¡Nos han matado a Fernando!
El asesinato del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo sirvió de detonante para la Primera Guerra Mundial e inició el dominó de acontecimientos que transformó completamente Europa. Los autores del libro ‘Pues nos han matado a Fernando’ (‘Tak nám zabili Ferdinanda’) retratan la importante dimensión checa de este trágico incidente y analizan la cadena de casualidades que llevó a la muerte al heredero al trono.
No es de extrañar que haya sido elegida ahora como título para el reciente libro de Martin Ježek y Pavel Trojan, ‘Tak nám zabili Ferdinanda’, que investiga el atentado de Sarajevo desde el punto de vista checo.
Francisco Fernando d'Este sufría en Bohemia y Moravia de una baja popularidad, al igual que, por cierto, en el resto del Imperio Austrohúngaro. Por un lado el pueblo llano le reprochaba su falta de carisma, su soberbia, su tacañería y sus ataques de cólera. Los nacionalistas checos lo odiaban como futuro emperador y representante del dominio de Viena, los círculos progresistas temían su visión social y política estrictamente conservadora, y la aristocracia de habla alemana veía en general con malos ojos su matrimonio con una mujer checa de la baja nobleza.
Aun así el heredero al trono estaba profundamente enraizado en las tierras checas: su mencionada esposa, Žofie Chotková, era una condesa checa, y ambos vivían en el castillo de Konopiště, en Bohemia. De hecho el atentado que acabó con su vida fue más checo que austriaco. En el auto con el que recorrían Sarajevo se encontraban además dos checos: el chófer Leopold Lojka y, en el asiento continuo, el noble František von Harrach.Una desgraciada serie de casualidades
Un examen de las circunstancias que acompañaron a la visita de Francisco Fernando a Sarajevo, demuestra, según Martin Ježek y Pavel Trojan, que el asesinato podría haber sido muy fácilmente evitado, y que solo una enorme coincidencia de errores y casualidades permitieron el magnicidio.
En primer lugar empezando por el mismo viaje. La situación política era en Bosnia muy complicada y la policía contaba por centenares los miembros de organizaciones políticas o estudiantiles de radicales serbios que clamaban contra el dominio del católico Imperio Austrohúngaro sobre la región y pedían la anexión a Serbia o incluso la creación de un nuevo estado para las naciones eslavas del sur.Bosnia había pasado a ser administrada por los Habsburgo en 1878, y recientemente, en 1904, se había producido la anexión total, lo que había irritado especialmente a Serbia, gobernada por radicales nacionalistas. El estado balcánico sufragaba organizaciones terroristas como la Mano Negra, también conocida como Unificación o Muerte, que ya habían atentado en varias ocasiones e incluso habían acabado con la vida del gobernador de Croacia.
Así pues, ante la escalada de tensiones, era previsible que hubiera un ataque terrorista. Pero pese a todo el archiduque decidió ir, comenta Pavel Trojan.“Francisco Fernando sabía, o fue advertido, incluso por la parte serbia, no a él directamente sino la corte de Viena, de que esa fecha, el 28 de junio, coincidía con el aniversario de la batalla de los campos de Kosovo, cuando en 1389 fue derrotado el ejército serbio, y no era por tanto el mejor día para salir a la calle. Los serbios lo consideran un día de venganza y martirio. Por otro lado era el 14 aniversario de su matrimonio con Žofie, y de hecho quería volver enseguida a casa después de la visita. Eso fue el domingo, y el martes él ya quería hacer una fiesta con los niños en Konopiště”.
Los historiadores explican la decisión por el deseo de Francisco Fernando de mostrar fortaleza y seguridad, y todo a pesar de que él mismo había estado en contra de la anexión de Bosnia y se había enfrentado por ello a su tío, el emperador Francisco José I.
El viaje empezó mal, el tren que le trasladó de Dalmacia a Sarajevo tuvo dos averías, pero a pesar de las malas señales, el archiduque ganó algo de confianza al entrar en territorio bosnio y ver que todo se desarrollaba con normalidad. Ya antes de entrar a Sarajevo había participado en unas maniobras militares y la actitud de la gente le había tranquilizado. Sin embargo su estancia en la ciudad no estaba tan bien preparada como él creía.La falta de previsión de las autoridades locales viene demostrada, por ejemplo, por la actuación del director del Museo Provincial de Sarajevo, Ćiro Truhelka, explica Ježek.
“Realmente la administración austrohúngara no se lo tomó en serio en el sentido de que la visita estaba muy mal organizada en cuanto a seguridad. Por ejemplo el director del Museo Provincial, Ćiro Truhelka, en parte de origen checo, fue a ver en varias ocasiones al general Oskar Potiorek, el gobernador de Bosnia-Herzegovina. Francisco Fernando, por supuesto, como coleccionista y artífice de la colección que hoy día podemos ver en el castillo de Konopiště, quería ir al Museo Provincial. Y Truhelka se presenta ante Potiorek para informarse de cómo debe recibir al Archiduque, cuál es el protocolo, ya que él viene como soldado, su mujer como esposa de un miembro de la familia real”.
La desidia y desorganización de Oskar Potiorek es tal que en ocasiones se ha hablado de que podría haber formado parte de un complot para acabar con Francisco Fernando, aborrecido por ciertos sectores de la corte de Viena. Fue Potiorek precisamente quien insistió en que el heredero al trono debía visitar la región. Más que de conspiraciones, Ježek prefiere hablar de pura incompetencia.“Truhelka se extrañó de que estuviera todo tan mal organizado, y él mismo se encargó por propia iniciativa de dar instrucciones a su gente para que por ejemplo la noche de antes nadie pueda entrar en el museo. Es un misterio por qué subestimaron tanto el peligro, cuando cuatro años antes, cuando visitó Bosnia el emperador, la seguridad estaba mucho mejor organizada. Es difícil saber qué estaba pasando, por qué volvió a salir a la calle Francisco Fernando cuando antes le habían tirado una bomba. Eso no lo sabemos, pero alguien seguro que subestimó la situación”.
El primer ataque
Francisco Fernando y su esposa, acompañados del conde Von Harrach, emprendieron su primer contacto con la ciudad viajando en auto descubierto desde la estación de ferrocarril a un cuartel militar, y de allí al ayuntamiento, como parte de una caravana de seis vehículos, rodeados de una multitud de curiosos y admiradores.La cálida recepción recibida por el archiduque consistía casi exclusivamente en católicos croatas y musulmanes, que veían en Austria una protección contra la ortodoxa Serbia. Los periódicos serbobosnios de la ciudad ni siquiera habían anunciado la visita de Francisco Fernando y en su lugar recordaban la batalla de Kosovo.
Cinco estudiantes pertenecientes a la organización nacionalista Joven Bosnia aguardaban el momento de eliminar al odiado Habsburgo. Ya esa mañana se habían repartido las armas y píldoras de cianuro para no confesar si caían prisioneros.El ataque se produjo cuando la comitiva recorría una avenida contigua al río Miljacka. Dos de los terroristas no lograron reaccionar y arrojar sus explosivos, o disparar, quizá por un fallo técnico o porque no reunieron el valor suficiente. Sin embargo el tercero, Nedeljko Čabrinović, sí consiguió arrojar una granada contra el auto donde viajaba el archiduque.
El chófer se dio cuenta de la situación y aceleró instintivamente. El artefacto cayó en la capota y el mismo Francisco Fernando lo arrojó atrás de un manotazo. Cuando explotó, la granada afectó principalmente al vehículo siguiente, provocando varios heridos.Čabrinović se tragó el cianuro y se arrojó al río, pero no murió, ya que vomitó el veneno y las aguas alcanzaban solo 12 cm de profundidad. La multitud lo atrapó y linchó, y poco después fue salvado por la Policía. El resto de los terroristas consiguió escapar.
La calle equivocada
La suerte había jugado a favor del heredero al trono, pero todavía quedaba una nueva tirada de dados. Tras el acto oficial en el ayuntamiento, Francisco Fernando decidió desplazarse al hospital para visitar a los heridos del atentado, cuenta Ježek.
“El problema surgió en realidad cuando llegó el archiduque, su mujer y Harrach, que también estaba en el auto, al ayuntamiento. Allí tuvo lugar esa famosa escena en la que Francisco Fernando se subió al estrado del alcalde de Sarajevo para echarle la bronca y no le dejó ni leer el discurso que tenía preparado. Cuando partieron del ayuntamiento cambiaron la ruta, y aquí es donde entra en juego la tesis que en inglés es ‘Lojka was not set’, algo así como que a Lojka no le habían dicho nada. Se equivocó y se metió en una calle equivocada”.Así, a pesar del intento de magnicidio, las autoridades dejaron marchar al archiduque sin escolta de ningún tipo. Incluso el gobernador Potiorek se opuso a que una guarnición militar cercana acordonara las calles, argumentando que no tenían uniformes de gala suficientes.
Y así, en esta atolondrada salida, el chófer checo que conducía el vehículo se metió por la calle equivocada, evidentemente menos vigilada, al no formar parte del recorrido oficial, empezó a maniobrar y se le caló el motor. Simplemente el hecho de que no hubiera una persona más cualificada al volante se puede considerar una broma del destino, asegura Ježek.
“La gran casualidad es realmente el chófer Leopold Lojka. Es un hombre que por absoluta casualidad se convirtió en el que condujo aquel automóvil. Resulta que hubo maniobras militares en Velké Meziříčí, cerca del palacio del conde František Harrach, que era el anfitrión de aquellas maniobras y de varios miembros de la realeza, y así entró en conocimiento con Lojka, que era un sargento. Harrach era propietario del auto en cuestión, y en él fue hasta Sarajevo, para poder llevar en él al archiduque”.
Uno de los terroristas, Gavrilo Princip, al enterarse de que finalmente el atentado había fracasado, fue a comer algo a un puesto de comida rápida cercano. Y mientras masticaba vio llegar el automóvil de Francisco Fernando d´Este, que trataba de girar torpemente, intentando salir de la calle, describe la increíble casualidad Martin Ježek.“Los historiadores hablan incluso del ‘efecto Lojka’, algo con lo que no estoy de acuerdo pero que me parece muy gracioso. Lojka, como sargento militar, un simple conductor, comenzó a dar marcha atrás, y dio así oportunidad a Gavrilo Princip para disparar. Si Lojka no hubiera retrocedido, y he aquí la casualidad, ese día probablemente la pareja habría sobrevivido, nada habría pasado, ya que seguramente no habría habido ningún otro intento”.
Princip se acercó corriendo y disparó su 9 mm contra la pareja, alcanzando al archiduque en el cuello y a su esposa en el abdomen. Según el testimonio del conde Von Harrach, las últimas palabras de Francisco Fernando fueron “¡Sofía!, ¡Sofía! No te mueras... vive para nuestros hijos“.
Los juicios de Sarajevo
Gavrilo Princip fue inmediatamente capturado y en los días siguientes cayó toda la organización, así como la red clandestina que había transportado las armas y explosivos desde Serbia. En total se sentaron en el banquillo 25 personas, de los que fueron condenados 16. Cuatro de ellos murieron finalmente en la horca.Princip y Čabrinović, al ser menores de 20 años, no podían ser condenados a muerte, por lo que se pena fue de 20 años de prisión. El destino quiso que no volvieran a la libertad y murieran de tuberculosis en la cárcel. Princip, por cierto, cumplió condena en la cárcel checa de Terezín.
Las investigaciones del magnicidio, que apuntaban al gobierno de Belgrado, dieron pie a la declaración de guerra contra Serbia y, consecuentemente, al inicio de la Primera Guerra Mundial. Cabe preguntarse entonces qué hubiera pasado si las circunstancias hubieran sido distintas y el atentado hubiera fracasado. De acuerdo con Trojan, la guerra era inevitable.“Martin y yo no somos historiadores, pero hemos leído mucho sobre el tema y creemos que la guerra estaba al caer. Fue precisamente Fernando, justamente en Sarajevo, y de manos de Gavrilo Princip, que soltó el bocadillo y sacó la pistola. Todo por casualidad, comenzando por el chófer Lojka. Fue la gota que rebosó el vaso, pero desde nuestro punto de vista la Primera Guerra Mundial habría estallado igual, no importa si un mes antes o después”.
En 1917, muy probablemente como parte del acuerdo de paz con Austria-Hungría, Serbia reunió pruebas para juzgar y eliminar a los cerebros del atentado, entre los que destacaba el coronel serbio Dragutin Dimitrijević, más conocido como Apis, líder de la organización secreta Mano Negra. Apis y dos de sus colaboradores fueron condenados a muerte en el llamado juicio de Tesalónica.