Dicen que una estatua de oro de Jesucristo en tamaño natural está enterrada en la ciudad de Trebíc

La ciudad morava de Trebíc, al este de la República Checa, destaca, principalmente, por el barrio judío y por la Basílica de San Procopio. Los dos monumentos históricos fueron inscritos en 2003 en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.

La historia de la ciudad de Trebíc está estrechamente relacionada con el convento benedictino, fundado en 1101. A mediados del siglo XIII, los benedictinos construyeron al lado del claustro una basílica de estilo romano-gótico, cuya vista en plano se conservó prácticamente hasta la fecha en su estado original.

No obstante, en el siglo XV, el claustro y la basílica fueron destruidos por el rey húngaro Matías de Korvín que sitió la ciudad en la guerra checo-húngara.

El Ejército checo, liderado por Viktorín, el mayor hijo del rey checo Jorge de Podebrady, defendía la ciudad. Una leyenda dice que el rey envió a su hijo menor, Enrique, para que le ayudara a su hermano, mencionó el historiador Rudolf Fiser.

"Según la leyenda, los Ejércitos de los hermanos necesitaban comunicarse de alguna forma, pero fueron separados por las tropas enemigas. Así que llamaron a un flechero, sujetaron el mensaje en la punta de una saeta y le ordenaron que tirase de manera que la saeta sobrevolara las tropas húngaras. Y para que el flechero tuviera mayor motivación, un verdugo estuvo detrás de él, esperando si la flecha llegará a su destino o no".

No sabemos si el flechero consiguió remitir el mensaje a Enrique o cuántos flecheros se vieron obligados a probar la fortuna, lo cierto es que en 1468 toda la ciudad fue destruida y quemada por las tropas húngaras.

En aquellos tiempos, la urbe, de hecho, había dejado de existir y casi había sido borrada de los mapas. Según algunas crónicas, las ruinas se fueron desmoronando por unos siete años hasta que la ciudad fuera repoblada y fuera iniciada su renovación.

Durante la restauración del centro, fue construida, entre otros, la Plaza de Carlos, que figura hoy día con unas dos hectáreas y media de superficie entre las plazas más extensas del país.

La basílica de San Procopio, tiene una longitud de unos 72 metros; y su techo se alza a una altura de 24 metros sobre el suelo. En los tiempos remotos, los monjes se reunían en la misma para rezar seis veces al día y una vez por la noche.

Como hemos dicho, en el siglo XV empezó la decadencia de Trebíc y el claustro y la basílica fueron devastados por unos largos 250 años, dijo el abad del convento, Frantisek Puchar.

"En aquél entonces, en el convento surgieron cuadras para caballos, posteriormente ese sitio funcionó como fábrica de cerveza, que se convertía en el período de la cosecha en un granero y un lavadero. Posteriormente incluso sirvió de cocina y vivienda para un mosquetero. La devastación duró hasta 1629, cuando la familia aristocrática de Waldstein adquirió el latifundio local. Con ellos llegó a la región el nuevo impulso de la vida".

La familia de Waldstein renovó la basílica en estilo barroco y a partir de 1704 volvieron a celebrarse ahí las liturgias.

En la basílica hay una acústica extraordinaria debido a la excepcional forma del edificio que es de unos 150 cm más ancho en su parte superior que en la inferior.

En la basílica hay asimismo una cripta subterránea construida cerca del año 1220 con vista en plano en forma de una cruz griega. Unas 50 columnas soportan la cripta, cada una con adornos originales. La bóveda está reforzada, además, con una madera tratada especialmente.

"Se trata de un pino habitual, pero tratado de manera especial. Los constructores excavaron un foso en el que colocaron la madera llenándolo con la leche de cal. Después hicieron empapar la madera hasta que la cal penetrase en todos los poros de la misma. Es como si la madera estuviera reforzada con una especie de hormigón".

El abad Frantisek Puchar agregó que un pasillo subterráneo de aproximadamente tres kilómetros de longitud une la cripta con la cercana aldea de Sokolí.

"Se dice que ahí están escondidas varias estatuas; que es un tesoro del convento. Deberían ser 12 apóstoles de plata y una estatua de oro de Jesucristo en tamaño natural. Me acuerdo que yo de pequeño un día vi aquí una entrada donde había mucho escombro, pero hace ya muchísimo tiempo..."

Subamos ahora a la luz del día, y recorramos el barrio judío de la ciudad de Trebíc, inscrito en 2003 en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. El barrio judío se conservó en muy buen estado, aunque a principios del siglo XX existió la amenaza de que fuera destruido totalmente.

En aquél entonces dejó de ser válida la división de la ciudad entre la parte cristiana y judía. Paradójicamente, en el barrio judío vivían los cristianos pobres, ya que los judíos ricos se trasladaban al centro de la ciudad.

Los cristianos no tuvieron suficientes medios para mantener sus hogares y el barrio se comenzó a desmoronar poco a poco. En el siglo XX, un proyecto suponía destruir las casas antiguas construyendo en su lugar un barrio de casas prefabricadas.

Por suerte, el proyecto no se llevó a cabo y a medida del tiempo, la situación cambió totalmente. Hoy día, la mayoría de las casas están renovadas y bien cuidadas. Un nuevo sistema de iluminación fue instalado en la espesa red de las estrechas callejuelas del barrio. Las casas parecen ser pequeñas a primera vista, pero al entrar les sorprenderá lo espacioso que son los hogares, indicó la dueña de una de las casas, Pavla Mikesová.

"Es que los judíos agregaban más y más habitaciones a la construcción original. Así que desde afuera parece que la casa es pequeña, pero al entrar se darán cuenta de que son como tres casas en una vivienda. Aquí uno nunca sabe dónde desembocarán las salidas de la casa, que si en la misma calle o en una bocacalle situada detrás de la misma".

En Trebíc se encuentran dos sinagogas y uno de los mayores cementerios judíos en la República Checa que se extiende por una superficie de 12 mil metros cuadrados. Los sepulcros más antiguos provienen de la primera mitad del siglo XVII...

...Y el laberinto de las calles lo pueden seguirlo fácilmente de una torre de 75 metros de altura en la que está instalado, además, un reloj con una de las mayores esferas en toda Europa con un diámetro de 5,5 metros.

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