Marie Sehnalová, la maquinista que mantiene sus trenes rigurosamente cuidados
Marie Sehnalová es una de las 110 mujeres maquinistas en Chequia. Empleada en los Ferrocarriles Checos (České dráhy), maneja sobre todo los trenes de pasajeros de corta distancia en Praga y sus alrededores. En un viaje desde la capital checa a la cercana localidad de Čerčany, comparte su visión de este trabajo con RPI.
Las primeras mujeres comenzaron a trabajar de maquinistas en la antigua Checoslovaquia en los años 50 del siglo XX, en el marco de una campaña que perseguía incrementar el número de mujeres en el sector productivo y en transportes. Entre las primeras de ellas figuró Libuše Mostýnová, de la ciudad de Gottwaldov, hoy Zlín. No obstante, poco se sabe de las primeras trabajadoras de este segmento, ya que en los archivos disponibles no hay grandes datos sobre sus vidas.
Uno de los primeros casos mejor documentados es el de Margita Horváthová, quien inició su carrera en 1963 como especialista en ingeniería eléctrica en la ciudad eslovaca de Košice. Gracias a su formación, logró cumplir su sueño de convertirse en maquinista y, aunque el dato no se puede confirmar con un 100% de certeza, algunas voces la señalan como la primera mujer en Checoslovaquia en alcanzar este puesto.
En la actualidad, las mujeres maquinistas no son algo excepcional en la República Checa, aunque es cierto que de un total de 9162 de estos profesionales que trabajan para la compañía Ferrocarriles Checos, sólo 110 son mujeres. Con la idea de conocer la perspectiva de una de ellas, Radio Praga Internacional realizó un viaje nocturno en compañía de Marie Sehnalová, quien dirige las formaciones desde hace más de una década.
“Esta vez me toca un viaje agradable, porque éste es mi trayecto favorito, manejando el tren llamado El Pacífico de Sázava. Esto significa que viajaremos de Praga a la localidad de Čerčany a través del pueblo Vrané nad Vltavou, que es un trayecto más largo, pero bonito. Llegaremos a Čerčany a las 21:09 horas y luego regresaremos a Praga, a la Estación Central (Hlavní nádraží). Allí nos juntaremos con un colega, viajaremos juntos nuevamente a Vrané nad Vltavou y luego nos separaremos. Él seguirá en una locomotora a Čerčany y yo viajaré en otra, en dirección a la ciudad de Dobříš. A las 4:46 de la madrugada saldré de Dobříš de regreso a Praga. Y eso será todo”.
Durante el trayecto, Sehnalová asegura que, a pesar de que este esquema no es para cualquiera, ella no tiene problema con el frecuente cambio de las jornadas laborales diurnas y nocturnas.
“A una se le cambia totalmente el ritmo biológico, pero nos acostumbramos. Cierta vez hablé con una colega que había trabajado de azafata y volaba a distintas partes del mundo, con horario distinto y ella me decía que el régimen en su trabajo era más regular que el mío. Me decía que lo mío era mucho peor”.
El tren que conduce la entrevistada es el regional del tipo 814, al que Ferrocarriles Checos denominan ‘Regionova’. Cada modelo tiene su propio nombre, y que aparece en la parte delantera de la locomotora. Sehnalová viene manejando esta vez un Os 9021 de nombre Kristina. A pesar de estar conforme con su profesión, señala que nunca fue de su agrado manejar trenes en vías electrificadas y que tampoco le llaman la atención los trenes de larga distancia.
“Para ser sincera, a mí no me afecta viajar a corta distancia, esto no me aburre. Hay mucha tranquilidad, me rodea un ambiente más bien familiar. No hay motivo por el momento para tratar de avanzar en mi profesión”.
Son las 18:55 y el tren de pasajeros Os 9021 ya debería partir, pero sigue teniendo luz roja. El trayecto sigue cerrado después de otros tres minutos. De acuerdo con Sehnalová, que sigue todo con mucha calma, al parecer, el tráfico es demasiado intenso.
“A lo mejor estaría estresada si estuviera sentada en uno de los vagones de atrás y si estuviera apurada. Pero si el atraso es sólo de unos 10 minutos, uno no debe tomarlo como algo extremo. No estamos en Japón. Iba a decir Suiza, pero cuando visité ese país por última vez, el tren también tuvo un retraso”.
Seis minutos más tarde de lo planificado, el tren tiene luz verde para arrancar. Tras recibir una señal con una linterna de mano, Sehnalová cierra las puertas. Ya es hora de partir.
El tren de cuarenta toneladas abandona lentamente la Estación Central de Praga. Poco más tarde, el Os 9021 desaparece en un túnel y en otros cuatro minutos llega a su primera parada, en la estación ferroviaria de Praga-Vršovice. No obstante, desde la cabina del maquinista, da la sensación de que el viaje duró sólo unos cuantos segundos.
Algunos pasajeros abandonan el tren, otros se suben y el viaje puede continuar. Mientras el paisaje va cambiando detrás de las ventanillas, Sehnalová cuenta cómo llegó a esta profesión. De pequeña, nunca se le habría ocurrido que ocuparía este asiento individual, ya que, por entonces, los trenes no tenían ningún atractivo para ella.
“En mi caso fue una decisión del momento. Originalmente quería ser piloto de avión, pero, por motivos de salud, no pude estudiar esa carrera. El ferrocarril fue otra posibilidad, una idea suplente, instantánea”.
Primero, Sehnalová tuvo que graduarse de la Facultad de Transportes de la Universidad Técnica de Praga (ČVUT). Posteriormente, trabajó algún tiempo en una compañía que se dedicaba a la elaboración de diversos estudios sobre la optimización del transporte público. Pero, más tarde, se identificó plenamente y de todo corazón con el ambiente ferroviario.
“A la empresa Ferrocarriles Checos entré gracias a unos amigos míos. Trabajé primero de revisora de los boletos. Pero, pasado algún tiempo, este trabajo dejó de ser atractivo para mí, por lo que me inscribí en un curso de maquinista. Y todo salió muy bien”.
Como maquinista, Sehnalová suele estar casi siempre sola en la cabina. No obstante, de vez en cuando, le toca instruir a sus futuros colegas, según contó a Radio Praga Internacional.
“Una gran ventaja es que se trata de un trabajo donde uno lleva la responsabilidad por todo lo que hace. En este caso no se puede confiar en nadie, lo que a mí personalmente me parece muy positivo en este trabajo”.
Lo más importante, según su opinión, es concentrarse en el tramo y no dejarse llevar por distintas ocurrencias o malos recuerdos que puede aparecer durante estos momentos de soledad.
“Esto tiene un doble filo. Un maquinista puede manejar y a la vez pensar en cosas positivas. Entonces todo está bien. Pero el problema surge cuando se tienen problemas personales y no se deja de pensar en ellos, todo da vueltas en la cabeza. Porque un maquinista no puede dejar de concentrarse cuando maneja, claro, puede observar el paisaje y pensar en otras cosas, pero nunca debe olvidar que maneja un tren y seguir la vía por la que avanza”.
Sin embargo, el trabajo no siempre es tan tranquilo, según su propia experiencia. Durante su carrera, tuvo que enfrentar todo tipo de situaciones estresantes: reaccionar a tres incendios en un tren, solucionar la caída de un árbol sobre los rieles e incluso superar el trauma que le dejó un suicida que se lanzó bajo el tren que ella manejaba, son algunos de los hechos que más la han marcado. Durante los últimos seis años, sin embargo, asegura estar libre de experiencias de este tipo.
Irónicamente, mientras el tren avanza, una corza se cruza en las vías en un galope a toda velocidad. Es una señal, una advertencia de que el peligro se puede hacer presente en cualquier momento de las formas muy diversas. Para evitar el impacto, la maquinista apaga las luces de la formación, toca bocina, frena y el animal, muy asustado pero sin haber sufrido herida alguna, corre al bosque cercano y desparece detrás de los árboles.
“La mayoría de las corzas logran escapar ilesas de estos encuentros. Pero, por ejemplo, los jabalíes, cuando son más grandes, suelen ir muy despacio. Si el tren no logra detenerse a tiempo y choca contra el jabalí, el primero suele sufrir mayores daños que el animal. ¡Lo digo de forma exagerada! Una situación curiosa ocurrió en un trayecto de la vía a Boleslav, donde uno de mis colegas atropelló con su tren en Kropáčova Vrutice a un puercoespín, un animal que no es oriundo de Chequia. Al parecer, se le había escapado a alguien”.
Durante el viaje a Čerčany, Marie Sehnalová apunta que en su centro de trabajo en Praga cuenta con sólo cinco colegas mujeres. Este número bajo no es una excepción: de acuerdo a datos actuales de la Inspección Ferroviaria, en la República Checa, por cada cien hombres maquinistas hay sólo una mujer, en términos aproximados. Sehnalová considera que esto se puede deber a diversas razones, alguna injustas.
“Por un lado es así, o sea que se trata de un trabajo de carácter más bien técnico. Vale decir que actualmente son muy pocos los jóvenes que desean ejercer profesiones técnicas y menos entonces las mujeres. Por otro lado, tienen que ver también los prejuicios de género. Además, es un trabajo específico, en el que van cambiando mucho los turnos y eso puede resultar un gran problema para la vida familiar”.
Sehnalová reconoce que, teniendo familia, hacer este trabajo puede resultar complicado. Además, aunque esta no haya sido su experiencia, cuenta que algunas de sus colegas han sufrido, en alguna medida, situaciones de discriminación por su género.
“De esas cosas yo ni me doy cuenta, porque como fui educada en un ambiente sin prejuicios, suelo dividir a las personas por si son capaces en su trabajo o no, pero el género no tiene nada que ver en esto. Pero recuerdo a unas colegas que me habían contado su experiencia de un curso laboral en Česká Třebová, donde a uno de los instructores no le gustaba tener allí a dos mujeres y las ignoraba por completo. Preguntaba por ejemplo si alguien sabía responder a una pregunta y si las mujeres eran las únicas que querían responder, decía: ‘Ah, nadie sabe’ y continuaba con la lección”.
Pero, según su parecer, estas posturas y opiniones son cada vez menos frecuentes, por suerte, ya que comenta: “La época de esos grandes dinosaurios ya está muy por detrás. Los jóvenes lo vemos todo de otra manera. Y eso está muy bien”.
Según Sehnalová, no importa quién maneje el tren, siempre que lleve a los pasajeros de forma segura de un punto A a un punto B, y que los trenes salgan y lleguen a tiempo. Esta vez, la formación Os 9021, conducida por ella, llegó a Čerčany a punto, a las 21:09 horas, a pesar del retraso de seis minutos que tuvo antes de salir de Praga.
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