Los dibujos de Josef Lada: un viaje por la Navidad checa
El imaginario popular de la Navidad checa no podría entenderse sin las imágenes de Josef Lada, uno de los pintores más destacados de la historia del país. El amor de Lada por la Navidad y el invierno está conectado directamente con sus recuerdos de la infancia.
Niños jugando en la nieve, villancicos y otras tradiciones, así como los ambientes festivos propios de la Navidad son algunos de los temas que más abundan en la obra del pintor Josef Lada, nacido en la localidad de Hrusice, en Bohemia Central, en 1887.
Para la mayoría de los checos, la visión de estas imágenes está relacionada automáticamente con estas fechas y con la llegada del invierno. Sobre Josef Lada y su pasión por la Navidad habló para Radio Praga Internacional Blanka Šubrtová, pedagoga y guía del Museo de Josef Lada, que se encuentra precisamente en su localidad natal de Hrusice.
De acuerdo con Šubrtová, esta atracción por la llegada del invierno se produjo ya en su niñez cuando viajaba por los pueblos de la zona. De hecho, un detalle interesante es que el pintor checo nació y murió en diciembre.
“Josef Lada nació precisamente en diciembre. El 17 de diciembre de 1887. El invierno aparece frecuentemente en su obra. Podemos decir que de cierta manera el invierno hechizó a Lada. Entre sus obras más famosas encontramos la de un espíritu del agua (vodník) sentado pensativo sobre un sauce, vestido con pieles mientras fuma en pipa y se ven de fondo las ruinas de un castillo. Josef Lada nació en Hrusice como hijo de un pobre zapatero, y a menudo iba a entregar zapatos arreglados por los alrededores, también en invierno. Los paisajes que vio en aquel entonces se quedaron grabados en su memoria y más tarde los usaría en sus obras. Asimismo, estaba acostumbrado a escuchar a los niños jugando en la nieve y a los pueblerinos cortando madera, algo que él mismo relata en su autobiografía Crónica de mi vida”.
Su afición por la atmósfera del pueblo y los paisajes de los alrededores serán una constante en su obra. Pero además, el joven Josef Lada disfrutaba de la Navidad por las tradiciones propias de estas fechas. Por ejemplo, salía a la calle a escuchar villancicos y creaba sus propios adornos para el árbol navideño, indica Šubrtová.
“Pepík, el hijo del zapatero, como habitualmente lo llamaban en Hrusice, amaba la Navidad y la consideraba la fiesta más bonita del año. Sin embargo, tenía un árbol de Navidad pequeño y con una decoración sencilla, aunque le llenaba de orgullo. Se alzaba encima de la mesa y estaba decorado con manzanas, nueces y adornos que él mismo fabricaba con achicoria. A pesar de que no recibía regalos, le encantaba esta atmósfera festiva”.
No cabe duda de que los cuadros de Josef Lada son inconfundibles. Los motivos paisajísticos y las figuras se repiten a menudo, pero aún así uno es consciente de que se encuentra ante obras diferentes.
Según Šubrtová, todo lo que vemos en sus imágenes son recuerdos de su niñez en el pueblo. Una forma de guardar esta memoria intacta, y también vaciada de emociones negativas. Unos cuadros donde solo hay espacio para la parte más inocente de la infancia.
“Se puede decir que las obras de Lada nos transmiten el pueblo de una forma poética, como quiere que lo veamos y como él lo recuerda de su niñez. Por supuesto, de una forma embellecida y sin recuerdos negativos. El autor nos ofrece una imagen del pasado y nos transporta a la felicidad de la infancia y los juegos que guardamos en nuestro corazón”.
Y a pesar de la sencillez del tema y de los trazos, no cabe duda de que la obra de Lada destaca por ser única. Cualquier checo reconoce al instante una imagen hecha por el pintor de Hrusice, y como hemos mencionado, cada cuadro es diferente a pesar de las similitudes. Blanka Šubrtová explica que incluso se dice que Picasso alabó al pintor checo al ver algunos de sus trabajos.
Por otra parte, la guía del museo nos cuenta un detalle que a Josef Lada no le gustaba que los demás supiesen. Quizás por miedo a no ser aceptado entre otros artistas.
“De su estilo es interesante la sencillez, como los dibujos que hacen los niños. Pero al mismo tiempo se puede decir que es inimitable. Nunca tuvo aprendices, y siempre decía: aprended, pero nunca copiéis. De hecho, su obra no se puede imitar. Se pueden copiar los trazos y los motivos, pero no la genialidad y la originalidad del artista. Se dice incluso que después de la Segunda Guerra Mundial, el pintor Josef Šíma le enseñó a Picasso obras de pintores checos contemporáneos y este alabó especialmente a Lada. Aunque se habla de que Lada tenía un hándicap en su estilo, ya que cuando tenía seis meses se clavó un cuchillo de zapatero en el ojo derecho y perdió la vista en esta parte. A pesar de esta visión reducida, supo sacar el máximo. Y de ser un chico de pueblo de una familia pobre, pasó a ser un pintor genial”.
Hablar de Josef Lada es, por supuesto, hablar de Hrusice. Este pequeño pueblo de Bohemia Central no llega a los 1000 habitantes, pero su nombre es conocido por muchos aficionados a la pintura gracias a su hijo predilecto.
Su conexión con Hrusice es otro de los puntos que destaca Blanka Šubrtová. A pesar de irse a vivir a Praga bastante joven para trabajar y conseguir un futuro mejor, sus recuerdos del pueblo son los que dominaron su obra el resto de su vida.
Su amor por el pueblo llegaba hasta tal punto que más adelante compró un terreno allí para construir una casa y llevar a su nueva familia durante los veranos. En el lugar, construyó también un despacho donde relajarse y centrarse en sus creaciones.
“Pasó aquí su infancia y, como he mencionado, esas vivencias marcaron su obra. Él amaba estos paisajes que tan bien conocía de sus viajes a los pueblos vecinos, cuando iba a devolver zapatos arreglados. A los 14 años tuvo que dejar Hrusice para aprender un oficio, por lo que fue a Praga donde se especializó en la encuadernación. Aunque ya se quedó a vivir en Praga, nunca se olvidó de su Hrusice y siguió visitándolo. Compró un terreno en el pueblo para construir una casa y pasar allí los veranos con su familia. Esto comenzó en 1935, aunque pasó más tiempo hasta que estuvo terminada del todo”.
Dicha casa es desde 1986 el Museo de Josef Lada, donde los visitantes pueden conocer a fondo la vida y obra del autor. Entre sus creaciones más destacadas se encuentra el gato Mikeš, una historia que no solo dibujó, sino que fue escrita por él.
“Ese lugar acabó convirtiéndose en el museo de la obra de Josef Lada y de su hija Alena. Además, los habitantes de Hrusice están muy orgullosos de su paisano, por lo que podemos encontrar muchos lugares que hacen alguna mención al pintor. En el lugar de su antigua casa se encuentra una placa conmemorativa del año 58 y un pequeño monumento de su famoso personaje el gato Mikeš. Esta es de sus obras más famosas, ya que Josef Lada además de ser un magnífico pintor es autor de numerosos libros infantiles. El espíritu de Hrusice también se encuentra en imágenes de tabernas, como la famosa obra Pelea en la taberna”.
El caso de Mikeš guarda una bonita historia, ya que los cuentos de este gato que habla y viaja por numerosos lugares fueron creados para entretener a sus hijas. Y el gato está basado realmente en un felino que el propio Lada tuvo. Con el tiempo, las aventuras de este gato se tradujeron a un número considerable de idiomas.
Pero el camino hasta el reconocimiento no fue fácil para Lada. Hijo de una familia humilde, vivió numerosas adversidades, señala la guía del museo. Lo que alcanzó tiene mucho más mérito si tenemos en cuenta que fue en gran medida autodidacta.
“El camino de Josef Lada a la fama no fue fácil. Le ocurrieron muchos sucesos tristes durante su vida. Ya muy pequeño perdió la vista en un ojo, murieron dos de sus hermanos, y hacia el final de la Segunda Guerra Mundial perdió a su hija Eva. Pero nunca se rindió y siempre siguió adelante con sus pinturas. Sus primeras caricaturas se publicaron cuando era un aprendiz, al principio no había tanto interés por su trabajo, pero con el tiempo se fue demostrando su originalidad”.
Entre los hitos que dieron un valor más universal al pintor de Hrusice sería imposible no mencionar el libro El buen soldado Švejk, de Jaroslav Hašek. Al convertirse en ilustrador de esta popular novela satírica, los dibujos de Josef Lada viajaron por todo el mundo. Como añade Blanka Šubrtová, Švejk es la obra checa más traducida, por lo que no es de extrañar que a su museo lleguen visitantes de todos los continentes.
“Ilustró numerosos libros conocidos. Nombraría al menos El buen soldado Švejk, la obra checa más traducida en el mundo. También escribió algunos libros para niños, donde destaca el ya mencionado gato Mikeš, del que llegó a hacerse una versión de dibujos animados donde participó su hija Alena. Josef Lada está considerado además uno de los creadores del cuento moderno checo, y por su obra recibió en el año 1947 el título de Artista Nacional. Tras su muerte, su fama creció, tanto que hoy en día no podemos imaginarnos la Navidad sin sus cuadros. Todavía su obra genera gran interés y recibimos muchas visitas aquí en la casa museo de Josef Lada en Hrusice. Pero no solo es conocido para los checos, vienen en su busca asimismo extranjeros, por ejemplo, de Japón”.
Otro punto interesante de las creaciones de Lada, en opinión de Blanka Šubrtová, es que ofrece un testimonio de costumbres y tradiciones que con el tiempo se han ido perdiendo.
Los checos aman la Navidad y se sigue conservando cierto espíritu mágico, pero es cierto que muchas de las costumbres que practicaban en días señalados tienen cada año menos adeptos.
Uno de los momentos preferidos de Lada de pequeño era salir a cantar villancicos, algo que tradicionalmente los niños hacían el 26 de diciembre.
“La Navidad es de las fiestas favoritas en Chequia, los niños siempre la esperan con ilusión. Son unas fiestas principalmente de paz y tranquilidad donde la familia se reúne, sin olvidar su significado cristiano conectado con el nacimiento de Jesucristo. Ya en el pasado se consideraba esta una época mágica y había tradiciones que mostraban cómo iba a ser el año venidero. De las antiguas tradiciones, algunas se han conservado y otras se han transformado. Por ejemplo, una tradición decía que las jóvenes solteras debían lanzar un zapato por detrás de su hombro, y si apunta hacia la puerta, significa que se casarán el año próximo. Aunque esto ya no suele hacerse, al igual que los niños no suelen cantar villancicos por la calle el día 26, una costumbre que se mantenía cuando Josef Lada era niño”.
En realidad, uno de los propósitos del Museo de Josef Lada es que se conserve al menos el conocimiento de estas antiguas costumbres. Por este motivo, se realiza un gran número de actividades. La creación manual de adornos se encuentra entre las más destacadas, dice la guía Blanka Šubrtová. Asimismo, es de las tareas que más suelen divertir a los más pequeños.
“Adornar el árbol es otra costumbre propia de la Navidad, como hacía Pepík Lada, aunque no encontrara regalos debajo de él. Pero por desgracia, estas tradiciones están decayendo. Por eso, en el Museo Josef Lada de Hrusice intentamos recordar esto con actividades donde niños y adultos pueden hacer adornos a partir de materiales naturales como se hacía antes”.
Ilustrador de más de 100 libros, el pintor Josef Lada nos deja para el recuerdo obras de influencia inagotable. Algunas de ellas siguen representando para los checos el espíritu de la Navidad más de un siglo después de su creación.
Para ver estas imágenes invernales y muchas más pueden visitar la antigua casa de verano del autor en Hrusice, hoy museo que alberga una gran cantidad de detalles de la vida de Lada. Entre las que más les sorprenderán probablemente, si usted se anima a pasar por el pueblo, una postal navideña pintada a mano por Josef Lada cuando era niño.
El peso de la obra de uno de los mayores artistas checos modernos seguirá seguro marcando el imaginario de la Navidad de futuras generaciones.