Giovanni Kinský: “Creo que Bertha convenció a Nobel de agregar el Premio de la Paz”

Palacio Kinský en plena Plaza de la Ciudad Vieja

El nombre Kinský está muy ligado a la historia de Praga. No solo por la presencia de palacios como el que se destaca en plena Plaza de la Ciudad Vieja sino también porque en la actual capital checa nació Bertha Kinský von Suttner, autora del revolucionario manifiesto pacifista ¡Abajo las armas!, y primera ganadora del Premio Nobel de la Paz. En diálogo con RPI, su pariente Giovanni Zdenko Kinský dal Borgo repasa su interesantísima historia y le rinde homenaje.

Giovanni Kinský | Foto: Archivo personal de Giovanni Kinský

El de Kinský es un apellido íntimamente ligado a la Plaza de la Ciudad Vieja. Uno de los más prominentes edificios de esa zona fundamental de Praga es, en efecto, el palacio rococó que lleva el nombre de esa familia aristocrática. Actual sede de la Galería Nacional de Praga se trata de un sitio famoso no solo por su belleza y ubicación privilegiada, sino también porque allí estudió nada menos que Franz Kafka y hasta tuvo un negocio su padre Hermann. Aunque hoy el palacio es propiedad del Estado y no de esa familia que, a mediados del siglo XVII se dividió en dos ramas, cuenta Giovanni Zdenko Kinský dal Borgo que el palacio Kinský no es el único punto de la Plaza Vieja de Praga vinculado a su familia.

“También son simbólicas para nosotros las veintisiete cruces que marcan la ejecución de los nobles protestantes por parte de los Habsburgo el 21 de junio de 1621, tras la Batalla de la Montaña Blanca. Un pariente lejano, Radslav Kinský iba a ser ejecutado, pero escapó a Leiden y allí está enterrado. La leyenda familiar cuenta que intentó navegar sin éxito hasta América”.

Las cruces en la Plaza de la Ciudad Vieja | Foto: Juan Pablo Bertazza,  Radio Prague International

También tienen vinculación con la historia de esta familia los jardines Kinský y otros palacios menos conocidos que el de la Plaza de la Ciudad Vieja. Explica Giovanni que, antes de la batalla de la Montaña Blanca, la familia tenía en su haber varias propiedades en Praga, aunque muchas fueron confiscadas después de la década de 1620 y entregadas a súbditos leales de los Habsburgo. En cierta forma, esas  vicisitudes tan características de la historia de Praga, han generado a lo largo del tiempo situaciones muy curiosas y hasta insólitas.

“Una anécdota interesante de mi abuelo Zdenko Radslav Kinský es que cuando se casó con mi abuela, Eleonora Clam-Gallas, ella heredó un pequeño palacio frente al gran palacio Clam-Gallas. Naturalmente, quiso ponerle su escudo así que quitó el de Clam-Gallas y lo que encontró debajo fue, justamente, un antiguo escudo Kinský porque había pertenecido a la familia Kinský”.

Algunos miembros de la familia Kinský resistieron en el país los duros tiempos del comunismo, mientras que otros regresaron luego de la Revolución de Terciopelo. En la actualidad, dice Giovanni que la mayoría de sus parientes tienen negocios fuera de Praga, aunque muchos de ellos cuentan con alguna propiedad en la ciudad. Por otro lado, destaca que ambas ramas de la familia se han repartido por muchos países y hoy tiene, por lo tanto, primos en Alemania, Austria, Inglaterra, Francia, EE.UU. y Sudamérica. Los nombres y los sitios son, a su modo de ver, tantos que asegura que, a veces, le cuesta seguir la pista de todos.

Jardines Kinský en Praga | Foto: Juan Pablo Bertazza,  Radio Prague International

Un símbolo de paz

A lo largo de su historia, la familia Kinský ha despertado mucho interés por motivos muy diversos. Uno de los aspectos más curiosos es la cría de los llamados caballos Kinský llevada a cabo a partir de 1838 en la finca de Chlumec nad Cidlinou que dio como resultado una serie de excelentes equinos de carrera. Pero, sin lugar a dudas, el nombre más relevante y trascendental de la familia es el de la escritora y pacifista Bertha Kinský que nació en Praga en 1843 y murió en Viena en 1914.

Bertha Kinský | Foto: Wikimedia Commons,  public domain

“El abuelo de mi bisabuelo, Leopold Joseph, y el padre de Bertha, Franz Joseph, eran hermanos. Leopold Joseph heredó el patrimonio familiar,  mientras que su hermano menor siguió la carrera militar. Hoy estamos muy orgullosos de poder decir que una mujer tan inteligente y lúcida proviene de nuestra familia. Desde que nació, sin embargo, tuvo que superar las dificultades derivadas de la condición social de su madre, que no se correspondía con la de su marido, y de su decisión de casarse con un hombre cuya familia no aprobaba. Bertha sigue siendo una referencia fundamental para nuestra familia, junto con la jinete Lata Brandisová, cuya madre era también una Kinský. Son ejemplos de lo que las mujeres podían conseguir en tiempos en los que se les permitía hacer muy poco o casi nada. Estas dos mujeres excepcionales superaron grandes barreras sociales e hicieron grandes cosas, especialmente para aquellos tiempos”.

El castillo Karlova Koruna | Foto: Anna Zítová,  Český rozhlas

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En efecto, cuenta Giovanni que en las visitas guiadas al castillo familiar Karlova Koruna nunca falta una mención a la periodista y escritora Bertha Kinský que, en 1905, se convirtió en la primera ganadora mujer del Premio Nobel de la Paz, ni a la jinete checa Lata Brandisová, la única mujer en ganar la gran carrera de obstáculos de Pardubice. Adelanta, además, que ahora mismo están armando una exposición importante sobre las mujeres de la familia, en la que ellas dos tendrán, por supuesto, un lugar más que destacado. Sin ir más lejos, no todos saben que en el interior del Palacio Kinský de la Plaza de la Ciudad Vieja hay una placa de bronce realizada en 2008 por la Ciudad de Praga como homenaje a esa brillante mujer que deslumbró a Alfred Nobel. De hecho, hay quienes aseguran que el químico sueco decidió fundar los famosos premios para mitigar la culpa de las muertes ocasionadas por su invento, la dinamita, pero también para congraciarse con ella. Sin desmentir del todo esa hipótesis, Giovanni Kinský aporta, a la vez, una interesante mirada personal.

Bertha von Suttner en 1906 | Foto: Carl Pietzner,  Wikimedia Commons,  public domain

“Se dice que Nobel quedó prendado de Bertha porque era inteligente y guapa, y hasta se insinúa que podría haber surgido algo más. Sin embargo, ella sólo trabajó para él como secretaria durante una o dos semanas. Después se casó con el amor de su vida, Arthur von Suttner. Ella y Nobel siguieron carteándose toda la vida y creo que eso fue muy influyente. Sólo se reunieron otras dos veces, una en Berna para discutir los esfuerzos de Bertha en busca de la paz, y la otra en el Congreso Internacional de la Paz. Es probable que esa reunión convenciera a Nobel de otorgar una parte de su fortuna a los defensores de la paz. Es indudable que el apasionado trabajo y legado pacifista de Bertha tuvo el efecto deseado e inspiró su interés en ese campo. Si no hubiera sido por sus esfuerzos, probablemente no habría existido un Premio Nobel de la Paz. Creo que Nobel ya tenía previsto dejar dinero para los premios en las otras categorías y añadió el de la paz porque Bertha lo convenció de su validez, pero es sólo mi opinión personal”.

“Creo que a Bertha se la conoce más por su relación con Alfred Nobel y el Premio de la Paz que por lo que realmente logró”.

Lo cierto es que, a mediados de este 2024, se cumplirán ya ciento diez años de su muerte. Y aunque todo pareciera decir que su figura resulta más que atractiva en la actualidad, Giovanni tiene sus dudas al respecto. Por un lado, considera que su valor simbólico es muy alto y ha logrado trascender varias épocas. Sin embargo, no cree que se trate de una figura tan conocida a nivel global, aun cuando, en su momento, el libro ¡Abajo las armas! se convirtió en un verdadero bestseller mundial que fue traducido a muchos idiomas, entre ellos el español.

Foto: Catedra Letras Universales

“En primer lugar, no creo que Bertha sea conocida como Bertha Kinský, sino como Bertha von Suttner. Puede que sea muy conocida entre los movimientos pacifistas y feministas, pero no creo que el gran público sepa mucho de ella.
Quizás sea más famosa en Austria, donde había un billete con su imagen y una moneda de dos euros muy especial. Es decir que algunos gobiernos le están dando el reconocimiento que se merece. En lo personal, creo que se la conoce más por su relación con Alfred Nobel y el Premio Nobel de la Paz que por lo que realmente logró. No creo que mucha gente sepa que escribió ‘¡Abajo las armas!’”.

Placa en homenaje a Bertha Kinský von Suttner | Foto: Juan Pablo Bertazza,  Radio Prague International

Fascinado desde muy pequeño por los castillos checos, Giovanni Zdenko Kinský dal Borgo se casó con la estadounidense Michelle Hoskins, con quien tuvieron dos hijos: Eleonora y Francesco. Revela que Michelle quería mudarse a Praga en 1993, pero como sus hijos ya habían empezado el colegio en Italia, decidieron quedarse ahí. No obstante, asegura que Chequia sigue teniendo un lugar central en su corazón y también en cada uno de sus emprendimientos. En efecto, la economía de la familia se basa en la gestión y desarrollo de los bienes recuperados tras la restitución y, tal como él mismo dice, uno de sus principios básicos es apoyar el desarrollo de la economía local, empleando personal checo y realizando convenios con empresarios locales y regionales.

El castillo Karlova Koruna | Foto: Martina Schneibergová,  Radio Prague International

“Después de treinta años de trabajo en la República Checa, miro lo que se ha conseguido y estoy satisfecho. Nuestra empresa familiar en las afueras de Praga, en Chlumec nad Cidlinou, tiene diferentes sectores, como la caza, la madera, la organización de eventos y el turismo patrimonial. Desde aquel comienzo difícil hace treinta años, ahora mantenemos una buena relación laboral con nuestros empleados. Yo paso una semana al mes en Chlumec, que mi esposa y yo consideramos nuestro segundo hogar”.

A pesar de haber viajado tanto, dice Giovanni que Praga es una ciudad que siempre lo sorprende porque, en su opinión, nunca se la termina de conocer del todo. Y si tuviera que elegir un momento en su relación personal con la ciudad, dice que sería en torno al año 1990, cuando, aún sin la invasión de los turistas, se podía cruzar el Puente de Carlos en un carruaje tirado por caballos.