fue tomando lo mejor de cada uno de los países donde vivió sin perder algunas virtudes que considera muy checas como, por ejemplo, la sinceridad.
“Yo creo que se me da muy bien tener interacción con la gente y hablar con desconocidos, creo que soy un poco más abierta que la mayoría de los checos, intento ser más positiva, pero eso también depende siempre de la experiencia y del día que tenga cada persona”.
Si bien cree que, al principio, los checos pueden parecer un poco fríos, está convencida de que, una vez que se logra romper el hielo, se convierten en la gente más simpática del mundo. De todos modos, cuenta que sus amigos suelen llamarla ‘la carioca checa’ y en una visita que realizó a las cataratas le sucedió algo que le causó muchísima gracia.
“Cuando fuimos a comprar las entradas para visitar la parte brasileña había dos colas separadas, una para extranjeros y otra para brasileños, y yo fui a la parte de extranjeros, pero pedí las entradas en portugués. Y ellos me decían: ‘pero no, estás en la cola equivocada, si eres brasileña, tienes que ir a la otra porque la entrada es más barata’. Y yo les decía que no era brasileña y ellos respondían ‘pero cómo que no hablando así...’”
La posibilidad de una playa
En la actualidad, Petra trabaja en el área de ventas y marketing de Provis, una compañía checa que produce un software para planear la programación de los canales de televisión. Además de simplificar un trabajo que antes se hacía en papel, ese programa que utiliza, por ejemplo, la Televisión Checa entre otros cincuenta canales de distintos países del mundo, ofrece muchas funciones complementarias como avisar cuando están por expirar los derechos de determinada emisión. Lo interesante de su trabajo es que le permite utilizar tanto el español como el portugués en algunas reuniones en las que debe explicar el funcionamiento del software a potenciales clientes de Portugal, España o Latinoamérica.
“Si un canal de televisión necesita hacer un plan de lo que va a poner en el aire, por ejemplo desde las seis de la mañana hasta el final del día, y tiene que poner ‘aquí habrá un noticiero, una serie, una película, aquí habrá comerciales, aquí habrá un jingle’, entonces les ofrecemos un software con el que pueden organizar todo eso”.
Aunque le gusta mucho su vida en Praga, Petra Svobodová extraña la emoción que había en las calles de Latinoamérica y, a veces, le cuesta lidiar con las inclemencias del clima. De hecho revela que, en algún momento, le gustaría vivir cerca de la playa, ya sea en España, Portugal o Brasil. En ese sentido está convencida de que si Praga tuviera mar, sería ni más ni menos que la ciudad perfecta.