Praga se tiñe de celeste y blanco para celebrar la tercera copa del mundo de Argentina
La comunidad argentina en República Checa vivió con su característica pasión los festejos por su tercera copa del mundo. Además de organizar encuentros en distintos puntos de Praga y otras ciudades del país para ver los partidos en compañía, incluso, de algunos checos, apenas terminó la final con Francia salieron a festejar al reloj astronómico de Praga que, al menos por unas horas, se pareció mucho al Obelisco de Buenos Aires.
La lejanía geográfica no mermó la pasión de los argentinos en Praga a la hora de festejar su tercera copa del mundo, después de 36 años. Al contrario, esa misma distancia, en algún punto, pareció incrementar aún más los gritos, la euforia y las lágrimas de emoción.
El mérito corresponde también a algunos residentes argentinos que se ocuparon de acortar las distancias organizando encuentros para ver cada uno de los partidos de la selección argentina con vinos, comidas típicas y un aliento a prueba de balas. Ese fue el caso, en Praga, de La Paisanita, Coffice y Piantado Wines, mientras que en Brno hubo también juntadas masivas en el bar La Casa Verde. Martín Miguel, el creador del bar Coffice en Bubeneč, así lo cuenta.
“En mi caso lo celebramos en el Coffice, pasamos todos los partidos y fue mucha gente de Argentina junto con gente de otra parte del mundo que saben lo que es el amor de Argentina por el fútbol y querían vivir cómo era un mundial desde nuestro corazón y se creó un ambiente hermoso y de cábalas en todos los partidos, y hoy obviamente explotó”.
Agrega Martín Miguel que vivieron cada uno de los partidos al mejor estilo argentino: juntos, apretados y a los gritos. Y además de preparar la logística para cada uno de los encuentros, pudo disfrutar de compartir esos momentos inolvidables con sus hijos y hasta con su mamá que vive en Argentina pero justo estaba de visita.
“Es esa mezcla de emociones que nos hacen sentir más argentinos que nunca y estar siempre felices cualquiera sea el motivo, siempre para adelante y juntos... Se sintió un pequeño Buenos Aires hoy en Praga”
Otros de los que se encargaron de que los argentinos pudieran sentirse absolutamente en casa mientras miraban el paso triunfal del equipo comandado por Lionel Scaloni fueron Diego Acosta y Romina Del Pino, los creadores de las exquisitas empanadas de La Paisanita.
“Fue durísimo, sufrimos minuto a minuto como literalmente se hace en Argentina, como una gran familia. Hoy fuimos casi ochenta personas y sufriendo todos, incluso checos que fueron a ver el partido, teníamos italianos… Se transformó en una gran familia argentina y todos sufríamos: había una señora checa que rezaba y parecía como la mamá que está ahí rezando, hacía fuerza por Messi y hasta en un momento se emocionó cuando ganamos y yo no lo podía creer. No nos entendíamos porque ella hablaba checo y nosotros español, pero fue hermoso, hermoso”.
Entre risas, agregan que, en los primeros partidos, los hicieron comprometer a los checos a seguir asistiendo para respetar las cábalas. Y, afortunadamente, los checos no solo entendieron el mensaje sino que, tal como ellos cuentan, empezaron a llevar cada vez más gente: hijos, familiares y amigos. El desborde era tal que, por momentos, Diego y Romina tenían miedo de que los locales se asustaran por las diferencias culturales que implicaban los gritos desaforados, los abrazos y las lágrimas, pero lo cierto es que se armó una gran comunidad que incluso traspasó las fronteras. En una selección argentina con espíritu colectivo y que conectó con la gente a un nivel que hacía muchos años no sucedía, Romina y Diego destacan, además de Messi, a otro jugador que tuvo también un desempeño brillante en todo el mundial, a tal punto que se ganó la titularidad sobre la marcha.
“Julián Álvarez, yo soy de un pueblo de la provincia de Córdoba que es Villa del Rosario y él es de un pueblo casi pegado, que es Calchín, y es una persona a la cual yo quiero un montón: tengo un primo con síndrome de Down y la hermana de Julián es su psicomotricista. Julián le regaló la camiseta de Argentina firmada por todo el plantel a mi primo. Ese gesto no lo tiene nadie, es una persona fantástica y encima se lució”.
A pesar de haber visto perder a su selección en el primer partido frente a Arabia Saudita, algo similar a lo que ocurrió con España en el mundial de 2010, los hinchas no perdieron la confianza y, ayer, apenas finalizó la tortura de los penales que, una vez más, tuvieron como gran héroe al arquero Emiliano “Dibu” Martínez, tanto los argentinos que viven hace mucho tiempo en Praga como los turistas de paso se unieron para celebrar la tercera copa del mundo frente al reloj astronómico de Praga. Entre algunas estrofas del himno nacional, el ya clásico hit “Muchachos” y el tradicional “que de la mano de Leo Messi todos la vuelta vamos a dar”, el grupo desplegó incluso una enorme bandera argentina. Uno de los que estuvieron presentes fue Pablo Formoso, un argentino que vive hace ya diez años en la capital checa y casi no podía contener la emoción.
“La verdad que desde antes del mundial tenía mucha confianza de que Argentina iba a ganar, y lo viví como la mayoría de los argentinos futboleros: nos lo tomamos muy en serio”.
Oriundo del barrio de La Boca, de donde surgieron tanto Boca como River, los dos clubes más importantes del país, Pablo Formoso define el mundial de Catar como el final de película que merecían Messi y la selección nacional. Cuenta que vio algunos de los partidos en su casa y otros en el departamento de un amigo, pero siempre con la compañía de Diego, su hijo de seis años que, al parecer, sufrió tanto o incluso más que él.
“No sabés lo que fue, por ejemplo, el 2 a 2 con Holanda, cuando nos metieron el 2 a 2, le agarró un ataque, se largó a llorar, fue tremendo y tuve que calmarlo. Lo vivió también súper apasionado. La verdad que fue muy lindo, lo vivimos juntos y no tengo palabras”.
Aun cuando se trató del primer mundial de fútbol desde el fallecimiento de Diego Armando Maradona, el histórico diez estuvo muy presente a lo largo de todo el proceso que concluyó con la tan ansiada copa mundial. Pablo Formoso opina que, a pesar de sus enormes diferencias de personalidad, Messi y Maradona no dejan de ser muy parecidos en lo que respecta al talento futbolístico. Y si bien aclara que no lo eligió especialmente por él, se alegra mucho de que su hijo tenga el mismo nombre que el Diego.