Libri Prohibiti, la mayor biblioteca de samizdat del mundo, cumple 25 años
La biblioteca Libri Prohibiti de Praga, con una colección de aproximadamente 50.000 ejemplares, es la mayor del mundo dedicada al samizdat. Nacida de forma modesta en 1990, la institución cumple ahora sus 25 años de existencia.
En los fondos de Libri Prohibiti encontramos la sorprendente cantidad de 39.000 libros, 3.000 revistas y 8.000 publicaciones realizadas en el exilio. De todo esto, los volúmenes considerados propiamente samizdat de entre los años 50 y 80 alcanzan los 17.000 ejemplares. La amplitud de la biblioteca hizo que en 2013 fuera declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO.
Entre las piezas de samizdat conservadas encontramos tesoros sorprendentes si se miran desde el punto de vista de un ciudadano del siglo XXI, con acceso a Internet, medios digitales, fotocopiadoras e impresoras. En las abigarradas estanterías de sus múltiples salas, Libri Prohibiti acumula andrajosas recopilaciones de textos mecanografiados, nos muestra el bibliotecario Jiří Gruntorád.“A veces se trata de encuadernaciones muy primitivas que alguien hizo en su casa al tun tun, en otros casos nos encontramos con obras de arte. Hay libros aquí que fascinan por el enorme trabajo del escribano, con más de mil páginas”.
Copias de libros prohibidos, traducciones, en ocasiones producciones propias de disidentes que vieron la luz por primera vez en este modesto formato. Todos pasaron en su época a escondidas por incontables manos, prosigue Gruntorád.
“Algunos de los libros están muy gastados. Por ejemplo este, lo han leído cientos de personas. La encuadernación ya cedida, se le caen las hojas… Yo los dejo en el estado en el que se encontraban porque arreglarlos es casi una lástima. Se perdería el valor documental. No se vería que los han leído cientos de personas”.El best seller del samizdat es nada menos que ‘1984’, de George Orwell, la antiutopía que el autor socialista escribió en 1949 alertando sobre los peligros del estalinismo y las sociedades totalitarias.
“Acabo de meterlo en cajas y enviarlo a una exposición en Ohio, Estados Unidos. Es una muestra sobre el samizdat checo. Hemos enviado unos 20 ejemplares en diferentes ediciones y formatos. ‘1984’ es uno de los libros más copiados no solo en Checoslovaquia sino en todo el bloque del Este”.
Un enorme depositario de resistencia
El proyecto surgió de forma espontánea, cuando el antiguo disidente Jiří Gruntorád pasó tras la caída del Comunismo de producir samizdat a coleccionarlo, comenzando por los números de su propia revista ‘La Papelera’ (‘Popelnice’), explica Ivan Havel, presidente de la asociación Libri Prohibiti.
“Cuando llegó la Revolución esos libros empezaron a publicarse normalmente, y entonces él dejó de editar samizdat para empezar a coleccionarlo. Estaba claro que se le daba muy bien y se lo tomaba en serio: llevaba un registro y todo. Así que cuando la gente tenía que trasladarse y no sabía dónde guardar sus samizdat se los daban a él. Y ahora ya tiene de toda Europa Oriental y de otros lugares”.Desde las publicaciones de la prestigiosa editorial clandestina Petlice, dirigida por el escritor Ludvík Vaculík, y donde se editó la base del samizdat checo, a las obras de Václav Havel, pasando por las publicaciones del exilio checoslovaco en el extranjero, traducciones e incluso originales del samizdat de otros países, especialmente del polaco, todo tiene cabida en las librerías de Libri Prohibiti.
En su colección de hecho tienen su lugar también grabaciones de audio y películas, así como pósteres o incluso fanzines de la burbujeante escena punk de los años 80.Sin embargo, y aunque pueda parecer mentira, no está todo. Hay una laguna todavía en cuanto a publicaciones periódicas, confiesa Gruntorád.
“No está todo. Las revistas fundamentales están completas, pero faltan muchas cosas, ya que las revistas las hacía gente de todo el país y a veces se editaban solo para un reducido círculo de amigos. Así que muchas todavía no han llegado hasta nosotros”.
Escribir y copiar, una actividad subversiva
Aunque las leyes comunistas permitían la copia de libros para uso personal, la tenencia de un ejemplar de literatura prohibida o disidente podía ser usada como prueba de actividades subversivas y marcaba a uno como individuo peligroso para el régimen, con el consecuente peligro de represalias.
A pesar de los riesgos que conllevaba, fue una actividad habitual entre los círculos intelectuales, comenta Ivan Havel.“En los años 70 desaparecieron todos los contactos. No había libertad de expresión, no había nada, y alguna gente se lo tomó como una especie de deporte nacional, a todos les gustaba hacerlo. Es verdad que los copistas en las máquinas de escribir recibían un dinero, aunque no mucho”.
Copiar, publicar, encuadernar, escribir, traducir y distribuir manuscritos y mecanoscritos se había convertido en una actividad con sentido, en un delicioso acto de rebeldía, continúa Havel.
“En mi caso yo era un ratón de biblioteca y estaba entusiasmado con publicar algo. Me daba igual si era literatura de calidad o no, o historia, u otra cosa. Tengo que reconocer que no he leído todo lo que publicaba. Había mucho. Teníamos una sensación mezclada de aventura, placer, desafío intelectual y no sé qué otras cosas más”.Entre las más prominentes figuras del samizdat destaca por ejemplo el que más tarde sería presidente de Checoslovaquia, el dramaturgo Václav Havel, y sobre todo su esposa, Olga Havlová, recuerda Ivan Havel.
“Olga hacía más que él. Su principal trabajo era que, cuando se hacían correcciones y se encontraba errores, los enmendaba en las doce copias o más de la edición. El corregir los errores era una manera de demostrar que el trabajo había sido hecho como ha de ser”.
El fenómeno mantuvo viva la débil llama de la disidencia, sobre todo en los años de la normalización, cuando se retornó a la ortodoxia comunista, pero sobre todo cumplió un papel cultural de suma importancia, incide Jiří Gruntorád.“Se trataba realmente de la conservación de la cultura como tal, porque los bolcheviques prohibieron entre 400 y 500 autores, y de forma oficial podían publicar unos 150. Fue un auténtico genocidio cultural”.
Y es que la censura del régimen no se limitaba solo a los textos críticos o ideológicamente indeseables, sino que la prohibición se usaba como una forma de represalia, aclara Gruntorád.
“Kliment, Kantůrková,… Hay una enorme pléyade de autores que no escribían contra el régimen y que de hecho eran publicados en los 60, incluyendo poetas como Hořec o Seifert. Castigaban así a los escritores que habían participado en la Primavera de Praga o habían firmado el manifiesto Dos Mil Palabras. Fue un castigo”.
La biblioteca Libri Prohibiti es visitada normalmente por estudiantes y pedagogos de diferentes especialidades, desde historia contemporánea a teología o teoría literaria. En la actualidad se ha iniciado la digitalización de sus fondos y buena parte de las revistas clandestinas de la Checoslovaquia comunista ya son accesibles en Internet.