La inteligencia en el exilio: ucranianos que quieren continuar con sus carreras a pesar de la guerra
Gozaban de carreras exitosas en Ucrania. Desde hace dos meses se encuentran en Chequia, intentando salir adelante. Una maestra, una especialista en marketing y un hidrobiólogo contaron a la Radio Checa lo que fue huir de la guerra y empezar desde cero.
Cuando las tropas de Vladímir Putin invadieron Ucrania, Larysa Sazanovychova y su hija estaban de vacaciones en Hungría. Regresar a su casa en Zaporiyia, cerca de Donetsk, para recoger al menos sus pertenencias, resultó imposible. La región estaba siendo bombardeada y todas la vías de transporte quedaron interrumpidas. Larysa decidió dirigirse a Chequia, más precisamente a Olomouc, a donde llegó con su hija y una sola maleta. La organización sin ánimo de lucro Cáritas le ayudó a conseguir alojamiento y comida.
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En Ucrania, Larysa trabajaba en la universidad como maestra de inglés y latín para estudiantes de medicina. Gracias a un acuerdo entre la Universidad de Zaporiyia y la Universidad Palacký de Olomouc, Larysa logró conseguir trabajo. Está dando clases de ucraniano a los checos, principalmente a psicólogos, voluntarios del Centro Regional de Ayuda a Ucrania y estudiantes y maestros de la Universidad Palacký. Según afirma, el nivel de interés y esfuerzo de los checos y los ucranianos por comunicarse es enorme.
A Larysa le cuesta hablar de la guerra, muchos de sus familiares y amigos se han quedado en Ucrania. Espera que la invasión termine pronto.
Igual que Larysa, muchos de los ucranianos que han llegado a la República Checa en busca de refugio han visto como la guerra ha interrumpido las carreras en las que llevaban años trabajando.
Oleksandr Goncharov tuvo bastante suerte. El hidrobiólogo logró encontrar un puesto en el Centro Biológico de České Budějovice. A la Radio Checa contó cómo vivió los primeros momentos de la guerra.
“Cuando empezó la invasión rusa a Ucrania, estaba en casa, sentado ante el ordenador, preparándome para una conferencia en Moldavia. Inmediatamente me puse a pensar qué íbamos a hacer. Desperté a mi mujer y a mis hijos, empacamos lo esencial y nos fuimos a Moldavia una semana antes”.
El Centro Biológico donde trabaja ha contratado también a otros cinco científicos ucranianos. Según cuenta uno de los expertos checos de la institución, Petr Porcal, casualmente, cuando Oleksandr y su familia llegaron a Chequia, había un puesto abierto que correspondía exactamente a su cualificación.
“Habíamos abierto una convocatoria para encontrar a un trabajador científico. Y Oleksandr era exactamente la persona que necesitábamos. Además, era una manera de ayudar y contribuir a la lucha contra la invasión. Cuando el Estado permitió a los refugiados ucranianos que empezaran a trabajar, tramitar los documentos tardó uno o dos días”.
Oleksandr recibió un contrato por dos años. Y aunque está agradecido por el trabajo y la oportunidad, a él, su mujer y sus dos hijos les gustaría volver a casa. No obstante, asegura que la acogida que su familia recibió en el sur de Bohemia ha sido muy positiva.
“Todos son muy simpáticos y están intentando ayudarnos. Los checos entienden bien la situación en Ucrania, porque vivieron la ocupación rusa en 1968. Es mi primer viaje al extranjero en el que me siento como en casa”.
Oleksandr habla inglés, habilidad que, sin duda, ha facilitado sus inicios en la República Checa. Alisa Bolochovetsova detalla que su experiencia ha sido un poco más complicada. En Ucrania trabajaba como experta en marketing. La web de su agencia era una de las más visitadas del país y en 2021 Larysa fue nombrada Mujer Digital del Año. No obstante, sin dominar el checo o el inglés, encontrar trabajo en esta área ha resultado difícil desde que llegó a Chequia con su hijo.
Según recuerda, la decisión de huir de Ucrania la tomó más o menos una semana después del inicio de la guerra.
“Yo y mi hijo estábamos haciendo cola para conseguir comida, porque en ese entonces las tiendas ya estaban cerradas. Y en ese momento un cohete nos pasó volando por encima. Fue entonces cuando me di cuenta de que teníamos que abandonar el país”.
Larysa y su hijo se han instalado cerca de Brno, en la casa de Jana Matulová. Originalmente, su estancia iba a ser corta, pero terminó prolongándose, cuenta su anfitriona.
“Tenían previsto quedarse tres o cuatro noches. Nos costó entendernos, entre el checo, el ucraniano y el inglés. Pero comprendí que necesitaban apoyo. Y dado que nuestra situación familiar nos lo permite, les ofrecí que podían vivir con nosotros el tiempo que necesitaran, que dependía de ellos”.
Para salir adelante, Larysa está intentando aprender inglés y encontrar trabajo. Teme que retomar sus antiguos proyectos sea imposible en un futuro cercano. Según afirma, varias de las empresas con las que trabajaba en Ucrania han puesto fin a sus actividades en consecuencia del conflicto, por lo que intenta crear conexiones nuevas, a pesar de la barrera lingüística.
“Estoy aprendiendo inglés e intento utilizarlo en la práctica. Trato de comunicarme con clientes de todo el mundo, a pesar de que mi nivel no es bueno. Y también estoy buscando posibilidades de cómo seguir mejorando. No me rindo”.
La pregunta de si le gustaría volver a Ucrania algún día le resulta difícil de responder. Más aún cuando, según afirma, el 20 de marzo recibió una fotografía en la que se veía el cuarto de su hijo, destruido por un cohete ruso.