Los antepasados de los checos contemporáneos creían que el pan poseía un poder mágico

Los antepasados de los checos contemporáneos tenían en gran estima el pan.Creían que poseía un poder mágico y que protegía ante los poderes malignos y ante las enfermedades, propiciando, además, un sueño tranquilo y reparador. Bastaba llevar consigo un pedacito de pan.

Los checos solían en las pasadas centurias hojear muy a menudo los libros de interpretación de los sueños. Dichos libros asociaban el pan con la felicidad, la salud y la riqueza. Aún a principios del siglo 20 los checos leían ávidamente las interpretaciones de los sueños en el Mayor libro de sueños egipcio, persa y caldeo, de la editorial Storch.

Comer en sueño pan blanco significaba hacer un buen negocio... Comer pan de cebada anunciaba gran felicidad.

Comprar pan presagiaba bienestar general.

Cocer pan en sueño auguraba: tendrás suficiente trabajo y sacarás mucho provecho de él.

Ver en sueño pan de trigo o de centeno traía alegría y riqueza.

Comer pan caliente en sueño predecía regocijo.

Los checos relacionaban con el pan desde tiempos inmemoriales las más variadas prácticas mágicas. La preparación del pan tenía sus precisas y rigurosas reglas. Las describe la escritora Bozena Nemcová en su libro "La Abuela", editado en 1855, que narra recuerdos idealizados de la infancia de la escritora en Ratiborice, Bohemia Oriental.

La escritora relata que después de que la abuela se trasladara a Ratiborice para vivir con la familia de su hija Teresa, la primera cosa de la que se encargó fue de amasar y hornear el pan.

Antes de amasar el pan, la abuela hacía la señal de la cruz sobre la artesa, gesto que repetía siempre que cogía el pan hasta que éste fuera servido en la mesa.

Al prepararse el pan, la cruz se hacía sobre cada hogaza. Con una cruz se marcaba la masa de la primera hogaza que se colocaba en el horno.

Cuando alguno de los niños dejaba caer al suelo migajas de pan, la abuela le ordenaba recogerlas, diciendo que al pisar pan, las almas en el purgatorio lloraban. Después de amonestar a los pequeños, la abuela echaba las migajas al fuego.

Al dejar un niño caer una rebanada de pan al suelo, la abuela insistía en que el pequeño besara el pan como pidiéndole perdón por el agravio. Enseñaba a los nietos que el pan era un don de Dios y que quien no estimaba el pan Dios lo castigaba con severidad.

El típico pan checo se amasaba de harina de centeno. En el campo se utilizaba harina muy oscura. El deseo de comer pan blanco surgió a mediados del siglo 19.

A finales de ese siglo, el pan blanco de trigo desplazó al de centeno. Y cabe añadir, que en las pasadas centurias el pan se preparaba cada dos o tres semanas. De esta manera pocas veces se comía pan fresco.

Con el pan estaban relacionadas diversas supersticiones. Por ejemplo, no debía prepararse el pan los viernes porque se consumiría rápidamente y lo roerían más los ratones.

Ofrecer a los huéspedes pan con sal era una vieja costumbre. Las hogazas eran redondas. En algunas regiones invitaban al huésped a cortar el pan alrededor de toda la hogaza ya que ello garantizaba, según una creencia popular, que se obtuviera una abundante cosecha de cereales en todos los campos.

En algunas casas, sobre todo en Moravia, cuando no se utilizaban todavía cerraduras en las puertas, la ama de casa, antes de marcharse al campo, dejaba sobre la mesa el pan en una servilleta limpia para que cada persona que entrase viera que nadie estaba en casa y que debía servirse sola.

Sin un pedazo de pan guardado en un pañuelo limpio o en una servilleta nadie salía de viaje porque se creía que el pan protegía ante el mal de ojo.

Muchas leyendas populares narran cómo fueron castigadas las personas arrogantes que faltaron respeto al pan.Una leyenda de la comarca de Písek, en Bohemia del Sur, narra que dos hermanas labradoras ricas se calzaron zapatos con suelas de pan para que no les dolieran los pies. Por su desacato fueron transformadas en patos.

En el segundo patio del castillo de Strakonice, en el sudoeste de Bohemia, vivía antaño un administrador con su esposa. La mujer, altanera y presuntuosa, ya no sabía qué desatino hacer para llamar la atención de su entorno y dar satisfacción a su vanidoso carácter. Una vez se dirigió a la iglesia calzando zapatitos de pan de trigo.

Durante la misa, la vanidosa dama se negó a arrodillarse y el suelo de la iglesia se abrió tragándola. Desde entonces deambula por el castillo de Strakonice como un fantasma y lo hará hasta que sobre la tercera puerta del castillo crezca un serbal tan grueso que de su tronco sea posible confeccionar una cuna. Y cuando una madre acune en ella a un niño, el espíritu de la presuntosa dama encontrará la paz.

En la comarca de Pilsen se alzaba en las cercanías de la ciudad de Mesto Touskov un castillo del que se han conservado hasta el presente muy pocas huellas. Una leyenda narra que dos altaneras doncellas del castillo mandaron confeccionar zapatos de pan. Apenas los hubieron calzado, el castillo fue tragado por la tierra con las irreverentes muchachas y durante largos años se escuchó desde las profundidades el llanto y gemidos.

La arrogante condesa de Cernín es la protagonista de la leyenda más tétrica sobre el castigo que fulmina a quienes se hayan portado con irreverencia respecto al pan. Antes de ir a un baile, al que su marido había invitado a la flor y nata de la nobleza checa, la dama, célebre por su belleza y presunción, calzó unos zapatitos de pan.

A su cámara se presentó un joven vestido de negro para acompañarla,supuestamente, a la sala de baile. Sin embargo, el caballero condujo a la dama a los subterráneos del palacio. El joven se transformó en un demonio y con terroríficas carcajadas ordenó a la dama que mirase a sus pies de los cuales salían crepitantes llamaradas. Arrojó a la temblorosa condesa al suelo y en ese momento apareció un enjambre de diablos que la despedazaron.