La agonía de Checo-Eslovaquia

Мюнхенский сговор, фото: Bundesarchiv 183-R69173 / CC-BY-SA
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El primer ministro francés, Édouard Daladier, afirmó en octubre de 1938:”A pesar de la reducción de su territorio, los checos pueden continuar su vida en libertad”. El territorio checoslovaco quedó reducido a raíz del Tratado de Múnich en que el 29 de septiembre de 1938 Édouard Daladier estampó su firma al lado de las de Adolf Hitler, Benito Mussolini y del premier británico, Neville Chamberlain. Los hechos desmintieron las hipócritas palabras de Daladier. El Tratado de Múnich acarreó el fin de la democracia checoslovaca, en los años treinta la única en el centro y este de Europa.

Hermann Göring
El Tratado de Múnich que entregaba las regiones fronterizas a la Alemania nazi, empezó a ser implementado sin dilaciones. Los soldados alemanes traspasaron las fronteras checoslovacas el 1 de octubre de 1938.

150 mil checos, judíos y antifascistas alemanes huyeron de los Sudetes sólo con bolsos de mano o transportando sus pertenencias en cochecitos de bebé y carretillas.

En diez días 25 divisiones nazis ocuparon todo el territorio de los Sudetes. Cuando Hitler llegó a la ciudad de Cheb, en el extremo occidental de Bohemia, los sudetoalemanes lo saludaban con el brazo levantado al estilo nazi.

La ciudadanía checa reaccionó al desmembramiento de Checoslovaquia con lágrimas y una rabia impotente.

Checoslovaquia estaba a merced de la Alemania nazi que empezó inmediatamente a inmiscuirse en sus asuntos internos.

Adolf Hitler y Neville Chamberlain
El 1 de octubre el mariscal nazi Hermann Göring dio a entender que el presidente Edvard Beneš era un personaje indeseable y que si permanecía en el cargo, Checoslovaquia lo tendría difícil.

El 5 de octubre de 1938 el presidente Beneš abdicó y el 22 del mismo mes se marchó al exilio en Londres. Empezó la llamada Segunda República.

A pesar de la abdicación del presidente Edvard Beneš Checoslovaquia no recibió un trato mejor durante las deliberaciones en Berlín de la comisión internacional de arbitraje que debía acordar el trazado definitivo de las nuevas fronteras checoslovacas.

Hitler impuso su voluntad sin admitir objeciones. Los representantes de Francia, Reino Unido e Italia fueron apenas comparsas mudos.

Antes de la cumbre de Múnich Hitler había dicho que no quería checos en el Reich. Sin embargo, ahora, aconsejado por los estrategas militares, exigió la incorporación a la Alemania nazi de zonas puramente checas, como la ciudad de Břeclav, en Moravia del Sur, donde el número de habitantes de habla alemana era insignificante.

 Edvard Beneš
Hitler acabó por anexar también una ancha franja que penetraba profundamente en el interior de las tierras checas. Un extenso tramo de la principal línea ferroviaria que comunicaba Bohemia con Moravia quedó en manos alemanas. Checoslovaquia perdió también sus minas de carbón al noroeste de Bohemia.

La comisión de arbitraje terminó sus deliberaciones en Berlín el 10 de noviembre de 1938. Pero Alemania no ratificó las garantías de las nuevas fronteras checoslovacas, a pesar de la promesa de Hitler en la Conferencia de Múnich. ¿Cuánto tiempo podía durar un Estado que no tenía garantizadas sus fronteras?

También Polonia arrancó un pedazo de la moribunda Checoslovaquia. Con anterioridad se había asegurado la complicidad de la Alemania nazi.

En la República Checoslovaca vivían unos 160 mil polacos. Ya que Varsovia amenazó con una intervención militar, Praga estaba dispuesta a admitir todas sus pretensiones territoriales. En el territorio checoslovaco, ocupado por Polonia entre las ciudades de Bohumín y Jablunkov, quedaron más de 100 mil checos.

Las tierras checas perdieron a raíz del Tratado de Múnich el 38 por ciento de su territorio y 3 millones 860 mil habitantes. En los territorios ocupados por la Alemania nazi quedaron 750 mil checos.

Protectorado de Bohemia y Moravia
Eslovaquia, parte oriental de Checoslovaquia, estaba en la mira de Hungría. Los políticos húngaros contaban para sus pretensiones territoriales con la protección italiana.

Pero ésta no les sirvió mucho. Eslovaquia estaba en la esfera de los intereses alemanes. Hitler planeaba utilizar las ambiciones independentistas de Eslovaquia para borrar definitivamente Checoslovaquia del mapa.

Por eso el Führer no estaba dispuesto a complacer todas las pretensiones territoriales de los húngaros. Del arbitraje, celebrado en Viena, Eslovaquia salió un poco mejor que los checos del de Berlín,ya que perdió el 21 por ciento de su territorio.

Además de la pérdida de territorios, Checoslovaquia empezó a resquebrajarse por dentro. El 6 de octubre de 1938 los políticos eslovacos declararon la autonomía.

Firmantes del Diktat de Múnich | Foto: Bundesarchiv,  Bild 183-R69173/Wikimedia Commons,  CC BY-SA 1.0
El proyecto de autonomía, impulsado por el Partido Popular Eslovaco, suponía, de hecho, la transformación de Checoslovaquia en una confederación de dos Estados.

El 7 de octubre fue nombrado el gobierno autónomo eslovaco, presidido por el sacerdote Jozef Tiso. Fue el preludio de la futura República de los Curas.

El gobierno de Praga fue colocado ante los hechos consumados. Cuando la Cámara de Diputados checoslovaca aprobó la ley sobre la autonomía eslovaca, cambió también el nombre del país que fue dividido por un guión:Checo-Eslovaquia.

Eslovaquia deslizaba voluntariamente hacia un Estado totalitario. Todos los partidos políticos se fusionaron en uno solo:el Partido Popular Eslovaco. Su brazo armado era la organización paramilitar Guardias de Hlinka que llevaban el nombre del sacerdote católico nacionalista, Andrei Hlinka. Sus militantes portaban pistolas, lucían uniformes negros al estilo de las SS y saludaban con el brazo levantado como los nazis.

El Partido Popular Eslovaco fomentaba el antisemitismo que adquiría proporciones inéditas. Su política contaba con el respaldo de un importante sector del clero católico.

Los regímenes autoritarios que proliferaban en Europa en aquella época se convirtieron para muchos eslovacos en un ejemplo seductor.

Adolf Hitler
El guión en el nombre de Checo-Eslovaquia separaba en otoño de 1938 a dos sociedades que vivían en una atmósfera diametralmente opuesta. El periodista francés, Georges Luciani, se fijó en el contraste entre el profundo abatimiento de Praga y la alegría de vivir que reinaba en Bratislava, metrópoli de la Eslovaquia autónoma.

En tierras checas el miedo invadía todas las mentes. Cada momento Hitler podía asestar a Bohemia y Moravia el golpe final y ocuparlas.

El Führer había emitido ya en octubre de 1938 una directriz confidencial sobre la liquidación de la Checoslovaquia mutilada por el Tratado de Múnich.

Los políticos checos no lo sabían. Con el fin de conocer los planes alemanes, intentaban contactar a los dirigentes nazis. Éstos manifestaban invariablemente su descontento con la situación en el territorio checo. Así los políticos locales, bajo presión nazi y a regañadientes, tuvieron que empezar a recortar los elementos democráticos en el sistema político del país. Surgió el lema:” Si no podemos cantar con los ángeles, aullaremos con los lobos”.

El nuevo gobierno de Rudolf Beran, formado en diciembre de 1938 por políticos de derecha y representantes del Ejército, pensaba que simplificando la vida política al estilo autoritario y restringiendo la democracia evitaría la ocupación por parte de la Alemania nazi.

La política de concesiones a la Alemania nazi no resultó. El 15 de marzo de 1939 las tropas alemanas ocuparon las tierras checas. El día anterior Eslovaquia había proclamado bajo la presión de Hitler su independencia. Checoslovaquia existió después del Tratado de Múnich sólo cinco meses y medio. La siguiente víctima sería Polonia.

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