Chequia y Polonia acuerdan el final de su pequeña guerra alimentaria
Las acusaciones mutuas entre Chequia y Polonia de falta de calidad alimentaria parecen haber llegado a su fin. Los ministros de agricultura checo y polaco acordaron este lunes una mayor colaboración en cuanto a seguridad de los comestibles, incluyendo un intercambio de inspectores.
Se trataba de una pequeña guerra alimentaria donde concurrían factores como la salud pública pero también, menos explícitamente, las ansias proteccionistas de dos mercados que, como miembros de la Unión Europea, se encuentran completamente abiertos el uno al otro.
Tras una serie de encontronazos, los gobiernos checo y polaco parecen haber llegado a un acuerdo tras la reunión celebrada en Praga este lunes entre sus ministros de Agricultura. Entre otros temas, el encuentro trató los problemas de seguridad alimentaria y sirvió para sellar un compromiso entre las dos partes. En primer lugar se reforzará la colaboración institucional, según declaró en rueda de prensa el ministro checo de Agricultura Petr Bendl.
“Somos de la opinión de que nuestros inspectores tienen que colaborar más. Estamos seguros de que, debido a la gran cantidad de productos polacos que aparecen en el mercado checo, nuestra comunicación se merece estar a un nivel superior. Le he propuesto al señor Kalemba que podemos organizar estancias de nuestros inspectores en Polonia, en su caso de inspectores Polacos en la República Checa, para que observen el funcionamiento de los órganos de supervisión de la otra parte. No para que la controlen. Queremos que entiendan mejor cómo funciona el sistema de inspección del otro país”, sostuvo el ministro.Por su parte, el ministro de Agricultura polaco, Stanislaw Kalemba, afirmó que ambas partes de han comprometido a no proporcionar a los medios de comunicación información infundada que pueda dar pie a un tratamiento sensacionalista. De esta manera, solo se informará a la opinión pública sobre la detección de alimentos contaminados o en mal estado cuando los hechos estén debidamente contrastados.
La colaboración debería materializarse también en el intercambio de documentos. La Cámara Alimentaria checa se ha encontrado de hecho en muchos casos con el silencio administrativo de su contrapartida polaca cuando le ha requerido certificados para comprobar la trazabilidad o calidad de algunos productos.
De momento, y a pesar de las polémicas, los checos siguen comprando alimentos polacos, sobre todo en las zonas fronterizas. Por ejemplo, en Český Těšín la pechuga de pollo cuesta alrededor de cinco euros el kilo, mientras que en el Těšín polaco, al otro lado de la frontera, el precio apenas alcanza los tres euros.