Los checoslovacos asediaron en Dunkerque a 12.000 soldados alemanes

Foto: free domain

Hace 70 años el desembarco de Normandía supuso el principio del fin de la derrota nazi en el frente occidental, en gran parte porque los alemanes esperaban a los Aliados en Dunkerque. Precisamente esta ciudad francesa fue escenario meses después de una de las mayores operaciones checoslovacas en la Segunda Guerra Mundial.

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Este mes se cumplen 70 años del desembarco de Normandía, la batalla clave de las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial. Entre los factores que influyeron en la victoria aliada destaca sobre todo la hábil desinformación a la que fue sometida la Alemania nazi, convencida de que la llegada de las tropas se haría en la zona de Calais y Dunkerque.

Esta última ciudad estuvo por ello siempre bien pertrechada y unos meses después del desembarco, en octubre de 1944, defendían este importante puerto francés unos 12.000 soldados alemanes. Contra ellos los Aliados mandaron una brigada blindada checoslovaca formada por 5.000 hombres a las órdenes del general Alois Liška.

Viktor Wellemín,  foto: archivo de Viktor Wellemín
Estos militares checoslovacos procedían del exilio en Francia o Inglaterra, de la legión checoslovaca o de los campos de prisioneros soviéticos, muchos ya tenían experiencia en los campos de batalla del norte de África. Un 30% eran de origen judío, y no pocos de ellos venían de las filas de los llamados “niños de Winton” trasladados a Gran Bretaña en 1938.

Uno de estos voluntarios checoslovacos era Viktor Wellemín, de Praga, que entonces tenía 21 años. Durante el asedio a Dunkerque resultó herido por una mina, como nos cuenta.

“La explosión me lanzó a unos 15 metros de distancia, y fui a dar contra un seto. La conmoción hizo que perdiera el conocimiento”.

Viktor Wellemín sobrevivió a las heridas pero vio morir en Dunkerque a varios de sus compañeros de armas. El asedio fue largo y se caracterizó por una guerra de posiciones con pocos avances. Los checoslovacos realizaron dos ofensivas, el 28 de octubre y el 5 de noviembre de 1944, y durante los combates murieron más de 200 soldados, que ahora se hallan enterrados en el cementerio militar de la ciudad.

Viktor Wellemín,  foto: Luděk Jirka,  Projekt Paměť národa
Durante la operación las tropas recibieron ayuda de los partisanos franceses y de las fuerzas británicas. Ocasionalmente checos de los Sudetes, reclutados a la fuerza en el Ejército alemán, desertaban o eran capturados, y se unían a los efectivos checoslovacos.

La situación permaneció largo tiempo estancada, en parte debido a la superioridad numérica alemana y en parte a lo poco adecuado del equipamiento de la división blindada para el ataque a una ciudad. Por otro lado los franceses se negaban a que se realizaran bombardeos masivos sobre Dunkerque.

Las tropas nazis, comandadas por el vicealmirante Friedrich Frisius, siguieron luchando aún tras la capitulación alemana, y solo se rindieron dos días después, el 9 de mayo de 1945. El día 30 del mismo mes los soldados checoslovacos de Dunkerque desfilaban victoriosos en Praga ante el presidente Edvard Beneš y varios generales aliados.

Aunque el mismo general francés de Gaulle alabó la valentía y efectividad de la brigada blindada checoslovaca la posteridad no fue amable con sus efectivos. El general Liška marchó al exilio tras la llegada de los comunistas al poder en 1948 y el nuevo régimen borró a los héroes de Dunkerque de la historiografía oficial, ya que habían luchado del lado del bloque capitalista. Muchos veteranos fueron considerados ciudadanos sospechosos, vigilados y en algunos casos enviados a prisión.

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Autor: Carlos Ferrer
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