La reforma monetaria del 53, o cómo el régimen mordió los ahorros de la población
Hace 65 aňos, el 1 de junio de 1953, entró en vigor en Checoslovaquia una reforma monetaria que, por sorpresa, redujo a cenizas los ahorros de la población, los depósitos bancarios y seguros de vida, mermando considerablemente su poder adquisitivo.
Entró en vigor una nueva corona checoslovaca cuya equivalencia con la moneda anterior dependía de la cantidad en posesión de cada persona. Así, cada ciudadano podía cambiar hasta 300 de las antiguas coronas en efectivo a una tasa de 5:1. Por encima de 300 coronas, la tasa se elevaba a 50:1.
Algo parecido sucedía con el dinero en las cuentas bancarias. Se cambiaron automáticamente a una tasa de 5:1 los ahorros de menos de 5.000 coronas, a 6,25:1 los de entre 5.000 y 10.000 coronas y así en varios escalones hasta el 30:1 para las cantidades superiores a las 50.000 coronas de la época.
Entonces un kilo de pan costaba 8 coronas, un kilo de queso 100 coronas y un par de zapatos 580 coronas. El sueldo medio era de 1.200 coronas. Los salarios, por cierto, se redujeron también a una tasa de 5:1, con lo que, en la práctica, el cambio supuso un fuerte golpe para la pequeña y mediana burguesía, que vio devaluados sus ahorros de toda la vida.
Sin embargo, también resultaron afectadas las capas obreras, que con la progresiva mejora de las condiciones de vida se había convertido también en una clase ahorradora, según explica el historiador Jiří Pernes.“El presidente Antonín Zápotocký decía que la reforma se dirigía sobre todo contra los antiguos explotadores, que tienen acumulada una gran cantidad de dinero. Pero no era verdad. La reforma monetaria afectó a todas las capas de la sociedad, también a los obreros. Resultaron perjudicados todos los que tenían depósitos a plazo fijo o seguros, pero también los que ahorraban, por ejemplo, para la dote de la hija o para comprarse una motocicleta, o los que estaban pagando una casa”, dijo.
De hecho como parte de la reforma se eliminó el sistema de vales de descuento que permitía a las clases más desfavorecidas, como obreros o agricultores de cooperativas, comprar productos a precios subvencionados. Para este sector de la población el cambio significó por tanto una reducción del poder adquisitivo.
Por otro lado, los depósitos bancarios a plazo fijo y seguros de vida, que permanecían congelados desde 1945, fueron anulados. Lo mismo sucedió con los bonos, acciones y otros valores financieros.
Esta confiscación provocó estupor entre los afectados, como recuerda el economista František Vencovský, que entonces trabajaba en el Banco Estatal y participó por tanto en la reforma.“Cuando pude volver a estar en contacto con la gente, todos sabían que era del Banco Estatal y pensaban que tenía que saber algo. Todas las preguntas se centraban en lo que iba a pasar con las obligaciones, acciones, bonos, etc. que estaban bloqueados desde 1945. La gente no quería creer que iban a ser todos anulados. Esperaban que solamente iba a haber una reforma y que iban a recibir menos dinero. Les chocó saber que ya no iban a recibir nada”.
En total, el régimen comunista requisó en valores, depósitos y seguros de vida 84.000 millones de las viejas coronas. Con el tipo de cambio progresivo consiguió por su parte 93.000 millones. En total el Gobierno eliminó 177.000 millones. Para comprobar la magnitud de la cifra valga el dato de que el presupuesto nacional de 1952 fue de 323.000 millones.
Puede pensarse que la reforma perseguía un objetivo de transformación social: la destrucción de las capas altas y medias de la sociedad, que quedaban ahora proletarizadas, sin poder económico, y dependientes por tanto del Estado. Sin embargo, aunque esto pudiera ser cierto, había importantes razones de carácter práctico.
Un país en bancarrota
Checoslovaquia había salido de la Segunda Guerra Mundial en una situación muy favorable. Su territorio apenas había sido afectado por la guerra y durante la contienda su economía había crecido en calidad de suministrador de la Alemania nazi. Por otro lado el Estado se quedó con las propiedades de los dos millones y medio de alemanes que fueron expulsados del país al finalizar la contienda.
No obstante la toma de poder comunista de 1948 y el estallido de la guerra fría dieron lugar a una serie de circunstancias que llevaron al país a una grave crisis económica.
El Estado incautó los medios de producción del país, así como grandes cantidades de tierras, y las actividades económicas privadas se redujeron al pequeño comercio. Esta economía de carácter casi exclusivamente estatal se puso en marcha en una sola dirección: el preparar al país para un posible conflicto armado contra el bloque occidental que se esperaba que podría llegar a mediados de los años 50.De esta manera una buena parte de la inversión nacional se destinó a fines militares, como comenta el historiador Jaroslav Láník.
“Quiero advertir que no podemos fiarnos de los datos oficiales que fueron publicados, ya que estaban manipulados para que se encontraran por debajo del 10% del presupuesto nacional. La cifra real era mayor y estaba en torno al 20%. Ante todo hay que darse cuenta de que el Ejército tenía a mediados de 1953 unos 300.000 hombres que había que mantener, vestir y armar. Otras inversiones iban destinadas a la construcción de una industria militar, ya que después de 1945 había perdido importancia y fábricas importantes como Škoda estaban ocupadas produciendo suministros para la Unión Soviética”.
La militarización de la economía tuvo numerosas consecuencias sociales, como por ejemplo la definitiva incorporación laboral de la mujer, que suplía a los obreros destinados al Ejército, pero pronto provocó también una creciente bola de nieve económica difícil de parar.
La transformación industrial del país desarrolló la gran industria, así como la extracción de materias primas, como carbón, y el suministro energético, pero descuidó la en su momento brillante y avanzada industria ligera checoslovaca. Con el país aislado y dependiendo de las importaciones del bloque soviético, que estaba en la misma situación, Checoslovaquia se encontró rápidamente con una crisis de abastecimiento. Había más demanda de lo que la oferta era capaz de cubrir, lo que dio lugar al surgimiento de un amplio mercado negro.
Dicho de otra manera, la gente tenía dinero, muchos tenían incluso acceso a precios rebajados, pero apenas había nada que comprar. Todo estaba en manos del Estado, pero éste no vendía, y tampoco recaudaba dinero. La poca economía que funcionaba lo hacía de manera ilegal.Además, la situación se convirtió en un círculo vicioso. Ni se fabricaban piezas, innovaciones o mejoras para la industria de consumo, ni tampoco para el sector agrario, con lo que la productividad lógicamente caía y se encarecía.
El país se preparaba para una guerra mundial y para abastecer a la Unión Soviética, pero las armas eran improductivas y no dinamizaban la economía. Las arcas del Estado estaban cada vez más vacías. Había dos salidas: el aumento del precio de los productos de consumo, es decir, una inflación, o una reforma monetaria como la que habían hecho otros países comunistas, que permitiera al Estado echar mano de los ahorros de la población.
El gobierno se decidió por esta última variante. Para evitar el pánico, se decidió hacer el cambio de moneda en total secreto. Los nuevos billetes fueron fabricados en la Unión Soviética y traídos al país en contenedores militares. Los oficiales y funcionarios encargados de los detalles fueron aislados de sus familias y del público en general mientras durara la operación.
Aún así, de alguna manera, las intenciones del régimen se filtraron hacia el exterior en forma de rumores, como cuenta Jiří Pernes.“El secreto era, por un lado, absoluto, pero por otro tenemos hoy a disposición memorias y diarios de diferente gente de la época, que atestiguan que era una cosa que se sabía. Tengo en mente por ejemplo los recuerdos del doctor Josef Charvát, que describe muy gráficamente cómo la población sabía que se acercaba una reforma monetaria. Como resultado se desató una auténtica fiebre consumista. Charvát escribe que frente a las tiendas se extendían colas como no las había visto durante las dos guerras mundiales, y que la gente compraba todo lo que podía ser comprado”.
De todas formas, lo contradictorio de los rumores impidió la actuación de la población en una dirección clara. Unos sacaban todos sus ahorros del banco, otros ingresaban en la cuenta todo su dinero en efectivo. El domingo 1 de junio, con todos los comercios cerrados, y a pesar de los desmentidos del Gobierno, entró en vigor la reforma monetaria. Los checoslovacos tenían un mes para cambiar su dinero por la nueva corona checa, recién traída de la Unión Soviética.
La reforma monetaria como punto de inflexión
Evidentemente el cambio causó conmoción en un país que hasta el momento ofrecía al régimen un relativo apoyo. La primera consecuencia visible fue el estallido de manifestaciones y huelgas por todo el país, protagonizadas no por la burguesía, que en teoría era la más afectada, sino por obreros. Por primera vez el gobierno comunista se veía enfrentado a los que, en teoría, componían la base de su apoyo popular.“Por supuesto, inmediatamente después del primer día de la reforma estallaron huelgas y protestas. Es importante decir, que no se dieron en todo el territorio de la república, y que tampoco se trató de revueltas que pudieran echar abajo el régimen. Tuvieron lugar huelgas en las fábricas y manifestaciones en las calles de las principales ciudades industriales. Las protestas más fuertes se produjeron en Pilsen, donde se puede decir que los sublevados tomaron el control de la ciudad durante unas veinte horas, antes de que los comunistas pudieran estabilizar la situación”, detalló Pernes.
La revuelta de Pilsen se sofocó después de que el régimen enviara a la ciudad unos 1.300 hombres, entre soldados y miembros de la milicia nacional, una cifra que duplicaba a las fuerzas constituidas por los obreros. Después de la intervención la resistencia se desmoronó tras un par de horas.
El cambio monetario fue así un punto de inflexión en la percepción que de la clase obrera tenía el régimen comunista, y de la identificación que hasta entonces se hacía entre el comunismo gobernante y esta clase social. El presidente Zapotocký, durante la reunión de secretarios del Partido celebrada ese año, llamó a acabar con el “falso culto al obrero”, que significa aceptar todo lo que piense esta clase social como válido per se. En otras palabras, el obrero dejaba de ser protegido por el estado cuando se convertía en enemigo del comunismo.En general los historiadores coinciden en la pérdida de credibilidad que vivió el régimen, y de la que nunca se recuperó totalmente. Y esta desilusión fue general, en todos los sectores sociales.
“Incluso la nueva élite comunista que el partido había construido después de 1948 perdió la fe en el régimen comunista. La reforma monetaria fue la cumbre de la crisis social, económica y política que estaba atravesando el régimen en ese momento. La realidad fue, sin embargo, que en ese momento los comunistas se dieron cuenta de que tenían que poner a la sociedad de su lado. Realizaron por eso toda una serie de medidas sociales y políticas con las que consiguieron reducir la distancia entre gobernantes y gobernados”, comentó Pernes.
La reforma monetaria tan solo perdonó a dos tipos de persona. Por un lado los altos cargos del partido, que de forma ilegal pero tolerada obtuvieron un cambio justo de 1:5 por todos sus ahorros. Por el otro, todos aquellos que no trabajaban o lo hacían irregularmente, y por tanto no tenían ahorros, y tampoco se beneficiaban del sistema de vales.