7) La otra ciudad de Michal Ajvaz, un asombroso recorrido por Praga
El protagonista de esta novela accede a una Praga oculta y misteriosa a partir de un libro escrito en un alfabeto desconocido. Extraños animales que anidan en las estatuas del Puente de Carlos, conferencias universitarias que se imparten de noche y un enigmático tranvía verde que se lleva para siempre a las personas. Entre la ciencia ficción y el género fantástico, la publicación de La otra ciudad en 1993 significó un verdadero cambio de aire para literatura checa.
Además de la transición entre el régimen comunista y la democracia, los comienzos de la década del noventa marcaron en República Checa una serie de cambios a todo nivel que afectaron desde la circulación de los libros hasta cuestiones vinculadas con la moda. Y, según la traductora Anežka Lipusová, una de las novelas que mejor plasmaron ese cambio de aire en la literatura checa fue La segunda ciudad de Michal Ajvaz, un libro publicado en 1993 que, además de proponer un híbrido entre ciencia ficción y fantástico aportaba, sobre todo, una energía diferente.
“Por ejemplo para mí es algo muy excepcional que mezcle la realidad con la ficción, los lugares reales con cosas totalmente inventadas y absurdas, creo que no es muy típico para la literatura checa porque o es ficción o es realidad pero no se mezclan esas dos cosas en un solo libro, entonces yo creo que eso es algo muy excepcional en nuestra literatura”.
"El otro mundo no se puede comprender y por eso es otro mundo: no podemos verlo con nuestros ojos o nuestro punto de vista”.
Lo excepcional del libro no solo tiene que ver con la particularidad de su escritura o la amplitud de géneros sino que involucra también su argumento. Muchos críticos vincularon la importancia que tienen en esta novela los libros y las bibliotecas con algunas de las obsesiones de Jorge Luis Borges: un hombre encuentra en una librería de segunda mano del centro de Praga, a pocos metros del Puente de Carlos, un extraño ejemplar escrito en un alfabeto desconocido que, literalmente, lo conduce a un nuevo mundo.
“Y el libro le llama muchísimo la atención, lo compra, se lo lleva a casa y lo va leyendo, lo va descubriendo, es un libro tan curioso que no puede dejar de pensar en él. Y el libro le va contagiando su magia y él va descubriendo los lugares interesantes en Praga que tienen otro lado, que le llevan a otra dimensión y puede ser en todas partes: en una cafetería, en su paseo por Petřín, en muchísimos lugares reales que todos conocemos”.
Lipusová aclara que todos los sitios que se mencionan en la novela resultan familiares para cualquier habitante de Praga o incluso para muchos de sus visitantes más atentos. A medida que se interna en el libro, el protagonista muestra una gran ansiedad por comprender el sistema y significado de ese otro mundo tan absurdo como ilógico, y también acerca de sus habitantes. Mientras tanto, va descubriendo distintos elementos insólitos como, por ejemplo, la existencia de animales mitológicos.
Pero como Michal Ajvaz, que hoy tiene setenta años, además es poeta, el trabajo con el lenguaje es un elemento fundamental en esta obra.
“Hay cosas interesantes que no tienen mucha lógica. Por ejemplo me llamó la atención que las personas de la segunda Praga o del segundo mundo hablan en frases o sentencias súper largas que no tienen ningún sentido, se mezclan cosas normales con cosas muy abstractas y eso es muy interesante, le da un toque místico al discurso de las personas”.
Ese trabajo con el lenguaje incluye la utilización de algunas palabras arcaicas o poco utilizadas en el habla de todos los días, expresiones que impactan por su belleza y hasta algunos juegos de palabra que muestran la gramática en todo su esplendor. Pero lo interesante, continúa Lipusová, es que ese recurso genera que con solo leer algunas palabras el lector ya pueda reconocer si el personaje que habla es un vecino común de Praga o, justamente, un habitante de la otra ciudad. Por otro lado, a veces hay largos monólogos de una página que, a pesar de sonar muy bien, prácticamente no tienen ningún sentido. Y, eso por supuesto, es adrede.
“Es especial y también creo que es el reflejo de lo diferente que es el otro mundo, que no se puede comprender, a lo que después llega el protagonista: que no es posible comprender otra dimensión, no hay que buscar algún sentido en eso, por eso es otro mundo, no podemos verlo con nuestros ojos o nuestro punto de vista porque no funciona después”.
Según Lipusová La otra ciudad no se lee en las escuelas y quizás por tratarse de un género sin tanta tradición en el país el público de este libro suele ser muy literario. Por otro lado, Ajvaz obtuvo dos premios importantes como el Magnesia y el Jaroslav Seifert.
Lipusová explica que La otra ciudad parece tener más influencia de autores extranjeros como el propio Borges o el británico Neil Gaiman que de escritores checos. Y si bien le llama la atención que todavía no exista una traducción al español asegura que el eventual traductor va a tener una tarea muy ardua por delante ya que, además de la riqueza del lenguaje, la novela incorpora a esa trama extraña elementos muy típicos de República Checa.
“Pequeños detalles que dan un toque divertido a la imagen que nos está explicando, cosas típicas checas como por ejemplo la revista Vlasta, en medio de una situación muy bonita, muy mágica, muy surrealista, él no se olvida de estas pequeñas cosas que se refieren solamente a la cultura checa”.
"La novela muestra todos los lugares famosos del centro histórico de Praga y dice que la gente nunca mira hacia arriba".
Lipusová aclara que esas referencias son tan checas que, por ahí, no siempre pueden ser reconocidas por lectores extranjeros. La revista Vlasta, por ejemplo, es una tradicional publicación para mujeres que, según explica, incluye recetas, consejos para evitar las arrugas, etc. Pero ese no es el único guiño que aparece en el libro respecto a los códigos internos de la sociedad checa.
“Por ejemplo está hablando en un bar con un hombre que lleva la típica camisa a cuadros y una cerveza en la mano pero que se pone a hablar con ese tipo de lengua misteriosa o mágica que crea un contraste muy divertido para mí. Un hombre de cincuenta años con camisa y cerveza, eso es una imagen muy típica de un checo pero que se pone a hablar de manera muy culta”.
Ajvaz remata la escena cuando, luego de pronunciar un discurso tan sofisticado como absurdo, ese típico personaje checo se pone a leer la revista Naše zahrada, otra típica revista checa sobre jardinería. Ese tipo de contraste es lo que, según Lipusová, lo convierte en un libro muy divertido que sugiere, además, una forma específica de caminar la ciudad.
“La ciudad, el centro histórico, creo que aparecen todos los lugares más famosos del centro histórico de Praga, describe también Petřín, todos los monumentos. Me gusta cómo habla de las casas antiguas en Praga y que la gente nunca mira para arriba. Me gusta mucho esa idea y, de hecho, me encanta mirar para arriba porque hay casas súper bonitas en el centro que ahora voy descubriendo después de todos los años que vivo aquí, si levantas un poquito la cabeza puedes ver cosas que nunca antes habías visto”.
Lipusová recuerda que, en un momento del libro, el protagonista mata a un tiburón en una torre de Praga y los turistas que paseaban por las calles ni siquiera lo notaron, justamente por no mirar hacia arriba.
La otra ciudad es, en efecto, uno de esos libros que parecen revelar algo. No solo aquellos lados desconocidos que toda gran ciudad puede llegar a esconder sino, incluso, una nueva forma de mirar.