“Las 24 horas tenemos la música de los tiros acompañada de ataques aéreos y explosiones de cohetes”
Oleksandr Bozhko es un ingeniero ucraniano de 49 años de Kiev que, como tantos otros, ante la invasión rusa no dudó en alistarse voluntario para la defensa de su país, a pesar de no contar casi con preparación militar. Desde la ciudad sitiada, Bozhko contó para Radio Praga Internacional cómo se vive el día a día de una guerra que nunca imaginó que llegaría a producirse.
En las calles de Praga, y especialmente si se va a la Estación Central, ya es lo habitual ver a mujeres solas o con niños cargando grandes bolsas, recién llegadas de Ucrania, preguntando por alguna dirección. Hombres en tal situación casi no se ven, y es que el carácter de ese país seguramente les impide huir ante la agresión rusa, por mucho riesgo que esta pueda suponer para sus vidas.
Radio Praga Internacional se puso en contacto con uno de estos voluntarios que desde hace casi dos semanas han dejado sus oficinas, talleres o negocios para unir su destino al de su país. La primera pregunta para Oleksandr Bozhko, un ingeniero que trabajó durante años en España, es para que nos dé una visión general de la situación actual que se vive en Kiev. Él, sin embargo, empieza con palabras de agradecimiento a los checos por la reacción del país ante la guerra en Ucrania.
“Lo primero que quiero es agradecer a toda la República Checa por apoyar a Ucrania. He visto por la tele las manifestaciones en Praga contra la guerra de unas 80 000 personas y he visto los camiones cargados de ayuda humanitaria. De verdad que no hay palabras para describir la gratitud que siento hacia los checos, por vuestra sinceridad y ayuda, por mantenernos con ánimo y por proteger a los refugiados ucranianos”.
Mientras, Kiev vive rodeada por las tropas rusas, a la espera, muy posiblemente, de ataques como los que ya han vivido otras ciudades, dice Bozhko.
“Realmente la ciudad está en una situación estable en comparación con otras. Pero estamos rodeados por el enemigo en un radio de diez kilómetros, que es el alcance de cualquier cohete. Las tropas rusas han destruido varias ciudades cercanas a Kiev. Durante las 24 horas tenemos en la ciudad la música de los tiros de las armas automáticas acompañada de los ataques aéreos y las explosiones de los cohetes”.
Mucha gente se pasa la mitad del tiempo en los sótanos, refugios antiaéreos o en el metro, ya que en Kiev se producen cada día de cinco a diez alarmas antiaéreas, explica. Los refugios antiaéreos carecen de alimentos, agua potable, medicamentos, atención médica, electricidad y calefacción, dice Oleksandr. Aunque él no los visita, cuenta.
“Yo personalmente no bajo al sótano. Tengo que estar alerta con otros voluntarios para impedir al enemigo entrar en Kiev. Otras ciudades han sufrido muchísimo más por los ataques aéreos contra casas, hospitales, jardines de infancia, escuelas o destruyendo infraestructuras críticas como almacenes y empresas químicas, almacenes de residuos peligrosos, centrales nucleares… Rusia ha lanzado cientos de misiles en pueblos y ciudades. Cada hora perdemos vidas humanas. Miles de personas, incluso niños, resultan heridos o se ven obligados a huir de sus hogares”.
Bozhko se muestra muy duro contra el Ejército ruso, al que acusa de matar a inocentes a sangre fría, por ejemplo, con el bombardeo de los pasillos humanitarios.
Él se considera pacifista, lo cual no quiere decir que no vaya a defender su país de la invasión. No es ninguna excepción, recalca. Básicamente, las Fuerzas de Defensa Territorial, el cuerpo voluntario en la que participa, están divididas en dos niveles, expone.
“En Kiev hay muchos voluntarios. Tenemos las tareas repartidas. Los primeros grupos son de defensa armada, que patrullan nuestras calles, organizan el control de los coches y repelen los ataques enemigos, ya que en Kiev tenemos muchos grupos de reconocimiento y sabotaje del Ejército ruso. El problema es distinguirlos porque pueden disfrazarse. Lo mejor para identificarlos es preguntarles algo cuando pasan andando o en coche. Por el acento ruso los podemos distinguir fácilmente”.
Él, a sus 49 años, se encuentra en unos de los grupos del segundo nivel, explica.
“Otros grupos voluntarios, como en el que estoy yo, levantamos a diario fortificaciones antitanques. Ayudamos con el suministro de provisiones a los grupos de defensa y también a la gente abandonada o incapacitada. Repartimos ayuda humanitaria y la suministramos a la gente que necesita ropa, comida o productos de primera necesidad, incluso a los refugios de las ciudades al este de Ucrania: Járkiv, Donetsk, Mariúpol... La mayor parte de las personas en los refugios son personas mayores, niños y mujeres”.
“En caso de peligro, sí, tomaré un arma de fuego aunque no tengo experiencia”
También la mujer de Bozhko tiene obligaciones militares porque es médico en los servicios de urgencia de Kiev. Su madre y su hermana mayor decidieron de la misma manera quedarse en la capital, como él dice, por “motivos patrióticos”. Su determinación es incuestionable.
“No tengo entrenamiento militar, pero no tengo miedo de luchar y jugarme la vida. No llevo armas de fuego, sino un botecito de gas lacrimógeno y un cuchillo pequeño. Pero en caso de peligro de la vida de mi familia o de mis compañeros, sí, creo que tomaré un arma de fuego aunque no tengo experiencia”.
Nunca imaginó Bozhko que viviría una invasión rusa en Ucrania, cuenta.
“No lo había pensado nunca porque nuestros países son vecinos. Muchas familias ucranianas tienen parientes rusos. Nuestros idiomas son muy parecidos. La mentalidad… bueno, es más o menos parecida, pero la agresividad de Rusia me ha sorprendido mucho. No imaginaba que fuese posible una guerra en el siglo XXI. Para mí es una barbaridad fuera de toda lógica”.
Oleksandr niega tajantemente el argumento repetido continuamente por los medios rusos de que en las regiones del Donbás o Lugansk la población prorrusa sufra represión, que el Kremlin califica incluso de genocidio. Como tampoco acepta que digan que Ucrania está llena de nazis, en los que se apoya el propio Gobierno. Bozhko solo espera que pare la guerra cuanto antes por el bien de todos.
“Esta es una guerra contra Ucrania, contra el mundo, contra la lógica, contra el sentido común, los valores democráticos, la seguridad y confianza del futuro pacífico para nuestros hijos. Nadie gana en la guerra, todos pierden, también la economía, la ecología, produce una crisis internacional y una pérdida de vidas humanas... Debemos parar este horror lo antes posible”.
En tiempos mucho más felices que los actuales, desde 2005 a 2011, Oleksandr Bozhko trabajó en la compañía Silicio Solar, una empresa ucraniano-española ya desaparecida que producía en la localidad de Puertollano, en España. Allí aprendió el buen castellano que habla y de donde le quedó un buen número de amigos de ambos países que ahora siente especialmente cerca, dice.
“Muchos de mis amigos españoles y ucranianos que están fuera de Ucrania en estos momentos duros me mandan muestras de apoyo y la sensación de que mis amigos están a mi lado. Mejoran mi ánimo y me ayudan de muchas formas. Otros compañeros ucranianos que viven en Kiev ahora están también actuando en la defensa de nuestro país para devolver la paz a Ucrania”.
Oleksandr Bozhko valora la ayuda internacional y las sanciones a Rusia, así como los miles de extranjeros que se han alistado voluntarios para luchar en Ucrania contra la invasión. Estos, seguramente sienten como Bozhko y otros muchos, que en Ucrania no solo se juega el futuro de Ucrania.