Un recorrido por Bezovka, el impresionante refugio antiatómico de Žižkov
Aunque se considera que el más grande refugio antiatómico de Praga es el propio metro, en la capital y otras ciudades checas hay numerosos búnkers que muchas veces pasan desapercibidos. En este caso, visitamos el que está debajo del pequeño parque Parukářka en Žižkov y ofrece, además, una exposición sobre la historia checa durante el convulsionado siglo XX.
A pesar de ser bastante pequeño, en el parque Parukářka de Praga 3, los visitantes pueden encontrar distintos sectores con juegos para niños, una concurrida cervecería al aire libre, dos áreas con parrillas públicas, un enorme tobogán, dos mesas de ping pong y estupendas vistas del Castillo de Praga, la torre de televisión y hasta el monumento de Jan Žižka. Sin embargo, lo más sobresaliente de este parque es, al mismo tiempo, lo que no se puede ver a simple vista: un impresionante y laberíntico refugio antiatómico que recorrimos junto a Iván, un guía formado en economía que, además, estudió historia en forma autodidacta.
“El más grande refugio antiatómico es la propia red de metro de Praga”.
Iván, guía del búnker Bezovka
“En comparación con otros refugios como el de Brno o el del parque Folimanka en Praga 2, se trata de algo muy similar: fue creado para refugiar a la gente en caso de guerra nuclear y ante cualquier explosión local se supone que, en este espacio que continúa estando operativo, la gente puede sobrevivir. En el refugio de Brno hay un bar y hasta un hotel, mientras que el de Folimanka ofrece también tours. En este sitio funciona también un museo con una exposición histórica”.
Aclara Iván que esa exposición histórica que ocupa solo una parte del refugio ofrece mucha información sobre defensa civil, Guerra Fría e historia general de Checoslovaquia. El tour, que solo puede reservarse enviando un mail a Bezovka, dura entre cuarenta y cinco minutos y una hora y media, de acuerdo al interés y la edad de los visitantes y muestra menos del 20% de la superficie total del lugar que ocupa varios miles de metros cuadrados. De hecho, una parte del sitio se utiliza como almacenamiento para los bomberos y defensa civil. Cuenta Iván que hay otro refugio un poco más pequeño en Vítkov para 600 personas, donde también realizan tours y asegura que existen muchos búnkers más debajo de algunas casas, aunque este tiene la particularidad de ser uno de los más grandes de Praga.
“Se realizó a fines de la década del cincuenta, pero como se trata de un sitio secreto no sabemos con certeza la fecha exacta, desde qué día hasta cuándo se construyó y cuánto dinero costó en total porque es un secreto o nadie lo registró con exactitud, como sucede con algunas cuestiones que quizás solo estén perdidas en algún archivo”.
Aunque en su momento mucha gente no lo sabía, recuerda Iván que diez años atrás había incluso un bar. Si bien en la actualidad el sitio mantiene su condición de refugio, ya no se piensa tanto para salvar a la gente de eventuales guerras nucleares pero sí como protección ante posibles ataques terroristas. El museo funciona hace siete años y el público solo puede entrar junto a uno de los siete guías que, dicho sea de paso, ingresa por una puerta casi desapercibida detrás del pequeño campo de básquet en la colina del parque. Esa puerta, según cuenta Iván, está enteramente hecha de plomo y pesa nada menos que cuatro toneladas, aunque, por supuesto, no es la única entrada al búnker.
“Hay muchas entradas, una por aquí, otra por allá, detrás del parque infantil hay otra en la que puedes ver esa estructura de hormigón que está conectada al búnker y, en caso de explosión, hay una larga escalera para subir y una abertura para controlar lo que sucede afuera y, por ejemplo, medir el nivel de radiación para decidir si se puede realizar la evacuación. Es decir que, luego de una eventual explosión, alguien tiene que salir con la máscara de gas para chequear la situación afuera”.
Como si todo eso fuera poco, cuenta Iván que en el mismo parque hay otro búnker independiente que pertenece al edificio de la Radio Checa donde, en efecto, hay una estación de radio subterránea. Por el momento, los tours por Bezovka están disponibles en checo, inglés y alemán. Y agrega Iván que, en su momento, este lugar estaba pensado para refugiar hasta cinco mil personas, es decir, dos personas por metro cuadrado, mientras que, en la actualidad, se redujo a la mitad: una persona por metro cuadrado. El cambio, según explica, se debe a que se modificaron los parámetros de seguridad.
“En Praga hay lugar para dar refugio a un 40% o 45% de la población incluyendo el metro porque el más grande refugio antiatómico es la propia red de metro de Praga. De hecho, hay también otros tours que muestran eso porque el metro también se construyó como un búnker nuclear”
“La gente no suele tener en su casa, ni agua, ni conservas, ni fideos, ni vitaminas, ni velas, ni luces, ni fósforos y, cuando los negocios cierran durante tres días, enloquecen porque se dan cuenta de que no tienen nada”.
Iván, guía del búnker Bezovka
Cuenta Iván que sus tours atraen sobre a todo a extranjeros, pero también a varios grupos de alumnos de escuelas checas. La exposición cuenta con una enorme cantidad de objetos históricos: material sobre la propaganda comunista, trajes convertibles en mesas, carpas y hasta botes, mapas de estrategia y una gran cantidad de armas y municiones. Incluso puede verse una réplica del monumento a Stalin que estaba en Letná, donde hoy se ubica el metrónomo, y se utilizó en Monstrum, un documental del año 2017 que realizó el director Viktor Polesný para la televisión checa. Algunos de esos objetos los adquirieron en sitios de internet y muchos otros gracias a distintas donaciones. Incluso cuenta que muchas personas les acercaron algunos ítems de la semana retro de un conocido supermercado que, de vez en cuando, vende productos con etiquetas históricas, algunos de las cuales también se muestran en el museo para dar más idea de la época. En su opinión, una de las fantasías más arraigadas entre los visitantes es creer que estos sitios podían alojar gente durante semanas o incluso meses, cuando, en realidad, debían servir solo durante tres o cuatro días, antes de llevar a cabo la evacuación. Aun así, explica que el búnker cuenta con un sistema de autoabastecimiento.
“Para la electricidad tenemos generadores, para el agua tanques de agua y el aire se toma desde afuera, pero no se lo utiliza hasta que no lo filtras con este equipo. También hay duchas de descontaminación. Por la curiosa apariencia que tiene, en este sitio se realizaron muchas películas, especialmente sobre la Segunda Guerra Mundial o también sobre naves espaciales y submarinos, muchas películas de ciencia ficción”.
Si bien cuentan también con visitantes checos, cuenta Iván que la mayoría proviene de escuelas porque para casi todos los adultos revivir estos temas tan traumáticos de la historia del país los vuelve muy vulnerables. De todos modos, él considera que siempre es bueno incorporar conocimientos. No solo de historia sino también, por ejemplo, acerca de cómo actuar ante distintas situaciones de emergencia.
“Siempre decimos que la gente no suele tener en su casa ni agua, ni conservas, ni fideos, ni vitaminas, ni velas, ni luces, ni fósforos ni siquiera baterías extra que, se supone, son importantes por si llegara a haber una tormenta o algo se rompiera. De hecho, en ocasiones como Semana Santa, cuando los negocios cierran durante tres días, la gente siente que enloquece porque se dan cuenta de que no tienen nada”.
Por último, agrega Iván con ciertas dosis de misterio que, al revés de lo que suele creer la gente, lo que, además de comida, siempre deberíamos tener a mano en casos de emergencia no es ni dinero en efectivo ni documentos sino más bien ese tipo de productos que, como sucedió por ejemplo durante la pandemia del Covid, son los primeros en desaparecer de la mayoría de los supermercados.
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