La cruz contra la media luna
Las tierras de la Corona checa formaron parte, desde 1526, del imperio centroeuropeo de los Habsburgo. Este gran Estado que se extendía hasta los Balcanes, tenía en el sur la frontera supercaliente con el imperio de los turcos, llamado imperio otomano. Fue el imperio de los Habsburgo que durante largo tiempo defendió a la Europa cristiana ante el avance del islam, luchando encarnizadamente contra las huestes musulmanas del imperio otomano. En este esfuerzo bélico fue importante el aporte de las tierras checas. A principios del siglo XVII los checos sufragaban las tres cuartas partes de los gastos de las guerras contra los turcos ya que las tierras checas eran la parte más desarrollada y próspera del imperio de los Habsburgo.
El trono checo al igual que el húngaro quedó vacante y entonces empezaron a aplicarse los tratados concertados entre los Habsburgo y los Jagelones sobre la sucesión. Poco tiempo después de la desdichada batalla de Mohács contra los turcos ciñó la corona checa Fernando I de Habsburgo, de 23 años de edad. Los Habsburgo gobernarían las tierras checas hasta 1918. Si el rey Ludovico de Jagelon no hubiera perecido en la lucha contra los turcos, el curso de la historia checa habría sido muy diferente.
Tres años después de la batalla de Mohács, los turcos llegaron hasta Viena, capital del imperio de los Habsburgo. Unos tres mil combatientes checos defendían Viena con extraordinario valor porque sabían que así impedirían que los turcos atacasen Moravia y Bohemia.Los checos defendían el sector nordeste de las murallas de Viena. Edificaron fortificaciones de troncos que resistieron al bombardeo desde los barcos de guerra turcos que operaban en el río Danubio. Viena resistió.
En 1568 el emperador Maximiliano II de Habsburgo concluyó con el imperio tomano la paz por 25 años. Cuando se acercaba el vencimiento de este tratado sobre la tregua, los Habsburgo empezaron a negociar intensamente su prórroga enviando a la capital del imperio otomano, Estambul, una misión diplomática. Sin embargo, ésta fracasó en las negociaciones y su integrantes acabaron en las cárceles turcas.
Con dicha misión diplomática viajó en 1591 a la corte del sultán turco el hidalgo checo Václav Vratislav de Mitrovice que tenía en aquel entonces quince años. Después de la detención en Estambul, el noble checo pasó un año y medio remando como esclavo en las galeras y después fue encarcelado durante dos años en la más temible prisión turca, la llamada Torre Negra, en Estambul, apodada "la sepultura de los vivos". Václav Vratislav de Mitrovice narró sus penosas aventuras en un libro que escribió en 1599.Como adulto, el hidalgo checo tomó parte en las guerras contra los turcos. Ya que las negociaciones sobre la tregua habían fracasado, entre 1593 y 1606, es decir durante trece años, se libraron sangrientos combates en las fronteras este y sur del imperio de los Habsburgo.
La paz con los turcos fue concluida en 1606, cerca de la ciudad de Komárno, que se halla en la actualidad en el territorio de la vecina Eslovaquia. Al firmar el tratado de paz, los Habsburgo se comprometieron a pagar al enemigo musulmán la indemnización de 200 mil ducados.El imperio de los Habsburgo del que formaban parte las tierras checas, fue escenario de implacables enfrentamientos entre la cruz cristiana y la media luna musulmana también en la segunda mitad del siglo XVII.
En 1663 se puso en movimiento un inmenso ejército de los turcos otomanos y de sus aliados, los jinetes tártaros y cosacos. Según las fuentes de la época, la avalancha musulmana tenía 200 mil combatientes. El comandante en jefe de las fuerzas del imperio de los Habsburgo, Raimundo Montecuccoli, logró reunir sólo a 30 mil soldados. En tales circunstancias, la campaña fue para los turcos un paseo.
Sin encontrar resistencia, las huestes turcas llegaron hasta la fortaleza de Nové Zámky, en el territorio de la actual Eslovaquia, punto neurálgico en la línea defensiva del imperio de los Habsburgo.La guarnición de Nové Zámky se rindió después de un breve sitio. Fue una catástrofe porque al oeste de esta fortaleza no había otra que pudiera detener a la avalancha turca. Las feroces hordas musulmanas penetraron en Moravia, en la actualidad parte oriental de la República Checa. Llegaron hasta la metrópoli morava de Brno y la ciudad de Olomouc, saqueando y devastando. Las fuentes de la época indican que se llevaron como esclavos a 150 mil personas.
Los turcos, embriagados por las fáciles victorias, pasaron mucho tiempo saqueando. Mientras tanto, frente al mortal peligro que representaba el enorme ejército musulmán, se movilizó gran parte de Europa que envió ayuda financiera y militar al imperio de los Habsburgo.
En 1664 la coalición cristiana desalojó a los turcos de Eslovaquia y el teatro de guerra se trasladó a Hungría. El 1 de agosto de 1664 las huestes cristianas infligieron a los turcos una pesada derrota en la batalla en las márgenes del río Rab, en Hungría. En los combates intervinieron intrépidamente destacamentos de la caballería checa.Sin embargo, el agotado ejército cristiano ya no tenía fuerzas para perseguir y aniquilar a los turcos.
En la primavera de 1683 irrumpió en Hungría un poderoso ejército turco, encabezado por el gran vizir Kara Mustafa, para cumplir el ambicioso cometido de llegar hasta la capital del imperio de los Habsburgo, Viena, y tomarla.Viena, sitiada por los turcos, no cayó. Fue también por mérito del guerrero checo, Kaspar Zdenek Kaplír de Sulevice, de 72 años, que dirigió la defensa de la ciudad hasta que llegaran los refuerzos. En el último momento Viena fue salvada por el rey polaco Jan Sobieski y por tropas de voluntarios reclutados en toda Europa.
Los turcos se pusieron en fuga, dejando a los vencedores todo el campamento. Entre el botín había también 500 sacos con granos de café. Así el café entró en Europa Central.
Con la derrota en el cerco de Viena empezó el declive del poder turco. Y las tropas imperiales siguieron desalojando a los turcos de Hungría, Transilvania, Croacia y Eslavonia, incorporando dichos territorios al imperio de los Habsburgo. El emperador Leopoldo I se inscribió en la historia como héroe y salvador del viejo continente ante el terror de Europa, los turcos otomanos.