La vida en una granja checa
En los alrededores de la capital checa existen varias granjas familiares que logran progresar pese a las adversidades del clima y, aunque los turistas no suelen visitarlas, también forman parte de la cultura del país. Radio Praga Internacional fue a Přerov nad Labem para conocer la de los Novák, que cuenta con unas setenta hectáreas y se especializa en el cultivo de verduras, fresas y hasta calabazas, un producto al que además le dedican un festival que tuvo lugar el fin de semana pasado y sirve como antesala perfecta a la fiesta de Halloween.
Más allá del Puente de Carlos, Malá Strana y el castillo de Praga hay en los alrededores de la capital checa, como así también en muchos otros sitios del país, una gran cantidad de pequeñas granjas que, a pesar de no ser visitadas por los turistas, también forman parte fundamental de la cultura checa, tal como nos cuenta Josef, el dueño de la granja Novák en Přerov nad Labem, un pueblo que queda a unos cuarenta kilómetros al noreste de Praga.
“A lo largo de la historia de esta granja hemos tenido tres años catastróficos, aunque supimos salir adelante”.
“Ciertamente, las granjas forman parte importante de la cultura rural checa desde hace mucho tiempo. A veces pueden tratarse también de grandes granjas, pero en nuestra zona, podemos especializarnos sobre todo en verduras. Las granjas de nuestro rango tienen entre 50 y 150 hectáreas. Aunque siempre hay dificultades, nuestras granjas siguen estando ahí, funcionan y hasta prosperan”.
Cuenta Josef Novák que la granja existe desde el año 1780, aunque en ese entonces era administrada por otra familia con la que se asoció su abuelo Rudolf Novák, que venía del cercano pueblo de Semice. Ellos trabajaron la granja hasta comienzos de los años sesenta y luego él y su mujer Kateřina, con quien se conocieron estudiando Agricultura, volvieron a ponerla en funcionamiento en 1991 aunque, por ese entonces, solo contaban con un campo de tres hectáreas. En la actualidad, la granja Novák cuenta con once empleados (de los cuales tres forman parte de la familia) y una producción anual de mil toneladas repartidas entre verduras, patatas, calabazas y fresas, que distribuyen a sus clientes en varios puntos del país y parte de Eslovaquia.
“Nuestro producto principal son las verduras, pero no cualquier tipo de verduras sino algunas específicas. Es cierto que cuando comenzamos a cultivar en la década del noventa teníamos como veinticinco especies, lo cual es muchísimo, pero hoy nos especializamos en verduras crucíferas: sobre todo, repollo y también algo de coliflor. Por otro lado, nos especializamos en el cultivo de la calabaza que ha tenido en esta zona un enorme auge en los últimos diez años. Nos especializamos tanto en las calabazas de consumo, más que nada en la variedad Hokkaido, como en las decorativas que se usan para Halloween. La tradición se introdujo, por supuesto, desde Estados Unidos, pero gracias a que nos hemos adaptado, podemos vender muy bien ese producto”.
Aunque en la actualidad cuentan con unas setenta hectáreas, Josef Novák explica que continúan siendo una granja pequeña, aunque afirma que también existen otras mucho más pequeñas con apenas cinco o diez hectáreas que suelen especializarse en un producto en particular. Aunque la granja Novák no les vende directamente, sus productos pueden conseguirse en algunos supermercados a través de los intermediarios. Más allá de los obstáculos que, por ejemplo, a raíz de la pandemia, tuvieron los negocios de cualquier rubro, las granjas dependen mucho del clima que, en su caso, lejos de constituir un mero tema de conversación, resulta un factor muy determinante.
“Nosotros, por supuesto, tenemos que lidiar con las condiciones climáticas y sabemos desde hace mucho que siempre hay algunos años buenos, algunos años malos y algunos años mediocres, y los períodos suelen repetirse. A lo largo de la historia de esta granja hemos tenido tres años catastróficos aunque supimos salir adelante. Por ejemplo, en 2002 cuando hubo mucho granizo, en 2007 por otros motivos, el 2019 fue malo y el 2020 aún peor, pero a pesar de todo eso logramos sobrevivir”.
Si los grandes problemas del clima son las sequías, las inundaciones y el granizo, dice Novák que la sequía es tal vez el factor menos traumático porque cuentan con sistemas alternativos de riego, pero las inundaciones y, sobre todo, el granizo suelen resultar mucho más perjudiciales. Lo cierto es que para combatir esas malas rachas hace unos años la granja abrió también un pequeño negocio minorista de venta directa que ofrece productos tan variados como miel, vino y hasta algunas frutas exóticas como papaya o maracuyá. Aclara Novák que, si bien lo que ganan allí ni se aproxima al porcentaje que obtienen con las ventas mayoristas, el local puede resultar muy útil en ciertos períodos de crisis.
“Con nuestros clientes mayoristas solemos tener, por supuesto, relaciones largas y duraderas. Son clientes muy estables y por eso no nos interesa incorporar mucho más de lo que tenemos porque sabemos que lo que producimos, lo vendemos. En cuanto a la venta al por menor aquí, sí estamos en proceso de construir esa clientela porque el puesto de venta lo tenemos desde hace un año y medio o dos y ya contamos con algunas personas que comienzan a venir con regularidad. Sin embargo, cuando pusimos el puesto nos imaginamos que armar la clientela va a requerir de tres a cuatro años por lo que ahora nos encontramos, más o menos, en la mitad del proceso”.
Como sucede con muchas otras granjas del país, además de lo que atañe al aspecto comercial, la de Novák suele tener un rol bastante importante a nivel social ya que, una vez al año, organizan en la plaza de Přerov nad Labem el Festival de la Calabaza que reúne a muchísimos vecinos y funciona como antesala de la fiesta de Halloween tal como ocurrió, en este caso, el fin de semana pasado. Por otro lado, asegura Novák que uno de los productos más vendidos de su granja es la patata, un alimento muy popular en República Checa cuyo consumo tiene, en su opinión, algunas particularidades que no se ven en ningún otro país del mundo.
“En República Checa pasa algo que no sucede en ningún otro país de Europa: todos los consumidores quieren patatas tan amarillas como el limón”.
“En lo que respecta a las patatas, el mercado checo es muy particular porque, de acuerdo a mi experiencia, creo que en ningún otro país de Europa importa tanto el color. En República Checa, sí: se trata de algo fundamental porque si es muy clara o, más bien, blanca, resulta prácticamente invendible. En este país todo el mundo quiere patatas tan amarillas como el limón, esas se venden bien. Se trata de algo tan instalado que nos condiciona en la elección de variedades de patatas porque conocemos muchas que son muy buenas pero tienen el ‘problema’ de que no son tan amarillas”.
En relación también con el comportamiento de los consumidores, considera Novák que, desde hace algunos años, existe una alentadora tendencia en el país, según la cual los checos empiezan a priorizar la calidad sobre la cantidad, lo cual significa que ya no compran cualquier producto que aparece en el supermercado y están mucho más atentos al origen y cuidado de cada artículo que llevan a su casa. De todos modos, asegura que se trata de un cambio muy lento que todavía requiere muchos años. Mientras tanto, la familia Novák continúa trabajando sin cesar para que sus productos sigan llegando sin interrupciones a los consumidores checos y eslovacos.
“El horario de trabajo es a partir de las seis de la mañana, así que me levanto antes de las cinco, me reúno con mi hijo un poco antes de las cinco y media, y nos ponemos de acuerdo en lo que vamos a hacer, muchas veces dependiendo del clima. A las seis ya estamos todos trabajando, a veces participo de los trabajos manuales y a veces me quedo resolviendo distintos papeles, cuestiones bancarias, municipales, reuniones, etc. El día de trabajo concluye a las 18 horas así que estamos desde las seis de la mañana hasta las seis de la tarde”.
Agrega Novák que, en lo posible, siempre intentan turnarse las tareas manuales y de cultivo para que no recaiga siempre el mismo trabajo en una sola persona. El motivo es que, en su opinión, la monotonía puede atentar no solo contra la eficiencia sino también contra el disfrute. De todos modos, asegura Josef Novák que el trabajo más difícil de la granja no son tanto las tareas manuales, sino las que él mismo debe hacer sentado en la computadora frente a una pila de papeles llenos de números que, pase lo que pase, deben cerrar bien o, al menos, del mejor modo posible.