La separación de Checoslovaquia, una decisión poco unánime
República Checa y Eslovaquia, alguna vez unidas bajo el nombre Checoslovaquia, son denominaciones que suelen generar confusiones en los países lejanos todavía hoy después de casi 25 años de haber asumido destinos diferentes. En la actualidad, no parece haber certeza entre los ciudadados respecto a si fue una decisión correcta o no, tal como lo demuestra una encuesta realizada por la agencia de sondeo Median en mayo del presente año, por encargo de la Radiodifusión Checa.
Tal decisión nunca se sometió a reférendum y se discutió solo en la esfera política. La posibilidad de la separación se asomó principalmente del lado eslovaco después de la Revolución de Terciopelo, con la candidatura de Vladimír Mečiar a jefe de gobierno eslovaco en 1992. Entre las palabras de su campaña electoral no se ponía en evidencia la intención de una división.
"Lo que buscamos en estas elecciones es la unidad, la comprensión y el apoyo mutuo. Se los agradezco una vez más".
Según lo que revelan los datos arrojados en una encuesta recientemente realizada por la agencia encuestadora Median, solo un 44% de los checos considera en la actualidad la división de Checoslovaquia como un hecho positivo.
Por otro lado, hay un grupo numeroso de personas que, sin verlo totalmente como negativo o positivo, lo percibió en la época como una resolución más bien dudosa, así como lo expresa uno de los señores entrevistados por la Televisión Checoslovaca en 1992.
"Si la igualdad funcionara de verdad como debería funcionar, entonces sería mejor seguir unidos porque entre dos se lleva mejor la carga".La socióloga Soña Szomolányi, quien en aquel entonces trabajaba en el sondeo de la opinión pública, recalca que ni siquiera la mayoría de los simpatizantes del partido nacionalista HZDS, del cual era líder Mečiar, prefería una Eslovaquia independiente.
"Ellos votaban por una federación equilibrada. La mayoría de los votantes de HZDS que votó no contaba con que estarían dando su voto a la desintegración".
Vladimír Mečiar resultó electo en 1992 y ya a la cabeza del Estado Eslovaco abogó por la disolución de la Federación Checoslovaca, respondiendo tal vez a necesidades de autonomía y a ímpetus nacionalistas, logrando con ello una separación pacífica que se ganó el apodo de divorcio de terciopelo, en referencia a la Revolución de Terciopelo acaecida solo un poco antes de la separación, en 1989, y que acabó con el largo gobierno de ideología comunista.
De la misma manera como se pone en tela de juicio la separación, también el rol de los primeros ministros de entonces Václav Klaus, del lado checo, y Vladimír Mečiar, que según los resultados de la encuesta, la mayoría de los checos califica como negativo.
Paradójicamente, la encuesta, por otra parte, desveló lo poco que se interesa la sociedad checa por sus vecinos eslovacos, por cómo viven y los sucesos de la nación. En realidad, solo en las zonas fronterizas es donde de verdad hay un interés auténtico por lo que acontece al otro lado. Lo cierto es que Checoslovaquia ya no es sinónimo de Eslovaquia ni de Chequia sino solo el recuerdo de lo que alguna vez fue la federación que conformaron.