Los movimientos separatistas tras el nacimiento de Checoslovaquia
Mientras multitudes de ciudadanos aplaudían el nacimiento de Checoslovaquia en 1918, en la ciudad de Liberec fue declarado el surgimiento de la provincia Bohemia Alemana (Deutschböhmen).
El entusiasmo que acompañaba el surgimiento de Checoslovaquia no se registró en todo su territorio. La población del nuevo Estado no estaba conformada exclusivamente por checos y eslovacos, sino también por otras nacionalidades, entre ellas alemanes, húngaros, rusos y polacos, entre otras.
Con más de tres millones de ciudadanos, los alemanes representaban la minoría más numerosa y muchos rechazaron formar parte del nuevo Estado checoslovaco, reclamando la división del territorio conforme a las fronteras étnicas.
La historiadora y autora del libro El surgimiento de Checoslovaquia: la Bohemia Alemana y Liberec en los años 1918-1919, Miloslava Melanová, describió para la Radio Checa las circunstancias de la región fronteriza con Liberec de capital, una urbe rica gracias a su industria textil.
“Liberec no quería formar parte de la República Checoslovaca. La separación se estuvo preparando desde mucho tiempo antes. Liberec encabezaba los movimientos separatistas y los intentos de formar territorios lingüísticos mucho antes del estallido de la Primera Guerra Mundial”.
La idea de establecer una provincia alemana en el territorio checo apareció oficialmente en enero de 1918, en una declaración presentada por los diputados alemanes de Bohemia que pretendían evitar que la minoría alemana se sometiera al dominio checoslovaco y exigían una provincia autónoma establecida en el marco del Imperio Austrohúngaro. Tan solo un día después del surgimiento de Checoslovaquia, los alemanes declararon el establecimiento de la provincia autónoma de la Bohemia Alemana, que tras la desintegración del Imperio Austrohúngaro formaría parte de la Austria Alemana, una demarcación reclamada para conformar una realidad estatal por los pueblos de habla alemana que se quedaron fuera de las fronteras de la Austria actual. La declaración de esta provincia no representó el único empeño separatista, señala la historiadora.
Tras la Primera Guerra Mundial, la población de las Tierras Checas sufría hambre. En las ciudades industriales como Liberec había más hambre, porque carecían de agricultura.
“La provincia se extendía desde las ciudades balneario de Bohemia Occidental hasta la zona fronteriza de los Montes Orlické. Tras competir con las ciudades de Ústí nad Labem y Teplice, Liberec se convirtió finalmente en su capital. Además, se estableció la provincia de los Sudetes, que incluía la zona del norte de Bohemia, la provincia de Moravia del Sur Alemana (Deutschsüdmähren) y en el territorio de Bohemia del Sur surgió la provincia Böhmerwaldgau, que se declaró parte de Austria”.
La intervención militar
El Gobierno checoslovaco no permitió la separación del territorio que históricamente formaba parte de las Tierras Checas y que además contaba con numerosa población étnica checa. No hubo lugar para negociaciones y el Gobierno checoslovaco se vio obligado a intervenir de forma militar. En la región de Liberec operaban en aquel entonces guarniciones del Ejército austríaco. Tras la desintegración del Imperio, los oficiales estuvieron invitados a formar parte tanto del Ejército checoslovaco como del Ejército de la Austria Alemana. Como en los cuarteles predominaban los oficiales checos, optaron por afiliarse al Ejército checoslovaco. Mientras tanto, la administración autónoma de la provincia de la Bohemia Alemana estableció unidades armadas, cuyo papel fue proteger el orden en la región que se encontraba bajo una gran presión social, destaca Melanová.
“Tras la Primera Guerra Mundial, la población de las Tierras Checas sufría hambre. En las ciudades industriales como Liberec había más hambre, porque carecían de agricultura. Hubo saqueos y una muchedumbre incluso invadió un almacén con despensas gubernamentales. Todo acabó saqueado y destruido”.
La sociedad se vio afectada además por la pandemia de gripe, que acabó con las vidas de muchas personas debilitadas por la mala alimentación durante los años bélicos.
Derecho a la autodeterminación
Las autoridades alemanas enviaron una carta al presidente del Gobierno británico, Harold Wilson, y a los líderes de los países aliados, en las que exigieron el reconocimiento de su derecho a la autodeterminación, prosigue Melanová.
“Esta exigencia se basaba en una declaración de Wilson sobre la necesidad de garantizar a todas las naciones el derecho de autodeterminación. Los alemanes se referían a esta declaración y esperaban que se reconociera su derecho en una de las negociaciones en Versalles”.
El Gobierno checoslovaco no pretendía sacar a los alemanes completamente del juego. El presidente checoslovaco Tomáš Garrigue Masaryk contempló la posibilidad de ofrecer a los alemanes dos cargos ministeriales y los invitó a Praga para negociar, explica la historiadora.
“Los representantes políticos de los alemanes llegaron a Praga, pero querían negociar sobre el abastecimiento, el paso de trenes permanente, etcétera, y rechazaron subordinarse a las autoridades checoslovacas. Insistían en que formaban parte de la Austria Alemana”.
El Gobierno checoslovaco era consciente de que la única solución sería ocupar las regiones separatistas. El 29 de noviembre, el Ejército checoslovaco inició el proceso de ocupación con la resistencia, especialmente, de los jóvenes. Una de las manifestaciones desembocó en un enfrentamiento violento en el centro de Liberec.
“Durante un concierto, se reunió en la plaza la juventud alemana con cintas con los colores alemanes, lo que enojó a los soldados checoslovacos. Se las quisieron quitar y hubo un enfrentamiento violento. Después aparecieron en la prensa local muchas noticias sobre la violencia de este acontecimiento”.
La ocupación se llevó finalmente a cabo el 16 de diciembre de 1918, pero sin enfrentamientos violentos. Los representantes del autoproclamado Gobierno autónomo de la provincia de la Bohemia Alemana huyeron a Alemania. El fin del conflicto fue proclamado oficialmente el 10 de septiembre por el Tratado de Saint-Germain-en-Laye, que reconoció el establecimiento de la República de Austria, rechazó su anexión a Alemania, y confirmó la afiliación de las zonas fronterizas a Checoslovaquia, incorporando así definitivamente a casi tres millones y medio de personas de nacionalidad alemana al país. De acuerdo con la historiadora Melanová, la victoria despertó en algunos checos un comportamiento inadecuado.
“Algunos checos, entusiasmados por el sentimiento de victoria, se comportaron de manera muy agresiva. Este hecho repugnaba a los alemanes y despertaba dudas”.
Quejas y pleitos entre checos y alemanes
Junto con los soldados llegaron a Liberec también funcionarios de Praga que retomaron la administración de todos los órganos de la ciudad. Aunque finalmente la alcaldía fue conformada por más alemanes que checos, los diez años siguientes estuvieron marcados por una serie de quejas y pleitos surgidos, especialmente, a la hora de aprobar los reglamentos y por el hecho de que la legislación de Checoslovaquia cambiaba el orden antiguo.
“En poco tiempo, en Liberec empezó a operar la Policía estatal. Hasta entonces la Policía había estado sometida solamente al alcalde. Antes de la contienda mundial, la minoría checa se quejaba de que la Policía omitía el control del respeto de los derechos de la minoría, así que, después de la ocupación, la Policía estuvo sometida al Estado Checoslovaco, lo que tuvo impacto en su dirección”.
Otros cambios fundamentales afectaron al sistema de tasas y pagos municipales que la población entendía como ataques contra una ciudad alemana. Con el paso del tiempo, los políticos alemanes se dieron cuenta de que su política negativa basada en la negación no era el camino adecuado, apunta la historiadora.
“Este proceso tomó mucho tiempo, hasta que en 1929 fuera elegido como alcalde Karl Kostka, un personaje interesante, que ocupó su cargo hasta 1938 y después tuvo que enfrentarse a los ataques de los Henlein”.
La amenaza de los Henlein
Los Henlein fueron los miembros del Partido Alemán de los Sudetes (SdP) fundado en 1933 por Konrad Henlein, oriundo de Liberec. Con la crisis económica tras la Gran Depresión de 1929 y la llegada de Adolf Hitler al poder, la situación en las zonas fronterizas cambió bruscamente. La economía local dependía de la exportación y sufrió grandes pérdidas. La amenaza social unida al ascenso del nazismo en la vecina Alemania, llevó a la población fronteriza a la radicalización. En la campaña electoral de 1935, financiada parcialmente por la Alemania nazi, el partido de Henlein supo poner nombre a los problemas palpitantes y para muchos ciudadanos representaba una esperanza de cambio. Konrad Henlein además cuidaba la imagen de su partido como leal al Gobierno checoslovaco, proclamaba la democracia y se pronunciaba contra el nazismo. En 1935, el Partido Alemán de los Sudetes ganó las elecciones a la Asamblea Nacional. La lealtad al Gobierno checoslovaco desapareció en 1937, cuando Henlein prometió fidelidad absoluta a Adolf Hitler. En una reunión, Heinlein, Karl Hermann Frank y Adolf Hitler establecieron una estrategia que determinó la política del el Partido Alemán de los Sudetes que se basaba en el lema: “Solicitar al Gobierno checoslovaco tanto, que nunca nos satisfaga”. El partido de Heinlein se convirtió en un arma de la Alemania nazi para desintegrar Checoslovaquia.
Henlein se encargó de la organización de una serie de ataques en la zona fronteriza checoslovaca y posteriormente se dirigió a Alemania para organizar los llamados freikorps, organizaciones terroristas secretas conformadas por voluntarios entrenados para asaltos de patrullas militares, redadas en aduanas, oficinas de correos y de la administración estatal y otros sabotajes en territorio checoslovaco. Los miembros de las unidades hicieron un juramento de lealtad de por vida a Adolf Hitler.
Konrad Henlein regresó de Alemania tras la aprobación del Acuerdo de Múnich mediante el que las potencias europeas cedieron casi una tercera parte del territorio checoslovaco a la Alemania nazi. Henlein fue nombrado por Hitler comisario imperial del Reichsgau de los Sudetes, una división administrativa de la Alemania nazi que existió desde 1939 hasta 1945.
Dos días después del fin de la Segunda Guerra Mundial, Henlein trató de negociar con los estadounidenses sobre el reconocimiento del Tratado de Múnich, pero durante su viaje fue capturado y encarcelado en Pilsen. Cuando se dio cuenta de que no había lugar para negociaciones y que iba a ser juzgado como un criminal de guerra, se cortó las venas con los vidrios de sus lentes.
Inmediatamente después de la contienda, comenzó el salvaje proceso de la expulsión de los alemanes del territorio checoslovaco, que se cobró las vidas de numerosas víctimas inocentes. A partir de enero de 1946, la expulsión se llevó a cabo de una forma más organizada. Según un informe oficial del año 1947, un total de 2 170 598 alemanes fueron expulsados, sin contar a cientos de miles de personas que habían escapado inmediatamente después del fin de la contienda. La expulsión de los alemanes en la posguerra sigue siendo objeto de polémica.