La escritora francesa Sylvie Germain regresa a Praga
Vivió en Praga antes, durante y después de la Revolución de Terciopelo. Además, dejó una marca muy fuerte en la capital checa por su producción literaria que incluye varios libros sobre la ciudad, entre los cuales se destaca, sobre todo, La doliente de las calles de Praga (La pleurante des rues de Prague). En esta entrevista, la gran escritora francesa Sylvie Germain cuenta por qué le cuesta tanto volver a una ciudad que supo ser su propia casa y ahora acaba de recibirla con una adaptación teatral de su primera novela El libro de las noches.
“Un día de niebla me puse a caminar por la ciudad y, de repente, vi a esa mujer caminando frente a mí”.
Sylvie Germain
El caso de la escritora francesa Sylvie Germain es muy curioso. Todo en ella parece indicar su pertenencia a Praga, ciudad en la cual vivió, de hecho, entre 1986 y 1994. Sin embargo, hace ya treinta años que dejó la ciudad. Y aunque ya había venido en dos ocasiones, esta es la primera vez que regresa de visita en nada menos que veinte años. Sincera y sin rodeos asegura que no le gusta nada volver al lugar donde fue feliz por la sencilla razón de que le duelen los recuerdos.
“Las personas que tanto amaba murieron o se fueron yendo de Praga. Así que, por supuesto, a nivel de relaciones, ya no es lo mismo para mí esta ciudad que amé profundamente. Viví aquí varios años, me encantaba y me sigue encantando, pero no es fácil volver tanto tiempo después como una extranjera que va a un hotel. Ya no vemos a las personas que conocíamos y, desde luego, la ciudad cambió considerablemente, para bien y para mal”.
Explica Syilvie Germain que, cuando ella llegó a Praga, se encontró con una ciudad en ruinas, triste y decadente, aunque tampoco dejaba de percibir cierta belleza en ese estado de extrema melancolía. De todos modos, considera que, en la actualidad, la capital checa está mucho mejor mantenida y sigue contando con un asombroso patrimonio arquitectónico. En contraste, menciona entre los aspectos negativos de ese cambio el turismo masivo, el monopolio de ciertas marcas de ropa y el hecho de que lugares en los que antes se podía entrar libremente hoy cobren entrada. Ella reconoce que todos esos problemas no son exclusivos de Praga y suceden en muchos otros lugares y, por otro lado, piensa que si hubiera vuelto con más frecuencia tal vez no se habría sorprendido tanto.
La interpretación de las noches
Una de las razones que contribuyeron a vencer las resistencias de Sylvie Germain a volver a la capital checa fue la adaptación que se estrenó en junio en el teatro Rokoko de Praga de su primera novela, El libro de las noches. Publicada en 1954, Sylvie Germain asegura que a ella no le gusta volver a leer sus libros y esa obra, por supuesto, no es la excepción.
“Cuando tengo que hacerlo por alguna lectura pública o por una reedición de bolsillo, no veo más que los defectos y me angustio porque quisiera hacer cambios, pero ya es demasiado tarde. Ese fue mi primer libro y recuerdo su forma y, sobre todo, ese entusiasmo de la primera vez. No puedo decir que tengo un libro preferido, pero tampoco reniego de ninguno de ellos, ni siquiera de los que hoy me parecen más flojos: cada uno corresponde a un momento y de esa novela ya han pasado cuarenta años”.
El libro de las noches es una saga familiar que abarca varias generaciones y explora temas como la memoria, la historia y el impacto de los grandes acontecimientos en la vida privada. En efecto, el libro sigue las vicisitudes de una familia a lo largo del siglo XX, pasando por supuesto por las dos guerras mundiales. La adaptación que llevó a cabo el reconocido director ucraniano Vladyslav Troyitsky junto a una notable compañía teatral de actores checos y ucranianos le dio una segunda vida a esa obra, resignificada por el actual contexto bélico. El jueves pasado los intérpretes de la obra se dieron el gusto de tener una función con Sylvie Germain como espectadora de lujo. Y luego hubo también un debate en el que la escritora aseguró que no había reconocido en absoluto su novela durante la representación, pero eso le parecía muy bien porque, en definitiva, de eso se trata el arte.
“Los mismos centros de interés que tengo hoy están en esa novela y, luego, yo creo algo que tal vez se puede aplicar a cualquier escritor: siempre estamos escribiendo un poco el mismo libro: el estilo y el enfoque pueden cambiar, pero en el fondo, siempre siguen estando ahí las mismas preguntas de fondo”.
Escribir en Praga
Antes de recalar en la actual capital checa, cuenta Sylvie Germain que ya había sentido una fuerte atracción por varias ciudades del este y el centro de Europa como Budapest. También había pensado visitar Rusia, pero luego de escuchar hablar sobre una ciudad llamada Praga, decidió visitarla y una serie de factores la llevaron a quedarse a vivir casi diez años. A pesar de que no le resultó para nada fácil, en ningún momento se resignó a dejar de escribir.
“Los años que estuve en Praga solo podía escribir cuando tenía todas mis clases preparadas porque, de lo contrario, estaba siempre ansiosa, así que solo escribía durante las noches y los fines de semana, cuando ya había terminado de corregir los trabajos y los exámenes. Por eso mismo, casi no aprendí nada de checo: como yo trabajaba en un liceo francés, muchas personas que conocía me pedían que les enseñara un poco de francés, pero nunca obtuve de ellos un gesto recíproco”.
A pesar de esas dificultades, la estadía de Germain en Praga fue muy productiva e influyó a tal punto en su obra literaria que ya lleva escritos y publicados varios libros vinculados a la ciudad de Praga y la cultura checa, como es el caso de La doliente de las calles de Praga (1992), Inmensidades (1993), Escamas de sal (1996) y Bohuslav Reynek en Petrkov (1998). En casi todos esos volúmenes se advierte el profundo interés de Sylvie Germain por la poesía checa, algo que se plasma en su propio estilo de escritura, pero también en las constantes citas y referencias a autores como Vladimír Holan, Jiří Orten y Jaroslav Seifert.
“La poesía es para mí un género aparte. Siempre está ahí, sí, es una de las cosas que más a mano tengo en la biblioteca. Siempre tengo libros de poesía en mi habitación”.
Agrega Sylvie Germain que, en efecto, si tuviera que hacer una lista de sus poetas predilectos no acabaría nunca, y asegura que uno de ellos es el argentino Roberto Juarroz, el reconocido autor de la Poesía vertical, a quien descubrió por casualidad en una librería francesa.
Golemová
“El día que muera tal vez veré la mirada de Golemová”.
Sylvie Germain
Aunque muchos de sus libros han sido traducidos al checo, hay una obra fundamental en lo que respecta a la influencia de Praga en la obra de Sylvie Germain: La doliente de las calles de Praga. Ese libro tan breve como intenso relata las misteriosas apariciones de una mujer que parece encarnar en su gigantesca figura todas las tristezas acumuladas por la ciudad a lo largo de su convulsionada historia. Lo curioso es que, aunque nunca se lee en esa obra la palabra “golem”, la leyenda judía parece haber tenido un fuerte impacto en su escritura. Sylvie Germain confirma que todo libro se alimenta de estímulos directos y de influencias inconscientes que, a veces, pueden ser incluso más relevantes. Considera que la del gólem es, en efecto, una leyenda fundamental y si bien aclara que no tuvo la intención explícita de crear un gólem femenino reconoce que es muy probable que su impronta esté presente en el armado de ese personaje que se le apareció a manera de visión.
“Iba caminando por Praga. No había bebido, no necesito beber para experimentar cosas porque el alcohol me da sueño. Y, de repente, vi a esa mujer caminando frente a mí, sabía que era como una visión, pero percibo cosas así todo el tiempo, y como tengo bastante curiosidad empecé a verla, poco a poco, como a la mujer gigante de la película de Fellini”.
Además de la profunda curiosidad que le generó ese encuentro, reconoce Sylvie Germain que también se sintió paralizada y hasta tuvo miedo. En efecto, la asaltó la idea obsesiva de que podía llegar a morir con solo mirar a esa mujer a los ojos.
“Y hoy digo que quizás el día que muera vea la mirada de Golemová. Para mí se trata de una novela muy particular porque cuando la escribí estaba viviendo un doble duelo: había perdido hacía muy poco a mi padre. Y cuando tienes la suerte de haber tenido a un padre magnífico, la pena de perderlo es proporcional. Y, por otro lado, había perdido al checo por el que vine”.
Como si todo eso fuera poco, agrega Sylvie Germain que en ese libro decidió plasmar también su enorme sensibilidad respecto a lo que había sucedido en la Segunda Guerra Mundial y, con la perspectiva que da el paso del tiempo, ha llegado a darse cuenta de que escribir esa novela fue el modo que encontró de despedirse de la ciudad.
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