Melanie Rada: “Decidí que Chequia es mi hogar”

Una obra de teatro en la antigua lavandería de Bohnice

Aunque nació en Venezuela y su familia materna proviene de Canadá, hace ya veinte años que la dramaturga Melanie Rada tomó la decisión de instalarse en Chequia, el país de su padre. En esta entrevista recuerda cómo se dio cuenta de que aquí se sentía en casa, habla de la obra que representó en el hospital de Bohnice y explica cómo es vivir sin un único idioma natal.

Así como República Checa atravesó de un modo muy intenso los grandes acontecimientos de la historia de Europa, este país suele ser también epicentro de distintas historias de vida que atraviesan fronteras, épocas e idiomas, como es el caso de la dramaturga Melanie Rada quien, a continuación, intenta dejar lo más en claro posible cuál es su nacionalidad.

Melanie Rada  | Foto: Juan Pablo Bertazza,  Radio Prague International

“Yo nací en Venezuela pero mi papá es checo y viene de una familia checa y mi mamá es canadiense, franco canadiense. Entonces yo nací y empecé a hablar francés y después español porque estaba en Venezuela, obviamente, e inglés cuando empecé el colegio. Pero como mi familia es checa también crecí entre checos. Mi familia se mudó de lo que por ese entonces era Checoslovaquia después de la Segunda Guerra Mundial y mis dos abuelos estuvieron en campos de concentración y los dos sobrevivieron”.

Cuenta que una de sus abuelas, que era profesora de arte y no tenía origen judío pero ayudaba a un grupo de esa comunidad, estuvo en Terezín y luego la trasladaron a un campo de Polonia. Melanie llegó a conocerla muy bien e incluso vivió con ella hasta que regresó a República Checa cuando su nieta tenía quince años y, de hecho, murió aquí. Sin embargo, nunca pudo enterarse demasiado acerca de aquellos años que pasó en los campos de concentración.

“Mi abuela no quería hablar de ello, decía que no podíamos comprender la situación, pero hacía cosas diferentes a los demás. Por ejemplo para cenar solo se comía la mitad de un pan y la otra la guardaba por si acaso, todos detalles así que tenían que ver con lo que había pasado en el campo de concentración, así había quedado, fue un gran cambio, no era fácil para ella”.

“Estaba caminando por la Ciudad Vieja y miré el Castillo y había un poco de nieve y ahí me paré y ahí sentí todo: sentía a mi familia, sentía a mi abuela, todo, todo”.
Melanie Rada

A quien no llegó a conocer Melanie fue a su abuelo que murió cuando ella tenía apenas cuatro meses y permaneció cuatro años en Auschwitz . De hecho, cuenta que la decisión de irse de Checoslovaquia en 1948 fue justamente de sus abuelos. Y aunque la idea original era llegar a Estados Unidos, no consiguieron a tiempo la visa y el primer país que les dio la autorización de quedarse fue, precisamente, Venezuela.

“Y mi papá creció en Venezuela, mi tía nació en Venezuela y mi papá creció hablando español e inglés porque iba a un colegio internacional y después él se mudó a Canadá donde encontró a mi mamá. Él no hablaba francés, ella no hablaba inglés tampoco porque era de la parte francocanadiense ni por supuesto español, pero se conocieron, se mudaron juntos a Venezuela donde mi mamá aprendió el español y después el inglés conmigo cuando yo ya iba a la escuela”.

Melanie dice que la decisión se debió sobre todo a la sed de aventuras que prometía una tierra como Venezuela y a que su padre tenía la vida muy armada en ese país. Lo cierto es que para su madre no se trató de algo fácil porque venía de una familia muy numerosa y unida del norte de Quebec, y ella tiene la impresión de que fue la primera en irse de ahí. La que también sabe de mudanzas es la propia Melanie que vivió en Venezuela hasta los dieciocho años y luego se trasladó a Canadá donde estuvo unos ocho años, durante los cuales estudió Arte y Teatro. Además de dar clases de español y realizar traducciones, en esa época creó también su compañía de teatro y artes Akanda que luego trajo a Chequia cuando tomó la decisión de regresar a la tierra de sus ancestros.

La corazonada del hogar

Praga,  el hogar de Melanie Rada,  una verdadera ciudadana del mundo | Foto: Juan Pablo Bertazza,  Radio Prague International

Melanie había visitado República Checa en 1994, apenas cinco años después de la Revolución de Terciopelo y asegura que, ya en ese viaje, empezó a sentir que quería vivir aquí. Explica que cuando se graduó en Canadá sentía cada vez más que le faltaba algo, aunque no sabía exactamente qué. Cuenta que al principio la idea era solo probar suerte por un tiempo y, de hecho, llegó al país con trescientos dólares canadienses y una caja de cartón con sus pertenencias. Ni trabajo, ni casa, absolutamente nada. Para colmo, los comienzos tampoco resultaron muy promisorios porque apenas llegó se infectó con un virus.

“La primera semana en República Checa me la pasé en cama, vomitando, pero después cuando ya podía caminar, era enero, en invierno, hace diecinueve años ya y estaba caminando por la Ciudad Vieja y miré el Castillo y había un poco de nieve y ahí me paré y ahí sentí todo: sentía a mi familia, sentía a mi abuela, todo, todo, y me vino como una corazonada, como se dice en Venezuela, y así decidí queeste es mi hogar”.

Marat Sade de Peter Weiss por la compañía teatral Akanda | Foto: archivo personal de Melanie Rada

Con el tiempo, luego de realizar otros trabajos temporarios, Melanie fue reiniciando sus actividades con la compañía teatral que consiguió mucha repercusión en Praga, al menos hasta que la pandemia los obligó a suspender muchas de sus actividades y planes. Entre los logros de su compañía hay uno muy especial que es la representación de la pieza Marat/Sade de Peter Weiss. Recuerda que primero la había hecho en la cervecería U Medvídků con sus estudiantes de The English College in Prague porque asegura que siempre utiliza espacios alternativos y jamás teatros convencionales. A tal punto que, en el año 2012, representaron esa misma obra en inglés y con subtítulos en checo, en un lugar más que especial, pero a la vez muy acorde a esa obra: la antigua lavandería del hospital psiquiátrico de Bohnice.

“Y Marat/Sade tiene mucho que ver con la historia de Bohnice, entonces hacerla ahí era una oportunidad fenomenal, increíble. Y cuando estábamos ensayando la pieza también en Bohnice teníamos a los internos del lugar que venían y participaban con nosotros y fue una experiencia tan bonita porque aprendíamos los unos de los otros y ellos venían incluso durante las representaciones y hacían cosas con nosotros también. Era increíble”.

Aclara Melanie que muy poca gente conoce esa antigua lavandería, un espacio enorme con una altura de casi cinco metros, porque suele estar cerrada. Recuerda que durante las representaciones la gente se sentaba en el piso y en todo tipo de asientos, incluso los pacientes. También habían hecho un trabajo muy cuidado y a la vez casero con la iluminación, que acentuaba aún más la atmósfera de por sí especial de ese sitio. Como corolario, recuerda que luego hicieron un documental sobre la pieza y la participación de los pacientes que fue proyectado en bienales de Liverpool, Edimburgo y Toronto, entre otras ciudades.

Una representación especial en Bohnice | Foto: archivo personal de Melanie Rada

La casa de Babel

En Praga Melanie conoció a su marido que, para contribuir a la gran diversidad de banderas de su vida, es estadounidense, y como trabajaba en una compañía similar a la de ella pero norteamericana, tenían mucha gente en común, aunque nunca antes se habían cruzado. Lo mismo les empezó a suceder en Praga y, de hecho, recuerda que cuando finalmente se conocieron se la pasaron hablando toda la noche sin parar porque descubrieron que tenían todo un mundo en común. Luego de casi una década de noviazgo, se casaron hace siete años y hoy viven en Poříčí nad Sázavou. Totalmente instalada en el país, Melanie afirma que entiende muy bien el checo pero no lo habla tan bien como ella quisiera. Si bien solía escucharlo mucho de pequeña, cuando cumplió cuatro años, sus padres decidieron que tres idiomas serían suficientes y, aunque su abuela no estaba contenta con la idea de que no aprendiera checo, al final tuvo que resignarse. Lo curioso es que hoy Melanie asegura que no tiene un idioma que hable mejor que los otros que domina.

“Una buena arepa, una empanada, un pabellón… eso es otra cosa, eso es comida de verdad”.
Melanie Rada

“No tengo primer idioma, mi primer idioma son tres idiomas mezclados: español, francés e inglés y cuando estamos en familia con mis hermanos, mi papá y mi mamá hablamos una mezcla de esos tres idiomas y para mí hablar solamente un idioma se me hace un poco difícil porque hay palabras que por ahí son mejores en un idioma que en otro”.

Lo cierto es que esa diversidad de idiomas de alguna forma configuró también su versatilidad de vocaciones. Además de reiniciar de a poco sus actividades con la compañía teatral y de dar clases de inglés en un colegio secundario, Melanie está terminando una maestría en nutrición holística. Explica que el teatro físico que realiza desde hace muchos años le fue mostrando una dimensión terapéutica que la terminó llevando al yoga y, como a la vez disfruta mucho de cocinar, durante el Covid tomó la decisión de explorar también el mundo de la nutrición. Sin embargo, cabe aclarar que en el terreno gastronómico sí tiene una preferencia muy marcada.

“Como gastronomía elegiría la latina, la venezolana, ciento por ciento. La comida checa está bien y la franco-canadiense también, pero una comida venezolana, una buena arepa, una empanada, un pabellón… eso es otra cosa, eso es comida de verdad”

Mientras trabaja en una nueva obra para estrenar a finales de este año o comienzos del 2025, Melanie planea trabajar también como nutricionista, incluyendo la preparación de viandas individuales. En su opinión, esa actividad también estará muy ligada a las demás disciplinas que viene abordando. Es que ella no duda en ver la comida y la terapia como una forma de arte y el arte y la cultura como una forma de terapia.