La escultura a Nicholas Winton en Praga que se convirtió en un símbolo de paz
Aunque para muchos viajeros pueda pasar desapercibida, en la Estación Central de trenes de Praga hay una escultura de bronce que rinde homenaje a Nicholas Winton, el banquero y filántropo inglés que, durante el nazismo, salvó a una gran cantidad de niños checoslovacos organizando su traslado a Londres. En medio de otro contexto bélico, esa acción heroica brilla cada vez con más fuerza, tal como afirma, en entrevista exclusiva, la escultora venezolana Flor Kent.
Nicholas Winton fue un banquero y filántropo inglés que decidió dar todo de sí para poder salvar la vida de 669 niños checoslovacos amenazados por las leyes raciales nazis. Entre 1938 y 1939, no solo les financió el viaje a Londres sino que también les consiguió una familia que los recibiera. Aunque no muchos viajeros lo sepan, en la plataforma 1 de la Estación Central de trenes de Praga hay una escultura de bronce que le rinde homenaje. La realizó la escultora venezolana Flor Kent, quien asegura que, además de esa acción en sí que otras personas realizaron también para salvar a niños de países como Alemania y Austria, lo que la conmueve fue la reserva absoluta que mantuvo Nicholas Winton. De hecho, recuerda Flor Kent que toda esta historia salió a la luz recién medio siglo más tarde, gracias a que Grete Winton descubrió, por su propia cuenta, lo que su marido Nicholas había conseguido hacer.
“La señora ya era mayor, con hijos grandes, y ve una caja en el ático de la casa después de unos cincuenta años, y descubre que son documentos de niños y le preguntó qué era a Nicholas, al esposo, porque él ni siquiera les había contado nada ni a los hijos ni a la esposa, y entonces él le dijo que era de unos niños que estaban en Checoslovaquia. La esposa estaba cada vez más sorprendida de que no hubiera dicho nada, y él le respondió que le parecía algo normal hacerlo, no le parecía nada heroico. Entonces, empezaron a contactar a esos niños, que ya eran grandes, para darles sus documentos”.
Un punto bisagra tuvo lugar cuando la presentadora de televisión Esther Rantzen organizó en 1988 una emisión especial de su programa That’s life de la BBC, convocando a todos esos niños que, en ese momento, ya eran adultos junto a Nicholas Winton, un hombre muy humilde al que no le habían dicho nada y ni se imaginaba quiénes eran esas personas que, luego de que la presentadora les preguntara si había alguien que le debía la vida a Winton, se pusieron inmediatamente de pie.
“Él tenía 28 años cuando se fue con un amigo a esquiar a Checoslovaquia y cuando llegó a Praga y vio a los niños abandonados, la pobreza, era 1939 y Europa estaba muy mal... Entonces abandonó su plan de viaje y, apenas vio esa miseria y sabiendo que llegaban los nazis a Checoslovaquia, dijo que no había tiempo que perder. En ese mismo viaje empezó a averiguar cómo sacar a esos niños para Inglaterra”.
Al regresar empezó a pedir los distintos permisos y a contactar familias que aceptaran ocuparse de los niños. Por supuesto, tuvo que recaudar dinero: mientras algunos realizaron donaciones en efectivo, otros directamente ofrecieron casas. De la nada, Nicholas Winton estaba armando algo enorme. El primer transporte de niños salió de Praga en avión el 14 de marzo de 1939, apenas un día antes de la invasión nazi en Checoslovaquia. Luego se amplió el traslado a otros siete viajes que tuvieron lugar en trenes repletos de niños que salían de Praga con destino a Londres. El último salió el 2 de agosto de 1939, un mes antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial.
“Fueron muchos trenes, hasta el último, cuyo viaje coincidió con el comienzo de la guerra y lo detuvieron. De los niños de este último tren murieron todos menos dos. A una de estos dos la conocí, por cierto, en un evento aquí en Inglaterra. Vive en Israel”.
Un arte realista contra el negacionismo
Aunque es venezolana, de muy joven Flor Kent se fue a estudiar a Estados Unidos y, en la actualidad, está instalada hace más de treinta años en Inglaterra. Además de ser una escultora profesional, se dedica a la salud cosmética, dos tareas, en su opinión, muy compatibles. Por otro lado, una de sus mejores amigas es hija de uno de los niños salvados de Austria, por lo que ella creció conociendo la historia de los traslados. El hallazgo de las cajas con los documentos de los niños coincidió con la época en que ella estudiaba una maestría en artes. Así fue que decidió, casi inmediatamente, el tema que elegiría para su trabajo final.
“Sí, bueno, siempre se hace un trabajo para el máster y yo decidí usar el tema de la escultura. Y como no había ninguna escultura así pero sí mucho interés, empecé a hacer investigación y así creció el proyecto y la primera escultura fue la de Londres, en la estación Liverpool Street”.
A esa estación llegaron, precisamente, los niños. Luego hizo otras dos esculturas en Austria, y después la de Praga. Las últimas fueron las de Nottingham y otra más en Oradea, Rumania, en memoria de los niños que no llegaron a salvarse. Todas las esculturas, por supuesto, siguen en pie y tienen en común un estilo realista para nada casual: en respuesta a las teorías negacionistas, Kent decidió alejarse de cualquier interpretación y recurrir, como ella misma explica, al origen de los hechos. Por eso decidió trabajar con cuerpos y objetos reales. En el caso concreto de la escultura de Praga, tomó las medidas reales de Nicholas Winton, con la única salvedad de que él, por ese entonces, tenía 97 años y ella lo hizo de 28, pero se trata de su ropa y zapatos reales. La niña, por su parte, es la nieta de una sobreviviente que logró llegar en tren junto a sus dos hermanas.
“Podemos ver a estos niños por la acción de alguien a quien se le ocurrió o quiso ayudar, alguien que fue con ellos en el tren, vemos lo que hay hoy en día: un niño real. No es muerte, es vida. Esa fue mi idea”.
“Praga es una ciudad con espíritu y eso se refleja también en su gente, aunque quizás no se den cuenta”.
La inauguración de la escultura de la Estación Central de trenes de la capital checa, realizada enteramente en bronce, tuvo lugar el 1 de septiembre de 2009, en el marco de un evento organizado por el Ministerio de Educación checo. Y aunque ya había estado antes en Praga, Flor Kent asegura que se trató de una experiencia única. De hecho, afirma que, de todos los países donde instaló esculturas, en ninguno sintió tanta emoción como en la actual República Checa.
“Yo fui a Praga de muy joven. Como estudiante, recorrí muchas ciudades de Europa con mis amigas como mochileras, veníamos de Sudamérica y las ciudades europeas nos impresionaron, pero Praga resaltó sobre las demás porque no solo es bella, todo el mundo lo sabe, Praga tiene un alma que se siente, es una ciudad con historia a nivel urbano, edificios, cementerios, una sinagoga de quinientos años, es una ciudad que tiene espíritu, es como otra dimensión, tiene un alma y yo veo que eso se refleja también en la gente, aunque quizás no se den cuenta, pero le da otro ángulo al ciudadano venir de una ciudad que no solo es tan bella, sino que tiene tanta historia y una historia que ha sido preservada”.
Una escultura con muchas reencarnaciones
Hace un par de años la escultura de Praga que muestra a Nicholas Winton con dos niños tuvo una especie de reinaguración cuando le devolvieron los lentes que le habían vandalizado. Cuenta la escultora que, en esa ocasión, muchas personas desconocidas le escribieron para brindarle su apoyo. De hecho, un checo llamado Pavel David se ofreció a reparar la escultura con la supevisión de su autora.
Flor Kent también recibió mensajes a raíz de la guerra en Ucrania. Como, en su momento, la Estación Central de trenes fue un lugar muy importante al que algunos voluntarios checos llegaron para recibir a las personas refugiadas de Ucrania, la escultura de Kent adquirió así un nuevo significado.
“A mí me llegaron fotos de la escultura con banderas de Ucrania, globos azules y amarillos. Esa escultura ha tenido muchas reencarnaciones: cuando falleció Nicholas Winton era un memorial con velas y flores, ahora con lo de Ucrania vi que la vistieron con los colores de su bandera, o sea, que esa escultura es como un gran mensajero, no importa el tema, es como un portavoz”.
“República Checa tiene una conexión especial con Nicholas Winton, yo lo he visto a través de los años, él es un héroe nacional”.
Flor Kent asegura que tener la escultura ahí significa para ella llevar una parte de Praga en su corazón, y además le encanta que sea justo en homenaje a alguien como Nicholas Winton, a quien ella conoció en el año 1998 y lo trató hasta su muerte en 2015, a los 106 años de edad. De hecho, cuenta que tuvo el privilegio de ir a su casa y, además de tomarle las medidas para realizar la escultura, le permitió incluso hacerle un molde de su cara, algo que no mucha gente suele tolerar. Winton le pareció una persona graciosa, inteligente y, sobre todo, muy humilde. Por eso está convencida de que, incluso hoy, la sociedad checa lo recuerda con mucho agradecimiento.
“Yo veo que el país entero tiene una conexión especial con Nicholas Winton, un amor insólito, yo lo he visto a través de los años, él es un héroe nacional y mientras el mundo traicionó a la por entonces Checoslovaquia, Nicholas Winton dejó todo para salvar niños, no importa la religión, la edad ni nada, él vio el problema e hizo todo lo que pudo, y creo que eso impactó mucho en la psique del país”.
Nicholas Winton recibió muchos premios y honores, incluida la ciudadanía honoraria de Praga, que le concedió el propio Václav Havel. Entre los múltiples homenajes a este héroe que nunca se consideró a sí mismo como tal, se destacan, por ejemplo, ‘La familia de Nicky’ (Nickyho rodina), un documental del director eslovaco Matej Mináč y ‘Nicky & Věra’, un hermoso libro del gran ilustrador checo Petr Sís. Flor Kent no tiene dudas de que el sentido de la vida de Nicholas Winton fue ayudar a la gente y pudo lograrlo, a su vez, porque estaba convencido de que, cuando uno realmente quiere hacer algo, nada resulta imposible.