“Trabajar con los niños me ayuda a redescubrime”
Alexandre Iglesias tiene 24 años, y es español, de Lugo. Alexandre trabaja en la escuela infantil de la asociación Toulcův Dvůr en Praga rodeado de niños de entre 3 y 6 años. Lo peculiar de esta escuela es que es ecológica. Los niños están siempre en contacto con la naturaleza ya sea verano o invierno.
“Pues al principio estás más aislado pero los chavales empiezan a coger confianza igual por su cuenta y te relacionas con ellos aunque sea por gestos y poco a poco se va aprendiendo. Ellos aprenden algo de inglés, yo aprendo algo de checo y todo va bien... alguna de las profesoras aprende algo de español. Ya saben decir “buen provecho” y los niños me piden todo “please” en vez de “prosím” y no hay ningún problema, si te sabes enfrentar a las cosas, todo va bien.”
Toulcův Dvůr como tal nace en el año 1992, cuando el Gobierno fijó el lugar donde actualmente se ubica para fines ambientales no lucrativos y cedió su propiedad a la ciudad de Praga. Desde el año 1994 ha sido administrado por la asociación que lleva el mismo nombre. Los objetivos de la escuela son los de la educación ambiental en una región urbana. Así, se convierte en una opción más a tener en cuenta para la educación de los hijos, explica Alexandre.“Lo necesario en todo caso es que haya opciones, que haya alternativas. Obviamente si estoy aquí es porque me interesa esto, me gusta, y a mí me hubiera gustado estar de pequeño en un sitio como este y creo que es importante porque hay muchos valores, especialmente en una ciudad grande como puede ser Praga, que se pueden ir olvidando porque no hay quien los transmita ya, y está bien que haya asociaciones que trabajen para recuperarlos desde la base que son los niños y, claro que si, me parece necesario e importante.”
Hay valores, como los de cuidar a la naturaleza, reciclar o evitar la contaminación en la medida de lo posible, que los niños interiorizan desde pequeñitos. En la escuela les enseñan también de dónde vienen la mayor parte de los alimentos que comen. Los niños tienen la oportunidad de aprender el estilo de vida agrícola sin tener que viajar fuera del área metropolitana de Praga, asegura Alexandre.“Tres o cuatro dias a la semana salimos con ellos a dar una vuelta. Los miércoles hay una excursión larga, aquí hay mucho terreno y por eso de que estén en contacto con la naturaleza, siempre les llevamos a ver algún animal, van todos entusiasmados. Están bien equipados además por si llueve o cualquier cosa, y siempre, llueva o nieve hacen ejercicio y están, pues eso, al aire libre pasándolo bien y aprendiendo.”
Pero además de esas actividades al aire libre, como toda escuela infantil, también tienen sus correspondientes tareas de pupitre. Los niños pintan, aprenden los colores, las letras, juegan y además cantan canciones todos los días antes de ir a comer. Y los viernes curso de yoga. Alexandre dice que se convierte por veces en un pequeño más.
“Lo que me gusta más, es todo, a veces estoy como uno más de los críos y me lo paso genial con ellos, recuerdo cosas sobre mi propia infancia que ya había olvidado, está muy bien, es como que ayuda a redescubrirse un poco también, y hasta ahora no llevo mucho tiempo pero me lo estoy pasando genial.”Técnico Superior en Salud Ambiental, amante del rap, del beatboxing y viajero incansable, Alexandre nos cuenta por qué eligió vernirse a Praga y cómo se siente ahora que está viviendo aquí.
“No sé, creo que es una de esas ciudades con las que sueña la gente, es una pasada, una vez que estoy aquí lo puedo decir. Me encanta, no sé... es otro rollo de ciudad, es diferente, es muy distinta. He vivido en Lugo que es una ciudad bastante pequeña en comparación y he estado en otras ciudades grandes pero ninguna me ha gustado tanto como Praga. No sabría describirlo, es el conjunto.”
Y es que Praga tiene ese “no sé qué” que “no sabemos cómo” pero engancha a muchas personas. Será un flechazo, un amor a primera vista.