Ondrás, un bandolero generoso y audaz de la sierra de Beskydy
El protagonista de esta edición será el legendario bandolero Ondrás de la sierra de Beskydy, en el nordeste de Moravia. El personaje adquirió en el imaginario popular los contornos de un bandolero generoso de extraordinaria audacia y valentía, y también defensor de los derechos de los siervos oprimidos.
En la aldea de Janovice, cerca de la ciudad de Frýdek, ocurrió una vez algo muy peculiar. Una noche voló sobre la casa del alcalde una bola de fuego de la cual saltaban chispas.
De repente, la ígnea bola se precipitó sobre el edificio, reventó con un ensordecedor fragor parecido a un trueno y del tejado brotaron mil llamaradas. Los vecinos salieron de sus casas para extinguir el incendio. Pero antes de que llegaran a la casa del alcalde las llamas se habían extinguido por sí solas. En el mismo momento rompió el silencio de la noche el llanto de un recién nacido.
En circunstancias tan peculiares llegó al mundo el hijo del alcalde de Janovice, Ondrás, que llevaba desde su nacimiento en la frente una pequeña señal ígnea como recuerdo de haber nacido bajo el signo del fuego.
De las fuentes históricas se desprende que durante la juventud de Ondrás fue dueño del feudo de Frýdek el conde Frantisek Vilém Prazma, bajo cuyo gobierno el pueblo sufría grandes vejaciones. Los gerentes del feudo cobraban a los labradores de las faldas de la sierra de Beskydy exhorbitantes tributos en metálico y en especie, imponiendo sin cesar tareas en los campos y bosques pertenecientes al conde Prazma.Muchos campesinos huían de las aldeas, dejando las tierras sin cultivar y prefiriendo incorporarse a las cuadrillas de bandoleros, que tenían sus escondites en las montañas de Beskydy.
Ondrás había nacido en una familia relativamente acomodada y por eso no fue la penuria material que le impulsó a ir al monte y convertirse en bandolero. ¿Habrá sido por su rebeldía ante la opresión y el vasallaje? Distinguir la verdad histórica de la leyenda es imposible.
La leyenda dice que el alcalde de Janovice quería que su hijo Ondrás fuese un señor. Lo inscribió en el liceo de Príbor, pero el muchacho reacio a estudiar la gramática latina, añoraba los bosques de la sierra de Beskydy con sus altos y esbeltos abetos y el canto de los pájaros.
Ondrás no aguantó mucho tiempo la vida en el liceo y se alistó en el ejército. Un día se encontró con un vecino de su aldea natal de Janovice quien le contó que el gerente del conde de Frýdek había ordenado asestar veinticinco latigazos al padre de Ondrás.
Decidido a vengar la afrenta, Ondrás desertó del ejército. Se fugó a las montañas de Beskydy y allá donde las nubes tocaban las cimas de la sierra topó con una hechicera que le regaló dos pistolas.
"Cuando dispares con ellas, jamás errarán el blanco," dijo la bruja a Ondrás, agregando: "Cuando estés en apuros basta que vuelques un vaso y todos tus enemigos se dormirán de inmediato. Nadie podrá hacerte daño, sólo podrá matarte quien se apodere de tu hacha."Avanza Ondrás por las espesuras del monte buscando un lugar dónde pasar la noche. Lo atrae el resplandor de una hoguera alrededor de la cual están sentados doce bandoleros. Éstos lo admiten en su banda y Ondrás se convierte por su intrépido carácter en el cabecilla de los bandoleros.
Cuando los gendarmes disparan a Ondrás, el bandolero atrapa las balas y las tira a los esbirros, narra la leyenda.
Los ricos temblaban y los pobres recibían dádivas del generoso bandolero que ayudaba a los desvalidos.
Entre el pueblo abundaban las leyendas sobre las temeridades y proezas del bandolero Ondrás. Muy graciosa es la que narra cómo el bandolero tomó venganza del gerente que había humillado a su padre.
El conde Prazma y su esposa iban en su cómoda carroza por un camino en el seno de los bosques de Beskydy. De repente saltaron de las espesuras doce bandoleros. El décimotercero era su capitán Ondrás.
Los bandoleros tomaron al conde como rehén. Ondrás subió al pescante de la carroza, fustigó los caballos y el carro con la asustada condesa se dirigió al palacio de Frýdek.
Una vez en el patio de la mansión, los esbirros quisieron prender a Ondrás, pero la condesa se lo impidió gritando desde el interior de la carroza que los bandoleros se habían apoderado de su esposo. Para liberarlo era urgente cumplir las condiciones de Ondrás.
El bandolero ordenó al soberbio gerente del conde que se subiera a la carroza, azuzó a los caballos y emprendieron el camino de regreso al bosque. Una vez allí, los bandoleros asestaron al gerente veinticinco latigazos. El padre de Ondrás estaba vengado. El conde Prazma y su esposa pudieron regresar al palacio de Frýdek.
Ondrás, odiado por los señores y amado por el pueblo, murió por traición el 1 de abril de 1715, a mano de su compañero Jurás. El desalmado traidor, seducido por el premio de cien ducados, ofrecido por las autoridades, mató a Ondrás de un hachazo. El cadáver del bandolero fue descuartizado y las partes de su cuerpo colgadas en los árboles para servir de pasto a los cuervos y de escarmiento a los campesinos del feudo de Frýdek.