Darío Adanti: “El humor es la mejor manera de dar malas noticias, y el cambio climático lo es”
El ilustrador Darío Adanti, uno de los fundadores de la revista satírica española Mongolia, fue uno de los invitados del festival Lustr de Praga, donde habló de su cómic sobre el cambio climático El meteorito somos nosotros, y de cómo abordar cuestiones de divulgación científica desde el punto de vista del humor o el cómic. De responsabilidad social, y hasta de los problemas con la justicia de la revista Mongolia habló para Radio Praga Internacional.
Darío Adanti, tú eres muy famoso por hacer humor satírico, pero a Praga has venido casi vestido de científico.
Bueno, es que yo en el fondo soy un friki de la ciencia y la historia. Mi libro anterior, La ballena tatuada, tampoco era satírico. Era una historia real. Lo que no puedo evitar es el humor, había partes de humor, pero en realidad es muy emocional.
Has publicado El meteorito somos nosotros, y has venido invitado al festival Lustr de Praga para hablar de cambio climático y de cómo afrontarlo desde el cómic. ¿Por qué desde el cómic?
“Estamos acostumbrados a relacionar la libertad con consumo y no es así, el consumo está detrás del cambio climático”
Quise hacer un libro sobre cambio climático porque me parecía que en mi grupo de amistades, que en general es gente relacionada con el arte o con la ciencia, pero en el caso de los del arte, son dibujantes de cómic, actores o músicos, etc., que es todo gente progresista que se informa, y, sin embargo, tenían una resistencia mental, que me pasaba a mí también, a decir: ‘el cambio climático es terrible, pero bueno, esto va a tardar 50-60 años, a mí no me va a tocar, pobres mis hijos, pobres mis sobrinos…’ Pero justo después de la pandemia salió el sexto informe del IPCC, el grupo de expertos en cambio climático de Naciones Unidas, que son cientos de miles de personas que trabajan gratis, y dijeron: ‘Oye, que está todo mal, o sea, que la civilización como la conocemos no va a poder seguir, se va a caer’. No es que va a desaparecer el ser humano, somos como las cucarachas, sobrevivimos a cada cosa... Pero para ser resilientes primero tenemos que acostumbrarnos a no vivir en el estado que conocemos como civilización. Y decían que esto empieza a pasar ya, que si de aquí al 2030 no reducimos el 50% los gases de efecto invernadero que tiramos a la atmósfera, va a ser terrible.
Al principio decían el 30%, pero ahora han pasado un par de años desde ese informe y ya es el 50%, porque hemos incrementado el CO2 que tiramos. Y decían que uno de los puntos más calientes será el sur del Mediterráneo. Entonces dije: “Madre mía, que yo vivo ahí. Tengo que intentar convencer a toda a la gente que me pueda leer de que esto es así sin la necesidad de que tengan que leer los tochos de libros que yo me leo sobre el clima. Me dije que esto lo tenía que contar porque va a haber que hacer sacrificios, va a haber que cambiar un montón de dinámicas y va a haber que hacer políticas que son muy impopulares, porque estamos acostumbrados a relacionar la libertad con el consumo, y no es así. El consumo es lo que nos está llevando esto.
¿El cómic y el humor te dan la posibilidad de ser mucho más didáctico quizá que un científico?
Yo creo que sí, porque creo que el humor permite que digieras información que puede ser muy pesada de otra manera. En cambio, con un chiste, la digieres en seguida. De alguna manera, el cambio climático es una mala noticia y el humor era la mejor manera de dar malas noticias.
Mira, te voy a contar un chiste sobre una buena manera de dar una mala noticia. Es un chiste clásico de estos de “tengo una noticia buena y una mala” que me encanta para definir el cambio climático: un médico llama a un paciente y le dice: ‘Tengo una noticia buena y una mala. La buena es que a usted le queda solo un día de vida. La mala es que hace 23 horas que lo estoy buscando’.
A fin de cuentas, también la sátira política viene de la responsabilidad social de la que surge esta obra, ¿no?
Totalmente, es verdad. De hecho, nosotros en Mongolia, cuando muchas veces nos acusan de ser unos bestias, unos salvajes, de faltar al respeto, no se dan cuenta de que no es un chiste que intente faltar respeto por faltar el respeto en sí, sino que lo que está haciendo es dar una opinión política, entendiendo lo político en el sentido clásico de que es lo que nos incumbe a todos como comunidad, dicho como una cachetada para que reacciones, y por eso lo haces con bestialidad. Y lo haces con humor porque también es más fácil de digerir así la cachetada. Pero es verdad que el libro tiene mucho de satírico, porque cuento malas noticias, pero las cuento encajando chistes cada tanto para que reacciones.
Aquí en Praga has entablado un diálogo con un autor checo, David Böhm, que hizo el libro para niños A de Antártida. ¿Qué te ha parecido su trabajo?
Bueno, no había leído el libro, pero estuve viendo las imágenes y estuve escuchando su discurso, y me pareció brillante. Cuando hablaba de que los autores de cómic somos niños y que el cómic es como una especie de literatura para adultos porque también es para niños. Yo he sentido eso toda la vida pero no lo había expresado, y lo expresó él, me parece que también esa es la gran capacidad que tiene el cómic. También dijo algo muy interesante con lo que estoy de acuerdo y que se lo voy a robar para otras charlas, y es que el cómic tiene una gran amplitud formal para contar cosas. Si yo hago un libro de divulgación científica sobre el cambio climático, tengo que ser divulgador científico, pero, en cambio, si yo hago un cómic de divulgación científica también puedo hacer, como hice, que le meto chistes, intrahistorias personales, una historia que me ha interesado de un científico que le pasó algo… Y me dieron muchas ganas de leer su libro, me da rabia que no esté en inglés o en castellano.
De Praga te vas a Brno. ¿Qué vas a hacer allí?
Vamos a hacer también unas charlas sobre cambio climático y cómic con Azul Blaseotto, que vino de Argentina y que hace cómics buenísimos de estos temas, porque yo creo que el cómic es la mejor herramienta para divulgar temas complejos también de manera popular. A mí lo que más me gusta del cómic es que es un género popular, que es un género que puede leer un niño, un abuelo, un padre, una madre… Y lo que me parece más bonito del cómic, aunque parezca paradójico, es que es un acto de trabajo por los demás, porque los autores y las autoras de cómics nos tiramos dos años escribiendo y dibujando para que luego tu libro se pueda leer en un viaje de autobús de 20 minutos. Y eso no es una crítica, al revés, a mí eso me hace feliz porque siento que en estos tiempos que corren, que la vida pasa muy rápido, que la gente está muy ocupada, que tiene demasiadas cosas que los distraen y que tienen que trabajar, que no tienen tiempo de dormir… pues que sea uno como autor el que hace el esfuerzo para que otro reciba la información en poco tiempo y de manera grata, me parece un honor, es el mejor premio para mí.
Hablando de responsabilidad social, hacer sátira también tiene sus inconvenientes, ¿verdad? Creo que después de Brno tienes otro viaje.
“Lo que me parece más bonito del cómic, aunque parezca paradójico, es que es un acto de trabajo por los demás, porque los autores y las autoras de cómics nos tiramos dos años escribiendo y dibujando para que luego tu libro se pueda leer en un viaje de autobús de 20 minutos”.
Sí, el 4 de octubre tengo que ir a los juzgados de Madrid para declarar porque nos pusieron cuatro demandas por la portada de diciembre de la revista Mongolia, que era mía, además. El chiste de Ortega Cano, que era muy malo, también era mío. (El torero José Ortega Cano los denunció por el cartel de un espectáculo en el que aparecía su imagen, nota del redactor).
Bueno, con la portada, la idea era mía con el equipo Mongolia, luego el trabajo de arte es de Rapa Carballo, que es el director de arte, y el collage…
Ya estás quitándote la responsabilidad...
Sí, ya me estoy lavando las manos, jajaja. Pero es que justamente nos demandan por el artículo 525 del Código Penal que es el de ofensa a los sentimientos religiosos, que es la definición secular de blasfemia. Cuando a finales de la Edad Media se tuvieron que plantear qué era la blasfemia, si la blasfemia ofendía a Dios no podían los tribunales humanos juzgar a Dios como víctima, entonces definieron que la blasfemia simple era ofender los sentimientos religiosos de los creyentes.
Pero a nosotros esto nos pone, digamos. En el fondo, nosotros no hicimos Mongolia para hacer reír, hicimos Mongolia para intervenir en la vida pública de la sociedad donde vivimos, que es España, intervenir a partir de la opinión. Y me parece que en democracia, ya que yo soy, sobre todo, demócrata, la batalla hay que darla en los juzgados, porque es la manera de cambiar las cosas.
Y también hay algo en la ONU con Ortega Cano, ¿verdad?
Sí, perdimos en primera instancia, en segunda instancia, en el Tribunal Supremo y no nos admitieron a trámite la queja el Tribunal Constitucional, así que lo hemos llevado ahora a Naciones Unidas, al Tribunal de Derechos Humanos, porque el tipo nos demandó por el honor y tal… Pero, de nuevo, no era un chiste frívolo, era un chiste que se entendía en ese momento. El tipo había salido de la cárcel un año después de haber cometido homicidio imprudente por conducir alcoholizado.
Carlos Parra era la víctima, yo me acuerdo de su nombre porque una amiga de la familia escribió en Mongolia sobre la familia de la víctima. La cuestión es que el tipo había salido de la cárcel y había vuelto a las plaza de toros, aunque no para torear, y las revistas del corazón habían titulado “Vuelve el maestro”, y nosotros pensamos en qué pensaría la familia de la víctima, cuando a él solo le pusieron una multa de 80.000 euros por una vida, y encima estuvo encarcelado menos de un año, y que lo pongan al tipo así en la tele… Así que nosotros hicimos una crítica donde lo pusimos vestido de extraterrestre con un OVNI estrellado, porque no queríamos poner un coche por cuidado a la víctima, a la familia. El chiste no era que fuera vestido de marciano, sino que había conducido imprudente y había estrellado el OVNI. Y perdimos el juicio, por el honor... ¿Pero qué honor puede tener una persona que…? Curiosamente, nos demandó por 40.000 euros que tuvimos que pagarle. O sea, 40.000 euros por el honor. Quiere decir que tu honor vale la mitad de una vida.
Muchas gracias, Darío.
Yo encantado. Cuando quieras hacemos más entrevistas en Praga. Qué maravilla de ciudad.
La Universidad Masaryk de Brno alberga otra charla con Darío Adanti sobre cómics y cambio climático este martes 26 de septiembre, mientras que la ilustradora argentina Azul Blaseotto ofrecerá un taller con la misma temática. Más información (en checo) aquí.