Checoslovaquia en víspera de la Revolución de Terciopelo
El politólogo británico, Timothy Garton Ash, ha comentado que para derrocar en 1989 al régimen totalitario los polacos necesitaron diez años, los húngaros diez meses, los alemanes orientales diez semanas y los checos y eslovacos diez días. En 1989, durante largos meses en Checoslovaquia no pasaba aparentemente nada. Pero bajo la superficie corrientes subterráneas de oposición estaban minando los pilares del régimen. Sectores cada vez más amplios de la sociedad se atrevían a retar a las autoridades comunistas. ......
Burlando la vigilancia de la policía secreta StB, Havel había logrado colarse en la sala haciendo de técnico de la cantante y transportando su guitarra.
Báez llegó a a invitar al podio al cantautor eslovaco Ivan Hoffman que interpretó una canción de protesta.
Sólo en ese momento los agentes de la policía secreta, disfrazados de organizadores del evento, reaccionaron, desconectando los micrófonos.
Pero no pudieron evitar que los checoslovacos se enterasen del desafío al régimen, protagonizado por Joan Báez.Con su propios ojos lo vieron los dos mil espectadores en la sala.
Pocas horas después, la información llegó a centenares de miles de ciudadanos a través de los noticieros de las emisoras Europa Libre y Voz de América...
...o de las televisiones extranjeras. Las antenas parabólicas permitían a los checos y eslovacos captar sus programas.
En 1989, ya el 27 por ciento de la población de Checoslovaquia sintonizaba las emisiones de las televisiones de Alemania Federal y Austria.
Era también numerosa la audiencia checoslovaca de la televisión polaca y húngara. Los telespectadores recibían así de primera mano la información de los cambios democráticos que tenían lugar en los dos países vecinos.
En Polonia, los opositores negociaron con los comunistas en las mesas redondas la transición hacia la democracia.
En Hungría, los flexibles dirigentes comunistas optaron por las reformas democráticas y se pusieron la chaqueta socialdemócrata.
En Checoslovaquia, al contrario, la plana mayor del Partido Comunista se oponía tercamente a los cambios. Los dinosaurios partidistas rechazaban y calumniaban la perestroika, promovida desde mediados de los ochenta por Mijaíl Gorbachov.
El líder soviético decidió dejar a los dirigentes checoslovacos a su suerte. Por primera vez desde que tomara en 1948 el poder, la dirección comunista no contaba con el apoyo de Moscú. Y el terreno debajo de sus pies ya temblaba, sacudido también por el “reto al bolchevique”, gritado por las bandas de rock antisistema.
En el verano de 1989 un sondeo de la opinión pública reveló a los dirigentes checoslovacos que apenas un 23 por ciento de los ciudadanos tenía confianza en el Partido Comunista.
El 88 por ciento de los encuestados exigían cambios en la dirección del país.
Los medios de comunicación no pudieron publicar esos datos. Los conoció solamente la cúpula del Partido Comunista, pero no sacó de ellos la pertinente conclusión de que las reformas urgían. Los ciudadanos veían el descalabro del sistema comunista en todos los sectores.
El especialista en pronósticos económicos, Miloš Zeman, se atrevió a decir la cruda verdad. En un programa televisivo denunció que el nivel de la enseñanza en Checoslovaquia era deficiente y que en ese campo se le habían adelantado incluso algunos países en vías de desarrollo.
La entrevista, inédita por su tono crítico, causó, obviamente, desazón en la cúpula del Partido Comunista.En el número de agosto de la revista Technický Magazín Zeman volvió a la carga, denunciando el atraso de Checoslovaquia en todos los sectores.
Para el régimen fue el cúmulo del atrevimiento. Miloš Zeman fue despedido del trabajo, pero de inmediato recibió del economista Valter Komárek la oferta de incorporarse al colectivo del Instituto de Pronósticos Económicos, cantera de futuros artífices de las reformas económicas posteriores a la Revolución de Terciopelo.
Las prohibiciones, decretadas por las autoridades comunistas, se respetaban cada vez menos.Después de veinte años de silencio, impuesto por el régimen, en octubre de 1989 volvió a cantar ante el público en el teatro Ypsilonka Marta Kubišová. Interpretó el tema ´Aventura con el dios Pan´.
A lo largo de 1989 circulaba en Checoslovaquia un número cada vez más elevado de ejemplares de la prensa clandestina, el llamado samizdat. La Oficina Federal para la Prensa e Información estimaba que en el país se editaban unos 130 títulos de prensa ilegales.
El de mayor tirada era Lidové Noviny. Su primer número había salido en septiembre de 1987 con el editorial del disidente y dramaturgo, Václav Havel.
Los miembros del consejo de redacción-Jiří Dienstbier, Petr Pithart y Václav Havel-, reiteradamente solicitaron a las autoridades el registro oficial del periódico. Su petición fue rechazada, pero la policía secreta jamás asestó a Lidové Noviny un golpe decisivo. Al parecer, también el celo de los agentes decaía, acompañando la descomposición interna del régimen.
En todas las estructuras oficiales había personas que entendían que los cambios eran inevitables. Sobre todo el primer ministro, Ladislav Adamec, consideraba urgentes las reformas porque el hundimiento económico del sistema parecía inminente. Le preocupaban también los problemas ecológicos y el atraso tecnológico del país.
Así las cosas, en el escenario entraron dos personajes ajenos a la vida política, pero cuyo papel sería muy importante: el periodista y letrista Michal Horáček y el compositor y cantante Michael Kocáb, fundador de la banda de culto Pražský Výběr.
Horáček y Kocáb concluyeron que Ladislav Adamec sería el destinatario más adecuado de la propuesta de que se iniciasen contactos entre el Gobierno y la oposición.
Fundaron la iniciativa Most (Puente) y en otoño de 1989 enviaron a Ladislav Adamec una carta sobre sus objetivos. Seguidamente se entrevistaron varias veces con el asesor del primer ministro, Oskar Krejčí.
Horáček y Kocáb organizaron un encuentro entre el asesor de Adamec y el disidente Jiří Křižan, que había traído una propuesta escrita sobre las negociaciones que podrían realizarse entre el Gobierno y la oposición. Su autor era Václav Havel.
Para el primer ministro y su asesor los contactos con la oposición eran un juego peligroso.No sabían cómo reaccionarían los conservadores.
El riesgo que asumió Adamec le ganó el respeto de la oposición. Fue un factor decisivo después de la brutal intervención de la policía contra una manifestación estudiantil en el centro de Praga el 17 de noviembre de 1989.
La salvaje actuación policiaca fue el detonante de la Revolución de Terciopelo. Mientras centenares de miles de ciudadanos se manifestaban en las calles, los opositores negociaron con el primer ministro Adamec los primeros pasos de la transición democrática.