Los coleccionistas de arte checos se cultivan
En la última subasta de una de las mayores salas checas, Dorotheum, fue vendido en mayo el cuadro "La Nave de los Locos", del pintor austríaco Oskar Laske, por tres millones de coronas, casi cien mil euros. Un mes antes fue batido incluso un récord: la pintura Diana y Endymion, del pintor barroco italiano, Jacopo Amigoni, fue subastada por el precio doble. Las dos subastas confirman la tendencia que se registra últimamente en el mercado del arte en la República Checa: aumentan los precios de las piezas únicas y extraordinarias.
En la República Checa hay unas 17 salas de subasta que se dedican al arte. Todas coinciden en que aumenta el número de ciudadanos checos que en las piezas artísticas no ven solamente una buena inversión, sino también un objeto de deleite. Esto lo confirma Jan Neumann, de la sala Meissner and Neumann.
"A principios de los años noventa, la capa rica que empezaba a surgir, se echó a comprar acciones, terrenos, fábricas, automóviles y villas lujosas. Después de unos años sus necesidades se vieron saturadas y los ricos enfocaron su interés en coleccionar obras de arte".
Jan Nízký, de la sala Dorotheum, señala que los coleccionistas se cultivan, buscan información y estudian la literatura sobre el arte.
"Se cultivan en el sentido de que ya no compran autores sino cuadros. Lo que significa que no vienen y no dicen: Quisiera algún cuadro de tal y tal autor, pero exigen un cuadro de tal y tal autor del, digamos, primer decenio del siglo veinte. Lo que es testimonio de que saben que el primer decenio del siglo veinte fue el mejor período de ese autor. También ya no quieren cualquier cuadro de un autor sino un cuadro suyo que había expuesto una galería".
...es decir, un cuadro que puede enorgullecerse con un árbol genealógico, según explica Jan Neumann.
"Por ello hay un gran interés por todos los cuadros de la colección de Jindrich Waldes. Fue un influyente fabricante y conocido coleccionista del arte que antes de la Segunda Guerra Mundial huyó de Checoslovaquia, amenazada por Hitler, y entregó toda su colección de enorme valor artístico a la Galería Nacional. Después de la Revolución de Terciopelo en 1989 fue devuelta a su hijo. Y está claro que los cuadros de esta colección son subastados a precios altísimos".
A principios de los años noventa, cuando el mercado del arte todavía se formaba en la República Checa, prevalecían en las salas de subasta los extranjeros. Jan Nízký afirma que ahora el típico cliente es el coleccionista checo, pero Jan Neumann agrega:
"El problema es que la clase media está empobrecida. El médico o el ingeniero que antes de la llegada de los comunistas en 1948 solía comprarse uno o dos cuadros al año, no tiene dinero hoy para armar su propia colección, así que las subastas de piezas artísticas es un asunto más o menos de los nuevos ricos".
Jan Nízký señala que lo que más se vende son las obras de dos estilos que influyeron más en la pintura checa en la primera mitad del siglo veinte.
"Se trata del cubismo y el surrealismo y se venden mucho los autores tales como Mikulás Medek, Emil Filla, Jan Zrzavý o Jindrich Stýrský. Crece el interés también por los artistas del Grupo 42. Fue un grupo artístico fundado en el año 1942 que hizo hincapié en la civilidad y la urbanidad y que en vez del paisaje y la naturaleza muerta plasmaba la realidad de un mundo técnico. A diferencia del mercado extranjero, en la República Checa no se logra vender las obras de los artistas contemporáneos".
Jan Nízký explica que esto se debe al conservadurismo del coleccionista checo que apuesta por los autores cuyo valor artístico ha sido probado con el paso del tiempo.