La transformación de los Servicios de Inteligencia - Parte II

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Con este espacio, "Del Totalitarismo a la Democracia", Radio Praga trata de ofrecer un vistazo sobre lo que ha representado el proceso de transición en la República Checa. Este espacio está dedicado a todas las personas interesadas en conocer detalles sobre la transformación checa desde la dictadura comunista hasta la democracia, por lo que creemos que encontraremos muchos radioescuchas en Cuba, donde importantes sectores de la población se preparan también para un proceso de cambio pacífico en la Isla.

En torno a la fecha de supresión de la entonces Seguridad del Estado (StB) y el comienzo de las investigaciones, se constituyó el primer "sucesor" de aquella, el contraespionaje (parte integrante del Ministerio del Interior), llamado Oficina para la Defensa de la Constitución y de la Democracia (ÚOÚD). El rehabilitado Zdenek Formánek se convirtió en su primer director.

Debido a las turbulencias en el Ministerio del Interior, permaneció en su cargo solamente dos meses. A continuación, y por un periodo de unos tres meses, asumió la dirección de la ÚOÚD el nuevo viceministro del Interior, el antiguo disidente Jan Ruml. Después de las primeras elecciones en junio de 1990, el sillón de director lo ocupó Jirí Müller, líder estudiantil de los años sesenta. En esa misma época, numerosos miembros de los Comités Cívicos y de Investigación fueron invitados a incorporarse a los nuevos servicios secretos. Así, se creó un incipiente problema, que florecería más tarde: los investigadores escogían a sus futuros subordinados.

Durante los años 1990 y 1991, la ÚOÚD se componía, en materia de personal, de grupos muy heterogéneos. Los primeros eran los "antiguos" investigados, es decir, miembros de la StB aceptados después de haber pasado por una criba. Eran los miembros que anteriormente trabajaban en el departamento de la lucha "contra el enemigo exterior" y en el de la "defensa de la economía", y también en los departamentos de logística y de servicio técnico (con una única excepción: entre ellos no estaban los que en el régimen anterior trabajaban en contra del llamado enemigo interior.) En la primera fase se trataba de centenares de personas; en los años siguientes, después de varias oleadas de reconstrucción del servicio y de expurgaciones, ya sólo de decenas.

Casi sin excepción, nunca desempeñaban cargos directivos. Eran personas que dominaban la parte profesional del asunto, querían trabajar en las nuevas condiciones y, al mismo tiempo, eran disciplinados y muy leales hacia sus nuevos superiores. El siguiente grupo lo componían los rehabilitados, de los que la mayoría se jubiló en dos años. Su problema residía en que entendían el papel de los servicios secretos desde la perspectiva de los años 60 y no comprendían que el mundo había cambiado de manera irrevocable.

Sin embargo, su actuación fue en muchos aspectos, y con frecuencia, una escuela profesional que aportó mucho a los nuevos informantes. De la vida civil vino "gente nueva". Los primeros en llegar fueron los disidentes y los opositores (que ocuparon los puestos directivos) y, en varias oleadas, sus conocidos y amigos. Al principio, el proceso de admisión fue muy "revolucionario", informal y sin ningún tipo de examen de aptitud. Así, en las filas de los miembros del contraespionaje se encontraron, temporalmente, algunas personas que no cumplían los más mínimos requisitos para ser funcionarios del Estado. Al grupo como tal se le puede caracterizar como una pandilla muy poco disciplinada en los comienzos.

Una doctrina de clara formulación sobre "para qué sirven los servicios secretos y cómo deben trabajar", en realidad nunca fue discutida ni presentada. A veces se mencionaba el vago concepto de "defensa circular". Mayoritariamente se aceptaba que el desarrollo del sector de la seguridad en su conjunto, incluidos los servicios secretos, iría en la República Federativa Checa y Eslovaca por el camino de un progreso ininterrumpido, es decir, un cambio personal gradual, sin que tuvieran que eliminarse el espionaje y el contraespionaje originales. Nuestros vecinos post-comunistas procedían del mismo modo. Solamente se discutía sobre el grado y la velocidad de la reorganización del personal.

Todos sabían que en un Estado democrático el mandato de los servicios secretos tiene que venir dado por ley. No obstante, nadie - y eso es válido también para los tres grupos arriba mencionados - era consciente de los cambios en la relación entre el ciudadano y el poder del Estado que se habían alcanzado en los últimos veinte años en la democracia liberal moderna. Nadie era plenamente sabedor de que el secreto debe tener límites, de que son necesarias unas relaciones más transparentes con los órganos del Estado, de que los servicios secretos en los países democráticos redactan memorias anuales, de que han de comunicarse convenientemente con los medios y de que tienen que estar sujetos al control parlamentario. Con todo, es necesario subrayar que los principios de responsabilidad (accountability) de los servicios secretos se introducían justamente en esa época también en la Europa Occidental, es decir, a principios de los años 90. Así pues, no es de extrañar que nos resultaran más claros con un poco de retraso.

Otro de los conceptos mayoritariamente aceptados fue el de la separación entre el contraespionaje como "poder informativo" y el Ministerio del Interior y la Policía como "poder regulador-represivo". Eso significaba una elección evidente de unos servicios secretos con actuación interior sin ninguna competencia policial o penal, según el modelo británico y alemán. (Los polacos eligieron de manera diferente; sus servicios secretos de contraespionaje han conservado sus competencias de investigación hasta hoy). Ahora bien, la pregunta de cuándo y cómo separar el contraespionaje del Interior se convirtió en objeto de significativos debates políticos, tanto en el Parlamento, como en los medios.

En esa época, parte de los miembros del contraespionaje seguía la actuación de una parte de la dirección del Ministerio del Interior con desconfianza (y viceversa). Se debatía también sobre si los servicios secretos no deberían depender exclusivamente del Parlamento.

Los nuevos y los antiguos

La relación entre los nuevos y los antiguos dentro de los servicios secretos tomó la forma de una curiosa simbiosis. Resumido de una manera probablemente injusta, mandaban los nuevos, los rehabilitados anunciaban las ideas, pero la manera concreta de trabajar la determinaban los antiguos. Sin duda, la simbiosis es un parasitismo mutuamente ventajoso. Los nuevos eran diletantes con buenas intenciones. Entre ellos, los que vivieron la experiencia personal de ser objeto de interés de la policía secreta del régimen anterior eran, a través de esa experiencia y hasta cierto punto, una garantía cuando menos subjetiva - en ningún caso absoluta (las tentaciones del poder son muy atractivas) - de que los nuevos servicios secretos no se desviarían hacia las prácticas repugnantes de sus antecesores.

Aparte de las disputas internas y de la necesidad de autodefenderse de los servicios secretos, también era necesario ejercer cierta actividad laboral, y esa no la podían desempeñar en un grado suficiente los noveles. (Cursillos cortos en el extranjero, por los que pasaron algunos de ellos, no les proporcionaron habilidades profesionales como por arte de magia.) Gracias al trabajo realizado, los antiguos tenían garantizada la protección por parte de los nuevos. Las relaciones entre colegas a menudo se convirtieron en gratitud recíproca y, algunas veces, incluso en una bonita amistad.

La actitud del entorno hacia las personas que decidieron incorporarse a los nuevos servicios secretos cambió de manera considerable en unos dos años. En abril de 1990, una persona así era admirada por su valentía para entrar en el foso de los leones, durante cierto tiempo fue un reclamo útil para llamar la atención sobre los abusos reales y los dudosos, y al final acabó siendo percibida como miembro de un grupo de ineptos digno de compasión o como un "poli" sospechoso. Según las noticias en los medios de comunicación de la época, que se centraban en los graves fallos de las nuevas fuerzas de seguridad, todo parecía indicarlo.

No es muy conocido públicamente que, en el contraespionaje, esa fue, al mismo tiempo, una época muy creativa. El diletantismo encerraba en sí también ciertas ventajas, como podían ser, por ejemplo, una visión fresca del mundo y el entusiasmo laboral.

Después de cierto periodo de arranque, los nuevos contribuyeron, por ejemplo, al descubrimiento de pistas en el caso del atentado terrorista de Lockerbie; se percataron a tiempo de los primeros síntomas de las nuevas formas del crimen económico, sobre lo que, sin embargo, en esa época ninguno de los "clientes" de los servicios quería saber mucho; empezaron a monitorear con éxito las subculturas de los extremistas y cooperaban con la policía en las investigaciones sobre el crimen organizado de tipo mafioso. Durante un tiempo, muchas de estas actividades suplían, hasta cierto punto, la actividad operativa exploradora de la policía, que al principio no se atrevía demasiado a abordar las nuevas temáticas.

En los comienzos, el supuesto y temido riesgo de actividades subversivas por parte de los miembros despedidos de la StB, también originaba una extrema inquietud. El contraespionaje monitoreaba la situación y, después de cierto tiempo, pudo determinar que el riesgo no era grande; los ex-miembros de la StB estaban muy bien ubicados en la esfera empresarial y en su gran mayoría no daban problemas.

Es imprescindible añadir que no se contaba con suficiente personal nuevo, que la afluencia al contraespionaje de recién llegados con una preparación de calidad no era la que se requería... Otro apunte más: se daba un fenómeno marginal típico de ese periodo efervescente, las numerosas visitas y denuncias de paranoicos y de todo tipo de conspiradores. !Cuántos búnkers, tesoros y complots había que buscar! Con todo, fue una útil escuela de pensamiento crítico.

Al club

Es curiosa la actitud que adoptaron los servicios de inteligencia tradicionales de las democracias liberales euroatlánticas hacia los nacientes servicios secretos de los países post-comunistas centroeuropeos. Después de un tanteo inicial, muy pronto fuimos aceptados "en el club". Comenzaron unas relaciones mutuas muy activas, se completaban cursos, etc. Probablemente fue así gracias a la representación de "caras nuevas", ante todo bajo los auspicios de Václav Havel y de su Oficina Presidencial.

"Cómo organizar los servicios secretos" es algo que no lo regula, no lo explicita ni lo reglamenta normativa internacional alguna, ni en el marco de la OTAN, ni en el de la Unión Europea (UE). Solamente existen consejos para unas mejores prácticas (best practices), transmitidos diplomáticamente: dirección civil y control democrático de las Fuerzas Armadas y del sector de la seguridad, imparcialidad, necesidad de reglamentar la posición y el mandato de los servicios secretos, control parlamentario independiente o control externo.

Trabajos científicos del thinktank de Ginebra Centre for the Democratic Control of Armed Forces bastante posteriores (2002) sostienen como óptimo separar institucionalmente las tareas de los servicios de espionaje y las de los servicios de seguridad interna. Cada uno de ellos trabaja bajo un régimen legal diferente y no es conveniente mezclarlos en una misma organización. Este modelo, aunque inintencionadamente, fue el elegido en Checoslovaquia.

Los socios occidentales no objetaron nada en contra de una situación en la que parte de los miembros de los servicios secretos procedía de los del régimen anterior. Si reflexionamos sobre las relaciones con los servicios occidentales, tenemos que contemplar también "sus intereses nacionales y los nuestros".

La separación de Checoslovaquia

Después de la caída del comunismo en Europa Central, y sobre todo después del derrumbe de la Unión Soviética, la sensación predominante de ese periodo era el sentimiento de euforia e ilusión por "un mundo ya seguro". En el ambiente checo ("somos pequeños, débiles"), este espíritu de la época resonaba de manera muy fuerte. El conjunto de los servicios de inteligencia de los países democráticos liberales del espacio euroatlántico vivía desde el fin de la Guerra Fría una crisis de identidad permanente (reducción del personal y de los presupuestos). Eso tampoco podía dejar sin marca a los nacientes servicios secretos de las nuevas democracias.

"Quién es en realidad el adversario y cuál es la amenaza" era en cierta manera un problema incluso para los americanos, no digamos ya para los checoslovacos. Los temas centrales de la política checoslovaca en los dos años siguientes al cambio fueron el de encontrar una solución al sistema constitucional de la República Federativa, es decir, al desafío procedente de Eslovaquia, que se emancipaba cada vez más y que conducía a un empate constitucional, y el de elegir un modelo para la transformación económica.

Los resultados de las elecciones del verano de 1992 predeterminaron la solución de ambos problemas. Se elegirá el camino de la transformación económica y la República Federal Checa y Eslovaca se dividirá en dos Estados.

Para las cuestiones de seguridad ya no sobraban energías. Las nuevas élites gobernantes no sabían qué son los servicios secretos ni cómo utilizarlos, generalmente no les prestaban atención, no sabían encargarles tareas ni controlarlos. Este desinterés, incomprensión y el nervioso ambiente general de la época demonizaron nuevamente a los servicios secretos checos ante la opinión pública checa y, así, les dificultaron considerablemente las posibilidades de trabajo y del consiguiente desarrollo profesional.

Los servicios secretos checos recibían mayor reconocimiento por parte de los socios extranjeros que por parte de los dirigentes nacionales. Los servicios intentaban llevar a cabo una defensa circular de sí mismos, pero también se puede decir que tenían demasiado tiempo para ocuparse de sí mismos en vez de dedicarse por completo a las tareas que son su razón de ser.

El contraespionaje atravesó dolorosas confrontaciones externas y desavenencias internas. En el verano de 1991 se creó el Servicio Federal de Información y Seguridad (FBIS), por fin formalmente independiente del Ministerio del Interior; los directores se sucedían uno tras otro. El FBIS tenía oficinas en las capitales de las antiguas regiones, pero el todo funcionaba más bien como una confederación de sujetos que más o menos cooperaban entre sí como en un drama improvisado. Los mayores puntos débiles residían en cómo dominar la gestión de la institución en su conjunto.

Después de la instauración de la República Checa, el contraespionaje civil pasó a llamarse Servicio de Información y Seguridad de la República Checa (BIS CR), y desde 1994, ya sin denominación nacional, BIS. Resultó interesante la conformación personal de las oficinas eslovacas de los servicios secretos: su colorido fue mucho más "político-partidista" que el de las oficinas checas.

Petr Zeman estudió Ciencias Naturales. A finales de los años 60 formaba parte activa del movimiento estudiantil. En los años setenta y ochenta no le fue permitido trabajar en su especialidad y vivía del trabajo manual y, más tarde, desempeñando profesiones técnicas. En el año 1977 se convirtió en uno de los signatarios de la Carta 77. En el año 1990 fue miembro de los Comités Cívicos. Desde el año 1990 hasta el año 1998 trabajó en el contraespionaje; entre 1998 y 2001 fue Director del espionaje civil.