Jiří Boudník, el arquitecto checo que vivió del 11 de septiembre
Jiří Boudník trabajaba como ingeniero de proyectos en Nueva York cuando los ataques del 11 de septiembre de 2001 paralizaron al mundo. El arquitecto checo se sumó a los trabajos de rescate. Creó el primer modelo a escala del sitio de la tragedia y así ayudó a los bomberos y otros socorristas a que pudieran hacer su trabajo de manera más eficiente y segura. Ahora publica un nuevo libro en el que cuenta su historia.
El mundo conmemora esta semana los ataques del 11 de septiembre de 2001. Los eventos de ese día marcaron el curso de la historia del siglo XXI y se grabaron en la memoria de todos los que eran lo suficientemente grandes para entenderlos. La mayoría suele retener el momento exacto cuando vieron por primera vez las imágenes de los aviones chocando contra los icónicos rascacielos que definían la silueta de Nueva York.
Para Jiří Boudník era un martes como muchos otros. Entonces trabajaba como ingeniero de proyectos y se encontraba en una reunión en el distrito de Brooklyn. Recibió un mensaje de una amiga suya de que algo terrible había sucedido, que un avión se había estrellado contra una de las torres. Boudník supuso que había sido una nave pequeña y la reunión continuó. Hasta que se pusieron a sonar todos los localizadores de los presentes y el superintendente del edificio irrumpió en la sala, recordó Jiří Boudník en entrevista con Radio Praga Internacional.
“Entró corriendo y se puso a gritar. Nunca lo había visto en tal estado, era un tipo muy tranquilo. Los ojos se le salían de las órbitas y dijo que había visto un segundo avión chocar contra las torres. Creía que había sido un avión militar y ordenó a todos que salieran del edificio. Era un edificio federal, por lo que también podíamos estar bajo ataque. Definitivamente, era algo más que un accidente. Entonces, salimos, y cuando llegamos a Camden Plaza, a una milla de distancia, vimos las torres, ambas ardiendo".
Boudník afirma que todos tardaron un poco en darse cuenta de lo que estaba sucediendo. El arquitecto checo intentó ponerse en contacto con conocidos suyos que trabajaban en las torres, pero no tuvo éxito.
En ese momento se acordó de los ataques terroristas de febrero de 1993, que se cobraron seis vidas y más de mil heridos. Jiří Boudník había acudido entonces al sitio de la tragedia y, en consecuencia, tenía una idea de la escena que iba a desarollarse en las calles de Manhattan ese 11 de septiembre. Vehículos de bomberos, ambulancias y un caos de coches y personas. El arquitecto sabía que algo iba a suceder, aunque no anticipaba que la catástrofe fuera de tal magnitud.
“No sospechaba que las torres se derrumbaran, pero sabía que ocurriría un colapso parcial, porque no solo estudié arquitectura, sino también ingeniería civil. Tuve un maestro maravilloso, Ysrael Seinuk, quien construyó la mitad de los rascacielos de Manhattan. Entonces, sabía que algo pasaría, y por eso decidí ir a advertirles".
Boudník cuenta que casi se dio la vuelta a mitad del camino. Cuando estaba sobre el puente de Brooklyn, en dirección a Manhattan, la primera torre se desplomó. Y entonces escuchó en la radio que había más aviones en el aire y que los puentes y túneles podrían ser el próximo blanco. Acababa de dar media vuelta, cuando se dio cuenta de que eran cazas estadounidenses.
Cuando llegó al edifico del Ayuntamiento de Nueva York, a pocas cuadras del sitio de los ataques, colapsó la Torre Norte del World Trade Center y todo se cubrió en polvo.
A Boudník no lo dejaron llegar hasta la Zona Cero ese martes por la mañana. Pero al día siguiente, él y unos seis compañeros suyos volvieron con palas, listos para ayudar.
Jiří Boudník recuerda las luces de los carros policiales y una gran cantidad de agua en las calles, que se había convertido en lodo. Los bomberos habían estado mojando los escombros con mangueras.
“Recuerdo ambulancias y camiones de bomberos destruidos. Y todo era gris y muy monocromático, blanco y negro, no se podía distinguir ningún color. Ya había grúas en el sitio y la gente estaba creando cadenas y se pasaban cubos”.
También Boudník y sus compañeros formaron una, pero el arquitecto pronto se dio cuenta de que no era la manera más eficiente de ayudar. Los bomberos y rescatistas necesitaban ayuda para orientarse entre las ruinas de acero.
“Supongo que la idea me vino gracias a algunas de las reacciones de los bomberos. No sabían dónde estaba el norte, el sur... No sabían qué torre era cuál. Tenía que ver con el hecho de que los bomberos que tal vez conociesen las Torres Gemelas habían muerto allí. Los que estaban en el sitio eran bomberos de, digamos, Long Island o Nueva Jersey, o bomberos más jóvenes”.
Jiří Boudník logró conseguir los planos de los edificios y hacer varias copias, que entregó al FBI, la CIA y el Departamento de Bomberos de Nueva York, que entretanto habían creado un centro de mando. Boudník cuenta estar particularmente preocupado por los niveles subterráneos de los edificios, que podían estar dañados.
“Temía que hubiera derrumbes parciales. Estos planos eran de ayuda especialmente a los bomberos. A ellos no les importaba en absoluto su salud o seguridad, querían encontrar a sus hermanos, sus compañeros, que estaban enterrados bajo los escombros”.
Boudník recuerda, en el caos y el gris de las calles, que, en muchos casos, los servicios de rescate no eran capaces de leer los planos. De ahí le vino la idea de elaborar un modelo en 3D. Junto con dos compañeros de la universidad lo crearon durante un solo fin de semana. La tecnología de hace veinte años no era tan avanzada como la de ahora, por lo que se trataba de una maqueta de papel crudo.
Boudník admite que la primera versión no fue ideal, pero cuando la vio Mike Burton, miembro del Departamento de Diseño y Construcción de Nueva York, quien estaba a cargo de todas las operaciones en la Zona Cero, le pidió a Boudník que se quedara. Le dijo que le proporcionarían fotos de todos los edificios para que pudiera seguir trabajando en cualquier cosa más que se le ocurriera.
“Era genial porque de hecho pensé que lo que hacía falta era un modelo digital. Hay un programa llamado Maya que permite hacer modelos en 4D. Es decir, animados, con movimiento. Un modelo 4D del sitio, de las torres colapsadas, útil para recrear ciertas secciones, vistas de las explosiones, para ayudar a los bomberos a atravesar de manera segura ciertas áreas que ya estaban en proceso de desescombro”.
Boudník considera que sus modelos contribuyeron a que nadie falleciera durante los seis u ocho meses que los rescatistas y trabajadores tardaron en desbaratar los escombros. Al contar con información actualizada, podían evitar las zonas donde se realizaban los trabajos más peligrosos.
Escribir para procesar la experiencia
Jiří Boudník dejó de lado su propia empresa durante seis meses y dedicó todo su tiempo a ayudar en la Zona Cero como voluntario. Una experiencia llevó a la otra y el arquitecto terminó fundando con otros compañeros una nueva compañía, Brain Storm, enfocada en animación computarizada y modelos de proyectos en construcción en 3D y 4D.
Otro resultado palpable de la extraordinaria experiencia que Boudník vivió hace veinte años ha sido su libro, Torres. La traducción checa fue publicada con motivo del décimo aniversario de la tragedia. La versión en inglés, en papel y en audiolibro, llega a las tiendas este año, en otro aniversario redondo.
Escribir el libro y poner todas sus sensaciones y miedos en el papel fue catártico, cuenta Boudník, y admite que necesitó muchos años para transformar el texto en una obra coherente. Para él y muchos otros, la vida después de los eventos del 11-S no ha sido la misma.
“El 11 de septiembre lo cambió absolutamente todo. Hasta entonces mi vida era como un paseo por el parque. Porque aunque fuera un refugiado político de Checoslovaquia, que había llegado a Estados Unidos en la primavera de 1989, después de pasar dos años en un campo de refugiados, no había nada que se comparara con este trauma causado por los ataques. Además, con lo que yo había visto allí, los cadáveres en los días posteriores, necesitaba librarme de ese estrés postraumático, como podría llamarse, a través de la escritura”.
Boudník cuenta que el libro tiene tres planos diferentes. Por un lado narra la historia de cómo llegó a Nueva York como refugiado y describe su amor por la ciudad, su gente y su arquitectura. El segundo plano lo forma el día a día de los acontecimientos de ese 11 de septiembre. En el tercero, Boudník explora la existencia de fantasmas. Según cuenta, en esos momentos en la Zona Cero, entre el cansancio y la adrenalina, era como si hubiera una dimensión más. En la entrevista no quiso decir más para no arruinar la sorpresa, pero asegura que todas las respuestas están en el libro.
La obra, con su mezcla de personajes reales y ficticios, secuencias novelescas y reportajes, sin duda tiene una cubierta llamativa. Sale en ella una fotografía de la espalda del bombero Tiernach Cassidy, uno de los acudieron al sitio. Cassidy se hizo un tatuaje para conmemorar la tragedia y lidiar con el dolor de la pérdida de muchos de sus compaňeros. Sobre las Torres Gemelas en llamas flotan dos ángeles, que llevan una mortaja con los nombres de los bomberos fallecidos y las palabras: ‘Todos dieron algo. Algunos lo dieron todo’.