La propaganda de los primeros comunistas sembró confusión en la socialdemocracia checa
Los primeros comunistas centroeuropeos abrazaron la nueva doctrina directamente en la Rusia bolchevique adonde habían llegado durante la Primera Guerra Mundial como soldados de Austria- Hungría y Alemania.Terminada la contienda en noviembre de 1918, los comunistas cabalgaron sobre la oleada del descontento de la población que la guerra había sumido en una grave penuria material. En Alemania y Hungría los comunistas protagonizaron intentos de implantar repúblicas soviéticas.
La absoluta libertad con que Alois Muna propagaba la doctrina de la violenta revolución proletaria, indignaba a los legionarios checoslovacos que habían combatido por la independencia de Checoslovaquia en los frentes oriental y occidental. Este importante y respetado sector de la sociedad checoslovaca tenía cuentas por ajustar con el primer comunista checoslovaco y sus seguidores.
Ya en julio de 1918 la dirección de las legiones en Rusia emitió una orden de captura por alta traición a Muna y a otros comunistas checos. El documento ordenaba entregarlos al consejo de guerra del ejército checoslovaco.
A principios de 1919 un periódico editado por los legionarios publicó una lista de los supuestos crímenes que Muna y sus compañeros habían cometido contra las legiones en Rusia:
”Los acusamos de que durante nuestra retirada de Ucrania azuzaban a los comisarios bolcheviques que no dejasen pasar nuestros trenes y que nos obligasen a desertar al bando bolchevique”.Según el periódico, los comunistas checos aplaudieron frenéticamente en su congreso en Rusia la resolución del comisario soviético, León Trotsky, que decía:
”Desarmar a los checoslovacos, castigarlos, fusilarlos, meterlos en campos de concentración, deportarlos a trabajos forzados”.
Al dirigente comunista no le preocuparon demasiado las acusaciones. Sabía que ante un eventual juicio le ampararían los radicales en la socialdemocracia que contaban con un fuerte apoyo en ciertos sectores del movimiento obrero.
Muna también tenía claro que el Gobierno no se atrevería a provocar un conflicto con esas poderosas fuerzas que tendría que dirimirse de manera violenta. El Ejecutivo quería evitar a todo trance la desestabilización de la joven República y Muna se aprovechaba de ello.
En enero de 1919 el diputado Jaroslav Stránský propuso a la Cámara borrón y cuenta nueva en lo que atañía a los delitos cometidos en Rusia por Muna y sus compañeros:
”Nosotros no queremos trasladar a nuestro país la guerra civil de Rusia y por eso considero que sería bueno que nuestro Gobierno encontrase alguna manera de amnistiar todos los delitos que se imputan a Muna y a los demás comunistas regresados de Rusia”.
El Gobierno checoslovaco y los partidos políticos aceptaron la propuesta del diputado Stránský.
En lo que se refería a las autoridades, Muna podía entonces estar tranquilo. Pero el dirigente comunista prefirió esconderse porque no estaba descartado que los legionarios perpetrasen un atentado contra él. Los seguidores del agitador amenazaron con desencadenar una cruenta revancha si ello sucedía.
Un diputado socialdemócrata advirtió en la Cámara:”Matar a este hombre: con tal acto ustedes darían una señal a la revolución en la nación checa”.
Josef Stivín, redactor jefe del periódico socialdemócrata Právo lidu y diputado a la Asamblea Nacional, publicó el 7 de enero de 1919 que estaba dispuesto a vengar personalmente el eventual ataque a Alois Muna:
”Ojo por ojo, diente por diente”, amenazó el dirigente socialdemócrata que simpatizaba con el ala izquierda del partido.
Al día siguiente, el 8 de enero de 1919, sonó en Praga un disparo. Su blanco no fue Alois Muna, sino el primer ministro, Karel Kramář.
El primer acto terrorista en la Checoslovaquia independiente salió de la extrema izquierda. Su autor, Alois Šťastný, era un joven simpatizante del anarquismo que había escuchado las llamadas a la violencia de los agitadores comunistas.
El primer ministro salió ileso del atentado porque la bala del revólver rebotó en la cartera del político.
El Partido Socialdemócrata se apresuró a condenar el atentado y a desmarcarse de su autor.
El 14 de enero de 1919 Josef Stivín publicó en Právo lidu un artículo dirigido a los comunistas checos que regresaban de la Rusia bolchevique.Les advirtió:
”Sería infeliz que Uds. quisieran aplicar aquí los métodos del comunismo ruso, imitándolos simplemente sin un visión crítica”.
Enfatizó, además:”Nuestro partido se mantiene en el camino pacífico de la democracia que hemos iniciado”. Más adelante señaló, no obstante, que nadie dentro del Partido Socialdemócrata pondría obstáculos a que los comunistas difundieran de manera “razonable” sus ideas.
El redactor jefe de Právo lidu, Josef Stivín, pertenecía al ala izquierda de la socialdemocracia y quería dispensar a los comunistas un trato fraternal. El ala derecha, que tenía una ligera mayoría en el comité ejecutivo, se dio cuenta, sin embargo, que era peligroso que la socialdemocracia dejase hablar en sus reuniones a los agitadores comunistas cuyas ideas eran incompatibles con el programa del partido.La cúpula socialdemócrata debía tomar en consideración también la política gubernamental porque tenía en el Ejecutivo varios ministros. Se acercaba la conferencia de paz que sería inaugurada el 18 de enero de 1919 en París. El ministro de RR EE, Dr.Edvard Beneš, advirtió desde la capital francesa que en Occidente cundían noticias alarmistas sobre el peligro del bolchevismo en Checoslovaquia. Destacó que la situación política interna tendría una gran influencia en la decisión de la conferencia sobre el trazado definitivo de las fronteras checoslovacas.
Beneš instó a que todos los círculos políticos oficiales, incluida la socialdemocracia, condenasen las actividades de los comunistas llegados de Rusia.
La dirección de la socialdemocracia decidió acatar las recomendaciones del jefe de la diplomacia checoslovaca. Esperaba sólo la oportunidad para actuar contra los comunistas y privarles de la influencia en el partido.
La oportunidad llegó cuando Alois Muna utilizó en una declaración las palabras “yo y los demás camaradas comunistas”. Quien se declaraba comunista, obviamente no podía ser socialdemócrata. El 15 de enero de 1919 se reunió el comité ejecutivo del Partido Socialdemócrata. Con 25 votos contra 20 aprobó una resolución que condenaba las actividades de Alois Muna:
”Su labor propagandística está encaminada a que al lado de nuestro partido y en contra de él surja un nuevo partido, el comunista. El comité ejecutivo declara categóricamente que los principios y la táctica de la socialdemocracia son suficientes para defender e imponer los ideales y los intereses de la clase obrera”.
” Nuestro partido no tiene y no quiere tener nada en común con la táctica de los bolcheviques rusos y de los espartaquistas alemanes que conduce al Estado y a la clase obrera sólo a la perdición, a la desgracia y al derramamiento de la sangre obrera en luchas fratricidas”, decía la resolución.
Apeló, además, a todas las organizaciones y periódicos del Partido Socialdemócrata que no se prestasen en lo adelante a la propaganda comunista.
El ala izquierda de la socialdemocracia frustró la implementación de la resolución. Los oradores comunistas seguían siendo invitados a reuniones socialdemócratas. Alois Muna prosiguió su labor propagandística desde la ciudad minera de Kladno.
La propaganda llevada a cabo por los comunistas en el seno de la socialdemocracia desembocó en la escisión de este tradicional partido obrero checo. El ala izquierda de la socialdemocracia fundó en mayo de 1921 el Partido Comunista de Checoslovaquia.