Los hosteleros ya tienen el agua al cuello antes de la segunda ola
Sin haberse recuperado de una primavera aciaga, hoteles, bares y restaurantes de la República Checa encaran el otoño llenos de temores. Un tercio de los negocios se plantea echar el cierre. El sector pide ayuda al Estado para sobrevivir.
Este jueves entró en vigor la nueva hora de cierre de bares y restaurantes, que se adelantó a las 22 horas. Según el ministro de Salud, Roman Prymula, cuanto más tarde por la noche, más alcohol, y cuanto más alcohol, más contacto y mayor riesgo de contagio ahora que la curva no deja de subir rápidamente día tras día. Desde el punto de vista epidemiológico, es incuestionable. Pero la salud económica también se resiente, y los restauradores llegan muy tocados a este otoño, después de una primavera casi cerrados y un verano sin turistas.
Una encuesta realizada por la Asociación de la Pequeña y Mediana Empresa y los Autónomos y la compañía Storyous arroja que en la actualidad uno de cada tres empresarios está pensando en cerrar su local.
Una situación parecida viven los hoteles, especialmente en las grandes ciudades, explica el presidente de la Asociación de Hoteles y Restaurantes, Václav Stárek.
“La situación cambia mucho de una región a otra. En las grandes ciudades es muy mala para los hoteles. No hay turismo de congresos, las empresas no organizan eventos y no llegan turistas del extranjero. Cuando todo esto se combina con la incertidumbre, estos son los negocios más afectados”.
Muchos empresarios aseguran que ha sido curiosamente septiembre el mejor de sus meses desde que comenzó la pandemia, pero esta está de vuelta.
Según la mencionada encuesta, cuatro de cada cinco propietarios tienen serias dudas del futuro de su negocio. De media, los ingresos han caído en un 60%, lo que en el sector de la gastronomía puede equivaler a cubrir gastos.
Según Igor Třeslín, director de la empresa Storyous, el temor es enorme dentro del sector.
“Los negocios realmente no pueden permitirse volver a cerrar. El Estado no se lo llega a compensar. Lo que sí podría ayudar sería anular la Evidencia Electrónica de Ingresos (EET) hasta que termine el año. La mayor parte de los negocios ya no tienen reservas, el colchón que pudieran tener, ya lo han gastado. Así que, si se vuelve a limitar su funcionamiento de forma importante, tendremos un gran problema”.
Tomáš Prouza, presidente de la Unión de Comercio y Turismo, coincide en la necesidad de reducir gastos y va más allá pidiendo la ayuda del Estado en estos tiempos difíciles.
“Praga y otras ciudades ofrecieron gratis su espacio en verano para poner terrazas, sería bueno alargar esto mientras el tiempo lo permita. También sería necesario que se igualase el IVA de la comida en restaurantes, que es del 10%, y el de la comida para llevar, que por alguna extraña razón es del 15%. La comida para llevar en estos tiempos es lo que está salvando a muchos restaurantes. Otra cosa que les ayudaría es no tener que pagar la Seguridad Social de sus empleados. El Estado aún se lo puede permitir y así se podrían salvar puestos de trabajo, que creo que debería ser el objetivo principal”.
Prouza defiende también que la hostelería ofrece lugares seguros de cara a la propagación de la enfermedad. Una aseveración que se encuentra con el desacuerdo de los epidemiólogos. Y así se vuelve al gran dilema de estos tiempos sobre qué es más importante salvaguardar en cada momento.