La primera bala de la Primera Guerra Mundial
La Primera Guerra Mundial comenzó hace ahora cien años con el asesinato en Sarajevo del heredero al trono austriaco Francisco Fernando. El archiduque había partido en auto desde tierras checas con su mujer, la noble bohemia Sofía Chotek, el conde checo Franz von Harrach y el chófer moravo Leopold Lojka. De esa conexión checa con aquel momento que cambió la historia para siempre trata la exposición ‘La gota que derramó el siglo’, organizada por el Instituto Cervantes de Praga y el Castillo de Velké Meziříčí.
Al terrorista serbio Gabrilo Princip seguramente no se le pasaba nada de eso por la cabeza cuando de repente se encontró delante suya el auto detenido del archiduque tras haber tomado por error una calle por la que no tenían previsto ir. Pero aquella fatalidad fortuita, aquella sangre que recuerda la exposición del Instituto Cervantes de Praga, fue la primera de toda la que corrió por culpa de la Primera Guerra Mundial, un conflicto del que surgió la Revolución Rusa y que, veinte años después, provocaría también una Segunda Guerra Mundial.
Presente en la inauguración, Jan Podstatzký-Lichtenstein, biznieto del conde Harrach que acompañaba en el auto a Francisco Fernando ese día, recuerda la certeza inmediata que tuvo entonces su antepasado.
“El abuelo tenía un gran interés en que el heredero llegara al trono porque sabía que solo él podía hacer algo por la monarquía, por cómo era como persona, por las ideas que tenía para el futuro. Cuando le mataron, mi abuelo supo que todo se había acabado, que la monarquía dejaría de existir”.Nikolaus Hohenberg, biznieto de Francisco Fernando y la condesa Sofía Chotek, recordó en el Instituto Cervantes que para su familia fue ante todo un drama personal. Tres niños quedaron huérfanos de forma traumática. La condesa además estaba esperando otro hijo.
Desde el punto de vista histórico, Nikolaus Hohenberg, que en la actualidad reside en Londres, también cree que su bisabuelo habría dado un rumbo a Europa distinto del que estaba llevando con el octogenario emperador Francisco José.
“Sabemos, por lo que hemos oído en la familia, que a Francisco Fernando su mujer le decía: “Si mandas ahora a la gente a la guerra, morirán jóvenes, hijos de mucha gente, ¿es eso lo que quieres?”. Y él, que era muy familiar y no era alguien a quien le gustaran los enfrentamientos, no quería la guerra. Quería reformar todo el imperio y dar más autonomía a las diferentes etnias. Una federalización. La historia en Bohemia era especialmente anómala, porque siempre el Habsburgo gobernante era también rey de Bohemia, aunque eso no había sucedido con Francisco José, pero él quería ser coronado rey de Bohemia. Además sabía que Bohemia era el motor económico del imperio y su mujer era checa. El archiduque era sensible a todo esto. Quería cambiar muchas cosas. No sé si lo habría conseguido, pero al menos lo iba a intentar antes que esperar a que todo se derrumbara”.La exposición del Cervantes relata los acontecimientos que llevaron a aquellas cuatro personas a coincidir entonces en aquel auto. Muestra como Leopold Lojka se ganó la confianza del conde Harrah y el archiduque cuando en unas maniobras militares en el Castillo de Velké Meziříčí en 1909 fue capaz de recuperar unos 150 caballos que se habían escapado y corrían descontrolados hacia el centro de la ciudad.
Aquel episodio unió por primera vez a los ocupantes del auto que halló Princip intentando dar marcha atrás en Sarajevo. Éste por su parte había llegado de Belgrado con compañeros del grupo terrorista Mano Negra con la idea de atentar contra Francisco Fernando. Pero habían perdido su oportunidad tras fallar lanzando una bomba que solo hirió a los que circulaban en el auto que marchaba después.Cuando más tarde se volvió a encontrar por casualidad con aquel Gräf & Stift Double Phaeton, el chófer Lojka estaba realizando toda una operación que le permitiera retroceder y seguir su camino a lo largo del río Miljacka. Pero no era sencillo con aquel auto y Princip, que nunca antes había disparado en su vida, tuvo tiempo suficiente, además de suerte, para acertar a pesar de los nervios en la yugular de Francisco Fernando y el vientre de Sofía Chotek.
Antes de expirar, al archiduque le dio tiempo a decir: “Sofía, no te mueras. Debes quedarte aquí por nuestros hijos”, cuenta ahora el biznieto del chófer Lojka, que tras el atentado se estableció en Brno hasta su muerte en 1926.
“Las causas del atentado de Sarajevo son las mismas que las de los enfrentamientos en Ucrania”
¿Qué habría pasado si el conductor checo no se hubiera equivocado al tomar aquella curva? ¿Hasta qué punto sería distinta hoy la historia? ¿Habría habido guerra de todos modos?El veterano periodista Ricardo Estarriol, corresponsal en Viena de La Vanguardia desde finales de los 50, intenta responder a esa cuestión.
“Yo tengo la esperanza de que no hubiera pasado. Austria hizo mucho esfuerzo militar, económico y también cultural en Bosnia, y yo creo que eran bastante respetuosos con las naciones, pero no voy a decir que fueran proserbios tampoco. Fue sin embargo un gran error en mi opinión cuando se convierte al protectorado de Bosnia en anexión. Esto no funcionó. No sé lo que hubiera pasado, podía haber aparecido otro terrorista en otra ocasión, pero el imperio austriaco estaba muy decadente en aquel momento, no voy a hacer ninguna alabanza de aquel régimen. La causa existía y esta fue solo la ocasión”.
Ricardo Estarriol fue otro de los invitados a la mesa redonda de la inauguración. En su carrera cubrió desde la invasión soviética de Praga en 1968, hasta la caída del Muro de Berlín o las guerras de los Balcanes en los 90. Por ello es una de las voces más autorizadas para hablar de la historia europea del pasado siglo.En su opinión, también el presente sigue ligado a aquel momento. Pero no por sus consecuencias, sino que son las mismas causas las que provocaron el atentado de Sarajevo y, por ejemplo, la situación que se vive en Ucrania actualmente, asegura.
“El problema de la nación hoy día no está resuelto. Lo que estamos viendo hoy día en Ucrania es que hay mucha gente luchando por algo pero no saben por lo que luchan. Dicen que luchan por su nación, pero no saben exactamente qué es la nación. Me quedo asombrado cuando mis compañeros comienzan a hacer entrevistas con la gente y se tropiezan con personas que hablan ruso pero que quieren quedarse en Ucrania, pero que son amigos de Putin, odian al Gobierno de Kiev pero dicen que esa es su tierra y no quieren que cambien las cosas. Cuando nosotros en occidente miramos las cosas con medidas y criterios muy formales y jurídicos, como que no se respetan los derechos humanos, que se han violado las fronteras, la anexión de Crimea, etc. se pierde de vista todo el trasfondo de todas estas cosas”.
Los serbios sin embargo sí que tenían claro, quizá demasiado, qué significaba para ellos la nación, continúa Estarriol.“El memorandum de la Academia de Ciencias serbia enunciaba dos principios a los que me refería con lo de la cuestión de fondo. Partía de la base de que el pueblo serbio era el más fuerte política y militarmente de la región, cosa que era verdad. Por otro lado, decía que allí donde hay serbios, es Serbia, y que los serbios nunca pueden ser minoría en ningún lugar. Ahí ya tienes la bomba, la bomba de 1914”.
Asevera Ricardo Estarriol que la idea de que cada nación debe tener su propio territorio en el que solo se hable su lengua es imposible de llevar a cabo, tal y como la historia ha demostrado, de forma especialmente clara en los Balcanes.
Pero no todo el mundo se ha enfrentado de la misma forma al mismo problema, recuerda el periodista.
“El problema de trasfondo es que no hemos sido capaces de resolver el problema de las naciones. No lo hemos resuelto en ninguno de los países. Uno de los casos más ejemplares es el de Chequia y Eslovaquia. Yo lo he vivido esto. No sé si es fruto de la educación de la monarquía, o del sentido común, pero viví todas las negociaciones, me las contaban, y fueron muy civilizadas a pesar de que había un jefe de Gobierno tan difícil como Klaus, seamos sinceros”.
La exposición ‘La gota que derramó el siglo’ se puede visitar en el Instituto Cervantes de Praga hasta el 30 de junio.