La herencia envenenada del brigadista y jefe de la Policía secreta comunista Osvald Závodský
Brigadista internacional en la guerra civil española, miembro de la resistencia antifascista en París, preso en Mauthausen, oscuro y fugaz jefe de la policía secreta comunista checoslovaca y, después, detenido, ejecutado y rehabilitado por el propio régimen. Osvald Závodský dejó tras de sí una historia vertiginosa de luces, pero también grandes sombras, que son las que acompañan su apellido y a su familia hasta el día de hoy. Su hijo, Jiří Závodský, contó su historia para Radio Praga Internacional.
Jiří Závodský no recuerda a su padre, Osvald Závodský, el jefe de la Seguridad del Estado (StB), la temible Policía secreta comunista, a principios de los 50, los peores años, cuando en Moscú ocupaba el Kremlin Stalin y en Checoslovaquia se estaba instaurando el nuevo régimen. Fueron años de purgas, juicios escenificados con sentencias escritas de antemano y ejecuciones, muchas ejecuciones. Jiří Závodský llegó a conocer a su padre y, seguramente, a estar entre sus brazos, pero a una edad tan temprana que es imposible que se acuerde. Sin embargo, la sombra alargada del cargo que su padre desempeñó apenas durante unos meses, condicionó por completo el resto de su vida. Durante parte de sus más de 70 años, ha estado escuchando todo tipo de relatos e información sobre su padre, a menudo contradictoria, como el propio Závodský reconoce.
“Era un comunista joven y por ello fue a luchar. No sé si era algo naif o no, pero quería luchar contra el fascismo, que era su motivación principal”.
“Cuando lo apresaron yo tenía un año y pocos meses. Así que no me acuerdo de nada de él, no tengo recuerdos suyos, nunca hablé con él. Nuestra madre no hablaba de él ni nadie de la familia. Muchos aseguran que era alguien educado, inteligente, amable y bueno. Pero la función que tuvo era la que era, y muchas personas seguro que no pueden decir lo mismo, sino más bien todo lo contrario”.
Osvald Závodský, con 27 años, se fue a España en 1937 a jugarse la vida para combatir el fascismo, en pleno auge del nazismo en Alemania, que poco después afectaría de lleno a la propia Checoslovaquia. Fue uno de los aproximadamente 2200 checoslovacos, especialmente comunistas, aunque no solo, que integraron voluntariamente el batallón Masaryk de las Brigadas Internacionales, dice Závodský.
“Era un comunista joven y por ello fue a luchar. No sé si era algo naif o no, pero quería luchar contra el fascismo, que era su motivación principal”.
Los brigadistas internacionales tuvieron que abandonar España antes de que se certificara la derrota del bando republicano. Osvald Závodský fue uno de los muchos perdedores de aquella contienda que eligieron seguir luchando en la Segunda Guerra Mundial.
“Cuando se tuvieron que ir de España se quedó en Francia y entró en la resistencia. No escapó a Inglaterra ni a ningún sitio, sabía francés y luchó con la resistencia en París. Tenía un equipo de unas ocho o diez personas. Hicieron saltar por los aires varios cuarteles, etc. Fue capturado y pasó el resto de la guerra en el campo de concentración de Mauthausen”.
Realmente, nada reprochable su trayectoria hasta entonces. Todo lo contrario. Muchos compañeros de armas solo tenían buenas palabras hacia él.
La caída en desgracia
Curiosamente, lo que cabría esperar es que los tiempos de paz que siguieron a la Segunda Guerra Mundial serían más sencillos, más aún para alguien que hizo méritos en la lucha. Sin embargo, esto no fue así para gran parte de los brigadistas internacionales, no solo en Checoslovaquia, sino en todos los países comunistas. Pero el caso de Závodský es muy particular, porque a diferencia de otros muchos antiguos veteranos de la guerra civil española o la resistencia, él sí siguió medrando en el Partido Comunista, cuenta su hijo.
“Tras la guerra volvió a Checoslovaquia y fue empleado del Partido Comunista, era responsable de seguridad. Después, estuvo en el Ministerio del Interior y luego, durante unos tres meses, fue jefe de la Seguridad del Estado (StB). Pero en 1951 fue detenido y, en 1954, ejecutado”.
Es la paradoja de Osvald Závodský, la transformación del luchador antifascista en un alto cargo inmisericorde a las órdenes de las directrices del partido, fueran las que fueran.
“Un héroe fue, sin duda, porque luchar con la resistencia en el París ocupado por los nazis requiere de una dosis de heroísmo, qué duda cabe. Pero todo tiene siempre dos caras. Por desgracia, después ya no se comportó como un héroe. Después de 1948 fue un comunista duro, y no hay muchos atenuantes a ello que pudiéramos encontrar, porque hizo daño a muchas personas”.
Pero al patíbulo no llegó por sus supuestos crímenes al cargo de la Seguridad del Estado, de hecho, nunca se ha sabido qué le llevó realmente a la lista negra. Al parecer, en la cárcel fue torturado para que reconociera pertenecer a un grupo de conspiradores trotskistas que pretendían asesinar al secretario general Rudolf Slanský y otros altos cargos para dar un golpe de Estado e instaurar el capitalismo. Cuando poco después fue Slanský arrestado, se siguió torturando a Závodský para que reconociera que colaboraba con él. No hay que prestar demasiada atención a esos argumentos, dice Jiří Závodský.
“Fue juzgado por lo mismo que todos los demás, por espía de los imperialistas, traición, sedición… Eso daba igual. La razón real es difícil de saber. Hasta el día de hoy nadie ha sido capaz de explicar si fue por alguna lucha interna o algo así”.
Como mencionábamos, por lo general en todos los países comunistas, los brigadistas internacionales o miembros de la resistencia, no fueron los compañeros de partido más deseados para la nomenclatura de la posguerra, y puede que esa fuera la razón también de su caída en desgracia, dice Závodský.
“Había muchos que no tenían ningún mérito acumulado de la resistencia o lo que fuera, y aquellos que sí que habían estado en España, en campos de concentración o que habían participado en la resistencia, les eran molestos, porque los que no habían pasado por nada de eso querían hacer entender a la gente que sí, y estos otros les incomodaban. Puede que fuera por eso”.
Tras la muerte de Stalin, muchos de los que habían sido condenados a muerte en las purgas políticas, vieron conmutadas sus penas a cadenas perpetuas. No fue el caso de Závodský, que recibió su condena a muerte después, cuando ya habían acabado las purgas, en diciembre de 1953. Sentencia ejecutada en marzo de 1954, a pesar de mantener su inocencia y su petición de clemencia al presidente Antonín Zápotocký.
Pero en ningún momento se refiere a su padre Jiří Závodský como alguien inocente o la víctima de una injusticia, por mucho que los motivos reales de su ejecución se desconozcan. El hijo de Osvald Závodský está convencido de la traición de su padre, por ejemplo, a antiguos compañeros de la guerra en España, que sí que eran perfectamente inocentes.
“Por ejemplo, Vlasta Veselá, que fue médico en la guerra civil española. Claro que mi padre la conocía. Yo no tengo pruebas directas, nadie lo ha demostrado, pero dicen que mi padre la persiguió y que tiene parte de culpa de su muerte, nadie sabe si fue suicidio o asesinato. Pero él la investigó, porque, cuando fue encarcelada, mi padre estaba en el cargo, ya que mi padre fue detenido en enero de 1951. Es algo muy desagradable”.
Y Veselá no fue la única, prosigue Jiří Závodský.
“Teníamos otra conocida, Alice Glaznerová. Había tres médicas en el hospital militar en España: Veselá, Kleinová y Glaznerová. Glaznerová sobrevivió a todo y murió muy mayor, a pesar de que la detuvieron dos veces. Ella nunca quiso contar nada, a pesar de que yo le pregunté ya de mayor, pero siempre se negó a decir si mi padre la había investigado o no, así que yo creo que seguro que sí. Pero ellos habían sido muy amigos y luego siguió manteniendo una relación muy estrecha con mi familia toda la vida. A mí me enseñaba inglés, nos veíamos mucho… La vida es compleja, ¿verdad?”.
La vida después de Osvald Závodský
La vida es tremendamente compleja, y esto lo sabía bien la viuda de Osvald Závodský, que también luchó en la Segunda Guerra Mundial, cuenta Jiři.
“Mi madre sobrevivió, tuvo mucha suerte porque era judía, pero fue detenida y fue a un campo de concentración como miembro de la resistencia. Si la llegan a detener por judía, no habría sobrevivido y yo no estaría aquí. Así que tuvo una vida difícil. Pero, como digo, en casa de esto no se hablaba mucho. O casi no se hablaba”.
“Durante muchos años yo no tuve ni idea de que a mi padre había sido ejecutado. Nuestra madre solo nos lo dijo cuando fue rehabilitado. Vivíamos con la idea de que había muerto y ya está."
Tras el ascenso y caída del jefe de la Seguridad del Estado, la señora Závodská se tuvo que enfrentar a un futuro muy incierto con sus dos hijos pequeños. Pero podía haber sido mucho peor, asegura Jiří, ya que otros en su situación terminaban viviendo en casas en pésimo estado de zonas rurales sin grandes perspectivas.
“Tuvimos suerte de que no nos hicieran mudarnos de Praga. Aunque vivíamos mal, en un piso compartido donde había otra familia también represaliada en los 50, pero nuestra relación era muy buena porque teníamos que vivir juntos. Aunque todo aquello a mí, como niño, no me importaba demasiado”.
Jiří Závodský, de hecho, no supo la verdad de su padre hasta la adolescencia.
“Durante muchos años yo no tuve ni idea de que a mi padre había sido ejecutado. Nuestra madre solo nos lo dijo cuando fue rehabilitado. Vivíamos con la idea de que había muerto y ya está. Tampoco los amigos, que eran antiguos brigadistas internacionales y excomunistas que venían siempre a casa de visita; ninguno nos dijo nunca nada”.
Según Jiří Závodský, ni él sabía nada de su padre, ni tampoco notó en el colegio o en su entorno una discriminación por ello. Pero las posibilidades laborales de su madre eran muy limitadas en ese contexto, y eso sí era algo que padecían. Por otro lado, otra forma habitual para castigar a los familiares de las personas que caían en la lista negra era denegar una buena educación a los hijos. Pero en su caso, tampoco llegaron a sufrir eso.
“Mi hermano tuvo problemas cuando quiso pasar a la escuela secundaria. En aquellos tiempos no podía elegir cada uno a cuál ir y entonces lo que funcionaban eran las recomendaciones, y a él no se la querían dar. Eso fue un poco problemático, pero era ya a mediados de los 60 y el régimen ya estaba rehabilitando a muchos de los ejecutados, así que al final terminó bien la cosa. Cuando dos años después yo quise acceder al liceo ya no hubo problema alguno”.
A mediados de los 60 se rehabilitó Osvald Závodský, persona de quien no está del todo claro qué hizo como jefe de la Seguridad del Estado, ni mucho menos, por qué cayó en desgracia y fue ejecutado. Entonces todo cambió para su familia, ya que su mujer recibió incluso una pensión de viudedad decente y así, asegura Jiří Závodský, empezaron a vivir como una familia normal.